Había nevado mucho.
Estaba helando, y era ya la tercera noche.
Curiosamente, por alguna razón, recordé algunas lecturas de la vieja España, la de las falsas y absurdas hidalguías (ahora de vacunación).
Quevedo sostenía, con su aguijón irónico, que él era hidalgo (esto es, de casa solariega), pues de tener una casa sin tejado, le daba el sol todo el día.
Al poco de salir a la calle, preocupado, pregunté por Joel (originario de la isla caribeña de Guadalupe), por Martina (nativa de la antigua Alemania del Este), por Luis (originario de Madrid).
Ellos son mis amigos celestiales, si bien muchos otros, con ensoberbecido gesto de falsa hidalguía les llaman Sin Techo.
Joel escribe y dibuja. Vive y duerme en un banco metálico, al raso, donde habilitó unos cartones como colchón y un equilibrado diseño de plástico negro que le cubre y ayuda a guardar sus bolsas de pertenencias. Luis lo hace sobre la misma yerba de un ralo jardín que no ampara la exigua repisa de un edificio moderno. Es un hombre discreto, casi ceremonioso, conocedor de Freud. Martina suele posar su colchón, cada noche, sobre un banco de piedra en la esquina de un barrio patricio (Velázquez esquina y Ortega y Gasset, dos grandes de España) Cerca de sí, con exquisito orden, acomoda sus bolsas y se cubre con mantas y un doble gorro de lana. Es una mujer sensible de gesto educado, que se duele de tanto árbol dañado por el temporal; así me lo ha manifestado, porque la he visto y saludado.
De Joel no sé nada; en un bulto informe habían acumulado sus cosas de las que pude entresacar, para que se viese, un folleto con la información de unos cursos académicos en Cambridge. De Luis quiero recordar su expresión cuando le acercaba un billete para que se tomase un café (o lo que fuere) y me decía: ‘pero hombre, no me dé esos sustos’. Se refería a que le daba un billete.
Ha nevado con pesarosa insistencia.
Ha helado con monótona y casi religiosa fruición.
¿Dónde están ahora?
Seguiré buscando, pero no preguntaré, desde luego, a los falsos hidalgos; de eso tampoco saben.
Ojalá que solo les haya cubierto, temporalmente, la nieve (Lo pienso cuando he visto a Martina apartar la nieve próxima con una humilde pala de juguete).