La paradoja es, sin duda, uno de los rasgos más característicos del momento político presente y una definición bastante fidedigna para su reflejo mediático.
De hecho, precisamente cuando la oposición política y los medios derechistas arrecian en las acusaciones de “debilidad” al Gobierno, es cuando el ejecutivo está exponiendo mejores muestras factuales acerca de su fortaleza.
El derechismo político y mediático ha querido utilizar el episodio de los espionajes como el presunto detonante de la “descomposición” del Gobierno.
Comprobemos, no obstante, más allá de opiniones de parte e imágenes interesadas, cómo le ha ido al Gobierno durante estas últimas semanas en cuanto a hechos objetivos y constatables.
Primero, por ejemplo, en las votaciones parlamentarias.
En pleno estallido del “escándalo Pegasus”, durante los días 26, 37 y 28 de abril, el Gobierno convalidó en las Cortes tres Reales Decretos Leyes, y no precisamente menores: el plan para hacer frente a la crisis derivada de la guerra de Putin; las medidas de refuerzo de la ciberseguridad; y las normas que dignifican los contratos de los investigadores.
En esos mismos días, el Gobierno logró aprobar en el Congreso sus Proyectos de Ley de Telecomunicaciones, de Igualdad de Trato, de Calidad en la Arquitectura y la ponencia de Libertad Sexual, al tiempo que el Senado aprobaba definitivamente el Proyecto de Ley con la nueva regulación del Depósito Legal.
Durante esta última semana, en el Pleno del Congreso correspondiente a los días 10, 11 y 12 de mayo, además, el Gobierno ha sacado adelante con holgura otras seis iniciativas legislativas de alcance: el Real Decreto Ley de sanciones contra los oligarcas rusos (259 votos), el Proyecto de Ley de Seguridad Nacional (299 votos), el Proyecto de Ley que regula los precursores de explosivos (299 votos), el Proyecto de Ley de Rehabilitación Edificatoria (317 votos), y la Proposición de Ley que penaliza la trata de refugiadas ucranianas (308 votos).
Segundo, la influencia del Gobierno en la Unión Europea.
Otro hecho. Mientras las portadas glosaban a todo trapo los dimes y diretes a propósito de un tal Pegasus, el Gobierno de España lograba que la Comisión Europea diera el visto bueno a la excepción ibérica que abaratará el precio de la luz para españoles y portugueses.
No hay precedentes prácticamente en la Unión, y desde luego no los hay respecto a otros Gobiernos de España, para una medida de este alcance. El presuntamente “débil” Gobierno de España consigue que no se apliquen a los hogares y a las empresas españolas las reglas comunitarias de fijación de precios de la electricidad, para que aquí paguemos menos por la energía.
Tercero, casi simultáneamente, los datos de la evolución económica.
La reforma laboral impulsada por el Gobierno de España, a pesar de la oposición derechista, ha disparado la contratación de trabajadores hasta el récord histórico de los 20 millones de afiliados a la Seguridad Social, al tiempo que ha triplicado el porcentaje de contratos fijos.
Esto no es una opinión, ni una interpretación, ni un análisis de tertuliano con “fuentes fidedignas”. Es un hecho. Hoy en España hay más empleo y mejor empleo, gracias a la reforma laboral que aprobó el Gobierno y que la oposición votó en contra.
También es un hecho incontestable el que los principales organismos reguladores en la economía nacional e internacional atribuyen para España el crecimiento del PIB más importante de las grandes economías europeas.
Y que la inflación se modera mes a mes. Y que la recaudación fiscal se mantiene a buen ritmo, a pesar de las ayudas a familias y empresas con problemas. Y que el déficit fiscal se reduce a ritmo récord, y que la deuda pública también se recorta, en un escenario de crisis…
El Gobierno afronta dificultades y problemas, desde luego, cada día. Se gobierna y se legisla ante la representación política más fraccionada de la historia de nuestra democracia constitucional. Y los instrumentos del diálogo, la negociación y el acuerdo han pasado de convenientes a imprescindibles.
Pero el Gobierno actúa en consecuencia, y lo hace con un éxito más que razonable, a tenor de los resultados factuales expuestos.
Y es que lo que algunos “analistas” interesados se empeñan en mostrar como “debilidad” gubernamental e “inestabilidad” institucional, no suponen sino el desenvolvimiento lógico de la acción política en un tiempo caracterizado por fragmentaciones y polarizaciones.
En un escenario político caracterizado por la pluralidad, la diversidad y la contraposición permanente, el diálogo, la cesión mutua y el pacto entre distintos no constituyen una “debilidad”, sino todo lo contrario. El diálogo y el pacto son la fortaleza de quien procura gobernar y legislar atendiendo al interés general.
Sumar mayorías en reconstrucción constante no es muestra de debilidad, sino la demostración de que el Gobierno sabe adaptarse para cumplir su programa, sin renunciar a sus principios, pero integrando en las decisiones a aquellos que la ciudadanía ha situado con su voto en la posibilidad de influir.
Porque en democracia el propósito del gobernante no es el de atribuirse el poder en la mayor medida posible, y con los menos condicionantes posibles, sino administrar el poder que otorga la ciudadanía del modo que mejor beneficia al interés colectivo.
Eso es lo que hace este Gobierno. Y los resultados apuntan a que no lo hace mal.
Con la acción gubernativa y legislativa del equipo de Pedro Sánchez, los españoles ganan en derechos, en libertades y en bienestar.
Ahí está su fortaleza.