Con motivo de las elecciones a la Junta de Gobierno del Ateneo de Madrid que celebrará la bicentenaria institución cultural el próximo 31 de mayo, Entreletras cede su sección Tribuna a las candidaturas que se presentan a dicha convocactoria.
Espacio de la candidatura «Grupo 1820»
“Pactar hasta con el diablo” prometió Miguel Pastrana. Y esto es lo que han hecho los cinco grupúsculos que hasta hace un año controlaban la más venerable institución cultural de España, el Ateneo de Madrid, que el 31 de mayo vuelve a las urnas para elegir a la mitad de la Junta de Gobierno. No deben preocuparnos mucho al resto de socios del Ateneo estos “pactos diabólicos” de la llamada Convergencia, según la nomenclatura del sempiterno candidato Miguel Pastrana, porque el día 31 de mayo vamos a demostrarles que el Ateneo no es de ellos, ni de nadie en particular, sino solo de sus socias y socios en igualdad plena de derechos y de obligaciones.
Es sorprendente tamaña animadversión contra quienes, en solo un año en la Junta de Gobierno, hemos logrado superávit en las cuentas del Ateneo por primera vez en una década. Los que hemos devuelto la atención pública a sus actividades. Los que hemos enderezado la curva de socios, en descenso continuo desde los años 80. Los que hemos resuelto el contencioso con la Cantina que nos anunciaba un año y medio más de cierre, de pérdida de ingresos y una probable sentencia judicial desfavorable. Los que hemos rejuvenecido la Casa. Los que hemos traído a un gerente y una responsable de Biblioteca (se incorpora en julio) para que cuiden de nuestros bienes más preciados. Los que hemos logrado la entrega de una obra cuestionada por la Comisión Local de Patrimonio. Los que estamos dando espacio a nuestras ilustres ateneístas en nuestra histórica Galería de Retratos. Los que hemos recuperado la subvención de la Comunidad de Madrid, perdida por la ineficiencia de nuestros antecesores. Los que hemos logrado que participen en la Casa no la treintena de socios de siempre, sino cuatro veces más. Los que proponemos actualizar democráticamente -no podría hacerse de otro modo- un Reglamento contradictorio, lleno de erratas y anacronías, que tenía -tiene aún- sumida a la institución en una inestabilidad insoportable desde que fue aprobado en 1984.
Esa hostilidad hacia quienes hace un año logramos con una participación y una mayoría históricas, llegar a la Junta de Gobierno del Ateneo, solo puede explicarse recordando el pasado reciente del Ateneo. En la última década:
-una deuda acumulada de dos millones de euros;
-unas disputas ridículas y virulentas entre unos y otros;
-empleados acosados, abrumados, asustados;
-insignificancia de los actos que se programaban;
-huida constante de los socios, sin renovación generacional;
-polvo en las estanterías de la Biblioteca y chinches en el escenario del Salón de Actos histórico;
-miseria económica y moral, hasta el punto de permitir que la Falange pudiera celebrar su asamblea nacional, camisa azul y brazo en alto!;
-una cafetería cerrada durante años por un litigio con el concesionario;
-una obra sin entregar por defectos y controversias con las autoridades;
-lamentables juntas generales mensuales, a grito tendido, a las que solo asistían esas tres decenas de socios, siempre los mismos.
Como, a pesar de todo, el Ateneo de Madrid tiene un pasado mítico, glorioso y luminoso, su llamada sigue siendo atendida. Y bastó que primero una decena de socios, hace ya tres años, luego cien y más tarde cuatrocientos, llamáramos a las urnas para cambiar el rumbo de la Docta Casa, para que la fuerza del altruismo y la generosidad obraran el milagro. Sin un grito frente a los vociferantes. Sin una sola ofensa hacia los que nos insultan, nos desprecian y nos envían a los tribunales (yo ya llevo dos visitas a la Plaza de Castilla y la próxima la tengo el 14 de junio).
El 31 de mayo hay elecciones y son fundamentales. Porque de ganar los cinco candidatos de la coalición de grupúsculos (los “diablos” que mencionó Pastrana, no nosotros), el Ateneo habrá decidido democráticamente que la luz que encendimos debe ser apagada. Nosotros lo entenderíamos y aceptaríamos el resultado, por supuesto. Pero tenemos la plena confianza en nuestras consocias y nuestros consocios, y en nosotros mismos, y sabemos que tal cosa no pasará. El Ateneo seguirá encendiendo luces e iluminando nuestra ciudad. Acaso la treintena de socios que creen que el Ateneo es suyo, aprendan a aceptar que el Ateneo es de todos y cada uno de nosotros y que la verdadera democracia no es ponerse a gritar las asambleas mensuales, sino aceptar las decisiones de la mayoría.
Nuestra candidatura, la del Grupo 1820 que ganó ampliamente en 2021, está formada ahora por cinco personas buenas, profesionales impecables y honrados. Nosotros no hemos necesitado pactar ni con dios ni con el diablo. Nuestro pacto es con los socios y las socias bienintencionados, que quieran un Ateneo independiente, plural, democrático, ejemplar y brillante. El que tanto evocan en falso esos treinta socios malhumorados, que son, uno a uno, los que lo sumieron en la oscuridad. Seguimos iluminando, o cerramos las puertas y las ventanas de nuevo. Esa es la decisión del 31 de mayo. Si eres socia, si eres socio, quiero pedir de corazón tu apoyo para que nuestro Ateneo recupere la fuerza, el talante y el talento de sus tiempos mejores.