La derecha intenta apropiarse de una de las ideas motoras del avance civilizatorio, la libertad. Ayuso y Casado procuran identificar su propuesta política con la primera divisa de la triada revolucionaria, con el ideal que iluminó la Ilustración y el tránsito del medioevo a la modernidad, nada menos.
Pero tras el marketing de gurú y los eslóganes de mercadillo electoral, en el ideario de la derecha capitalina tan solo se encuentra lo de siempre, el enésimo eufemismo de la injusticia.
La concepción de libertad que la derecha ha defendido tradicionalmente es aquella a la que los franceses aluden como “laissez faire, laissez passer”. Se trata de sostener la libertad individual de elección y de acción como resistencia ante cualquier propósito de justicia social.
La libertad derechista exige la renuncia a las otras dos ideas que completan, que complementan y que dan sentido al lema revolucionario de la Liberté, la Égalité y la Fraternité.
Reclama la abstención de la política ante cualquier intento de organizar el espacio compartido con arreglo al interés general, con un reparto justo de la riqueza, por ejemplo.
Busca la inhibición del Estado en el reconocimiento y en la garantía de los derechos colectivos que aseguran al conjunto una vida digna y un bienestar mínimo.
Persigue la abdicación de lo público por proporcionar salud, educación, buen empleo y protección social a toda persona por el hecho de serlo, independientemente de lo que cada persona pueda obtener por sí misma a partir de sus condiciones de partida o de su suerte.
La libertad es un concepto vacío si no va a acompañado de derechos y de dignidad.
La libertad sin igualdad equivale a perpetuar los privilegios de los menos frente a los derechos de los más.
¿De qué les vale a los habitantes de la Cañada Real la libertad que les ofrece Ayuso al tiempo que les niega la acción pública necesaria para alimentar y dar luz y calor a sus familias?
El discurso de Ayuso y de Casado de cara a la campaña madrileña se asemeja cada día más a los mensajes populistas y pretendidamente libertarios de Trump y Bolsonaro.
Al parecer, la lideresa del PP presume de haber conquistado “la libertad para contagiar” en Madrid. Buscando pescar en el llamado “agotamiento de pandemia”, el legítimo y explicable cansancio de la ciudadanía a causa de las restricciones de movilidad, la derecha lanza mensajes irresponsables.
Al igual que ha ocurrido en Estados Unidos y en Brasil, la irresponsabilidad de los gobernantes madrileños está detrás de la expansión del virus, del agravamiento de la pandemia y del consiguiente retraso en la recuperación de la normalidad social y económica en la región.
Libertad para contagiar y libertad para reventar consensos. Tales son los lemas con los que Ayuso y sus estrategas de campaña pretenden manejarse en estos días. Un discurso muy en línea con el relato ultra contra “lo políticamente correcto” y “el consenso progre”. Y un riesgo cierto de agravamiento de la polarización social y de deterioro de la convivencia.
La libertad que el PP lleva décadas preconizando en Madrid tiene otras acepciones, además. Libertad para cubrir las necesidades de cada cual en función de su patrimonio, de su herencia o del estatus social de partida, porque las privatizaciones y los recortes de lo público no ofrecerán otra opción.
Libertad para librarse de pagar impuestos, en coherencia con aquello de que cada cual llegue tal lejos como pueda pagarse. Y, por último, libertad para saquear las arcas públicas con corruptelas por doquier. Porque ésta sí que ha sido, es y será marca de la casa.
Esta campaña del 4 de mayo debiera ser una campaña más centrada en programas que en relatos, y más de soluciones que de eslóganes. Una campaña seria para un gobierno en serio.
Pero si quieren hablar de ideas, de ideales y de revoluciones, aquí estamos. Tampoco en ésto les vamos a perder la cara. Sobre todo en ésto.