noviembre de 2024 - VIII Año

¿Y si suprimimos todos los impuestos?

La derecha asegura cada día que cuantos menos impuestos haya, mejor. De hecho, ante cada problema, en cualquier ámbito, la primera propuesta que plantea es siempre la de reducir los impuestos.

Según esa lógica, la situación óptima sería, por tanto, la de la supresión de todos los impuestos. Cero impuestos.

La derecha política, económica y mediática propone una receta única cuando está en la oposición: suprimir o bajar impuestos. ¿La pandemia? Bajar impuestos. ¿La guerra? Bajar impuestos. ¿La inflación? Bajar impuestos. ¿Los paros en el transporte? Bajar impuestos.

Eso sí, la receta de la derecha varía significativamente cuando está en el gobierno.

No obstante, logran convencer a no pocos representantes de sectores económicos y profesionales de que la mejor solución a sus dificultades pasa por no pagar impuestos, en primer lugar y ante todo.

Es lo más sencillo de entender. Y es lo más fácil de ejecutar. ¿Tiene usted problemas económicos? Dejar de pagar impuestos contribuirá a paliar esos problemas, sin duda, al menos a corto plazo.

Incluso parte de la izquierda asume con cierta frecuencia este marco conceptual. Por eso, de vez en cuando, algunos se suman a la supuesta solución única de bajar impuestos para resolver los problemas de las peluquerías, por ejemplo. Porque no sirve una mejor regulación del sector, o modernizar los negocios, o las ayudas directas a quienes lo pasan peor…

No, se trata siempre de suprimir o reducir impuestos.

La argumentación que utiliza la derecha es de una simpleza apabullante: “De cada 100 euros que echas de gasolina, 57 euros se los lleva Sánchez. Menos impuestos ya”, han publicado en estos días.

Da igual que, en realidad, el porcentaje sea falso. Y que el precio de la gasolina en España esté por debajo de la media europea. Y que en España se paguen menos impuestos en la gasolina que en el resto de Europa. Y que las Comunidades Autónomas, y no el gobierno de Sánchez, reciban la mayor parte de la recaudación.

De hecho, la presión fiscal en España está muy lejos de alcanzar la media europea, y muy por debajo de los países más avanzados de nuestro entorno, como Francia o Alemania.

La verdad, como el interés general, nunca ha sido un obstáculo difícil de salvar en el argumentario de la derecha.

Ahora bien, es preciso hacer frente a este argumentario permanente del “cero impuestos” con las respuestas a algunas preguntas. ¿Cuáles son las consecuencias del “cero impuestos”? ¿A quiénes beneficia y a quiénes perjudica el “cero impuestos”? ¿Hay otras alternativas para solucionar los problemas?

La consecuencia inapelable de la supresión o la reducción de impuestos es la supresión o la reducción de los servicios y prestaciones del Estado.

Sin impuestos o con menos impuestos no hay o hay menos servicio de salud; no hay o hay menos servicio de educación; no hay o hay menos atención a la dependencia; no hay o hay menos infraestructuras; no hay o hay menos transporte público; no hay o hay menos seguridad pública…

Y quien afirme lo contrario, miente. Punto.

Con los impuestos que se cobran en las gasolinas, o en el IRPF, o en sociedades, se paga la quimioterapia de los enfermos de cáncer, y la educación especial de los niños y niñas con discapacidad, y la atención residencial de nuestros mayores, y el servicio de policía y de bomberos que salvan nuestras vidas, y el autobús o el cercanías que nos lleva al trabajo o a clase cada día…

Sin impuestos o con menos impuestos, no hay Estado de Bienestar o hay menos Estado de Bienestar.

Y quien sostiene lo contrario, engaña. Punto (Laffer y discípulos incluidos).

Por tanto, ¿a quiénes beneficia suprimir o reducir impuestos? Solo a quienes no necesitan del Estado para proveerse y proveer a los suyos de educación, de sanidad, de servicios sociales, de seguridad, de transporte… Solo a aquellos que disponen de más recursos y oportunidades de partida.

¿Y a quiénes perjudica? A todos los demás.

El modelo de sociedad que promueven los defensores a ultranza de suprimir y reducir impuestos es el modelo del “sálvese quien pueda pagar”, y miseria o caridad para el resto.

Es el modelo que se aplica allí donde padecer una enfermedad grave y duradera supone la ruina para toda la familia. Donde obtener una formación digna depende fundamentalmente del dinero que tengan papá y mamá. Donde el único servicio público que requieren los que podrían pagar impuestos es el de la seguridad, para evitar que los desafortunados importunen sus vidas afortunadas.

¿Hay alternativa? Claro. Una sociedad justa, con Estado de Bienestar que garantice una vida digna y oportunidades para todos y todas.

Pero se da la circunstancia de que una sociedad digna con Estado de Bienestar necesita de impuestos para sostenerse, de impuestos en cantidad suficiente, de impuestos que paguen más quienes más ganan y quienes más tienen.

Por eso hay que desconfiar de las recetas generales de supresión o de bajadas de impuestos.

Defender una fiscalidad justa es defender nuestro Estado de Bienestar.

Suprimir y reducir impuestos debilita el Estado de Bienestar y hace más injusta a nuestra sociedad. Y quien dice sostener lo contrario, miente.

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