Me gustaba mucho Yolanda Díaz, llevo años buscando un político o política de izquierdas que me convenza, la veía distinta y prometedora, decidida y capaz de dialogar, que no es poco. Sin embargo la visita al Papa me ha decepcionado de una forma preocupante. Para mi el Papa representa lo peor de la religión católica, una institución que ha dado la espalda a la mujer de una forma sistemática, vergonzante y larguísima. Y de la homosexualidad ni siquiera hablamos, el estupendo escritor Miguel Gutiérrez García en su libro, Las sexualidades diferentes, explica la enorme decepción que ha supuesto el papa Francisco para los homosexuales católicos. Pero además representa un espacio de la religión católica jerárquica, elitista, lejano, frío, lleno de mando y de superficialidad como un pequeño país sobrado de arte y de soberbia.
Que una política española vinculada a Izquierda Unida vaya a ver al Papa y salga comentado lo maravillosa que ha sido su conversación con el Santo Padre es decepcionante lo mires por donde lo mires, es poco menos que darle la mano al lujo, al poder, al abismo vergonzante de las élites y dejar en la otra estación, en el otro avión a los hombres y mujeres, sacerdotes por ejemplo, que luchan por los demás, por los sencillos, día a día.
Me pregunto con pena porque no va Yolanda Díaz a visitar al padre Ángel, que tiene abierta su parroquia a todo el mundo y es uno de esos señores que te reconcilian con el catolicismo, la fe y el hombre.
El Vaticano y toda su parafernalia es un mundo siniestro. Tan oscuro como su reputación que diría Gil de Biedma, hay miles de instituciones católicas mucho más dignas, emocionantes y poderosas en lo humano y solidario. Por supuesto no es el sitio para una política que tiene que estar en otro lugar, en el pueblo que está asolando un volcán, por ejemplo, en la vieja parroquia, esa que ayuda a los que no tienen nada, a los que no viajan y no van nunca en avión, público o privado, ni siquiera en sueños.