Está comprobado. En Madrid, los progresistas somos más, pero votamos menos. En consecuencia, la derecha gobierna haciendo estragos desde hace un cuarto de siglo. Y esto tiene que cambiar.
Se han estudiado muchas veces las explicaciones a esta realidad. En qué se equivoca la izquierda. Cómo aciertan los gurús de la derecha. Cuan desunidos estamos. Que si cambian los candidatos. Que si no cambian. Que si llamamos a la polarización. Que si llamamos a la moderación. Que si este detalle en el programa.
En realidad, la explicación más importante es la siguiente: el progresista que no vota, se equivoca. Porque actúa contra su propio interés.
Y hay que decirlo así, con claridad y sin condescendencia. Porque los gobiernos, los partidos y los candidatos se equivocan. Pero los votantes, a veces, también. Y los progresistas madrileños que deciden abstenerse, se equivocan gravemente.
Las excusas se acaban, además.
¿Todos son iguales? Falso. Gabilondo y Ayuso no pueden ser más distintos. En ideas, en preparación, en capacidad, en moralidad, en trayectoria, en planes de futuro. Como el día y la noche.
Uno es cambio y la otra es continuidad. Uno es seriedad y la otra es frivolidad. Uno es bien común y la otra es defensa del privilegio. Uno es apuesta por lo público y la otra es predominio de lo privado.
¿Nuestras vidas y las de nuestras familias no cambiarán con uno u otra? Falso. En este momento crítico, la salud de nuestras familias, nuestro puesto de trabajo, la educación de nuestros hijos… dependerán en buena medida de las decisiones que se adopten en el Gobierno de Madrid.
Y los planes de Gabilondo y Ayuso no pueden ser más antagónicos. Gabilondo colaborará con el Gobierno de España para que los fondos europeos millonarios procuren salud, desarrollo económico y buenos empleos. La obsesión de Ayuso solo pasa por enfrentarse al Gobierno de España.
¿Esto no tiene arreglo? Falso. Los milagros no existen y hay que desconfiar de las promesas populistas. Pero los problemas de la sanidad sin recursos, de la falta de buenos empleos para los jóvenes, de la dificultad para acceder a una vivienda digna… se pueden enfrentar con inteligencia y se pueden ir resolviendo con eficacia.
Pero hace falta un Gobierno serio.
A la mayoría de los madrileños le viene mejor reforzar la sanidad pública que potenciar el aseguramiento privado.
Pero para reforzar la sanidad pública, esa mayoría de madrileños tiene que votar el 4 de mayo.
A la mayoría de los madrileños le interesa una educación de calidad para la igualdad de oportunidades, y no una educación que reproduzca las desigualdades.
Pero para contar con una educacion para la igualdad de oportunidades, esa mayoría de madrileños tiene que votar el 4 de mayo.
A la mayoría de madrileños le conviene que los fondos europeos se inviertan en crear buenos empleos, y no en engrasar los negocios de los de siempre.
Pero para priorizar la creación de buenos empleos, la mayoría tiene que votar el 4 de mayo.
A la mayoría de madrileños le importa que se construyan viviendas sociales con rentas bajas, antes que continuar con la especulación inmobiliaria desbocada.
Pero para que se construyan viviendas sociales y no se especule con el suelo, esa mayoría de madrileños tiene que votar el 4 de mayo.
A la mayoría de madrileños y madrileñas le viene bien un gobierno feminista, y le viene mal un gobierno que no combate las taras machistas de nuestra sociedad.
Pero para tener un gobierno feminista, la mayoría de madrileños y madrileñas tiene que votar el 4 de mayo.
Quien no haya votado el 4 de mayo, no tendrá derecho a lamentarse luego por vivir en la primera región de Europa gobernada por ultras y fascistas. El momento de reaccionar es ahora, ante la urna.
Madrid, como el resto de las grandes regiones capitales de Europa, es una comunidad abierta, cosmopolita, plural, orgullosa de su diversidad, progresista. Y solo tendrá un gobierno obtuso y retrógrado si la mayoría no ejerce su voto.
El 4 de mayo, votar no es un derecho. Es un deber.
Después no te quejes.