En la transición española Un centro comatoso, el regreso del pasado trasnochado de Vox, The Walking Dead, Y la esperanza del kirchnerismo español
El punto medio en la temperatura política suele pensarse que corresponde a las ideas tibias que al fin terminan enfriándose o calentándose en exceso hasta que la ebullición conduce a la explosión y con ello la mayoría de las veces a la desaparición, esto puede ser lo que acaba de pasar con Ciudadanos.
Nacido como una plataforma para la defensa de los “españolistas” o los castellanos parlantes en Cataluña, se convirtió en partido abrazando decían, la social democracia y el liberalismo. Equilibristas que fueron creando un pequeño culto a la personalidad de su líder, quisieron intentar una posición equidistante entre los extremos, sin que en realidad existiesen extremos; ya que por un lado las políticas alineadas con las derecha, básicamente con el Partido Popular, heredero de la antigua Alianza Popular, herederos de la extinta Coalición Democrática, etc. se mantenían también en un juego interno de equilibristas para que los partidarios de la ultraderecha que acogían en su seno, los herederos de la vieja Fuerza Nueva, o de los restos de las Partidos Falangistas que enarbolaban el nacionalcatolicismo, no se desmadraran. Por el otro lado en la Izquierda, los socialistas se enmarcaban en la socialdemocracia, albergando en su seno partidarios en ocasiones de un liberalismo económico, personajes estos últimos que condujeron la política económica en los años mozos de ciudadanos. ¿Por qué entonces insistir en la política centrista? la experiencia ha constatado de forma clara y suficientemente fundamentada el fracaso al que se ven sometidos todos los experimentos de pensamiento bipolar, para el afloramiento de una política centrista, UCD, el CDS, el efímero Partido Reformista Democrático (PRD, conocido como la Operación Roca, del político catalán Miquel Roca) y UPyD, entre otros experimentos de menor envergadura, que ya lo han intentado durante cuatro décadas.
El centrismo, que pretende ser una política moderada o inclinada al reformismo, constituye una tendencia en el seno de los partidos tradicionales, que han podido observar como en la segunda mitad del siglo XX, fracasaba el socialismo extremo, con la caída de la URSS o el paso de China y sus satélites hacia el comunismo de economía de mercado y por otra parte las ideas vetustas y anacrónicas del conservadurismo, que dejaban de ilusionar, tras haber probado los pueblos de la vieja Europa las bondades de la socialdemocracia, que actuaba como muro de contención al oeste del telón de acero, así que la tendencia a la moderación empezó a ser necesaria.
Los partidos a la izquierda de la socialdemocracia, no han encontrado su lugar en el mundo y tras la larga agonía de las ideologías, se resisten a dejar morir el hermoso sueño prometido; la igualdad, la libertad, la fraternidad, la camaradería, la justicia, el progreso social y sostenido; sueño que comenzó en 1789 con la Revolución Francesa, incluso antes con el Tratado de Paris en 1783, que dio lugar a la independencia de EE.UU. Un sueño que poco a poco entró en coma y que creyó despertar con la revolución de octubre del 1917, la construcción de una sociedad sin clases y que hace ahora 30 años, volvía a desvanecerse, aunque había entrado en coma en 1924, tras la muerte de Lenin, por no citar la esperanza incumplida de la declaración universal de los derechos humanos, hecha pública 1945.
La única luz que ilumina el camino hacia el progreso social se encuentra hoy en la socialdemocracia, incluso más, poniendo la vista en una exaltitud inaccesible, intentar superar el estado social de derecho construyendo y sosteniendo el estado de bienestar, para alcanzar una sociedad universal, apoyada en la justicia social, impregnando el fenómeno de globalización de contenido social, que es el propósito que se encuentra hoy en el deseo de los militantes socialistas.
Pero en una sociedad donde el patrón es la desigualdad, donde existe un importante colectivo de asalariados pobres, donde el trabajo es casi siempre, sobre todo en el comienzo, una cuestión de precariedad, que luego se cristaliza y se perpetua casi para siempre, donde la ciudadanía sufre el fenómeno de la pobreza energética, donde la xenofobia, el machismo, la homofobia, la intolerancia, son marcas de identidad, cuando existe una clara violación al derecho a una vivienda digna, condenando a muchos ciudadanos a la menesterosidad, comienza a crearse un caldo de cultivo para el advenimiento de los vendedores de sueños imposibles, de aquellos que pregonan que cualquier tiempo pasado fue mejor, de aquellos que cierran las puertas a sus semejantes y se atrincheran contra los demás, los de afuera, tiempo de los oportunistas vividores que en la inestabilidad encuentran su nicho para predicar, (a río revuelto ganancia de pescadores), es el momento propicio para la aparición de los nacionalismos extremos, de las dictaduras proteccionistas y los conservadurismos partidarios de la contención, de los neo fascismos y también de los peronismos ultramontanos.
Aun retumba en mi mente en onda cálida, los vaivenes del peronismo español, aquello de “los políticos de la casta”, “no somos de derecha, ni de izquierdas”, un movimiento donde caben todos para generar una nueva transformación y hoy, tras aquella vieja letanía, percibo su conversión en un partido de corte clásico (salvo el estilismo) del ahora denominado Unidas Podemos, vestido con el traje heredado del pasado, de la vieja Izquierda Unida, pero tal vez, solo tal vez, comienza a percibirse un cierto giro hacia la práxis.
En este escenario, reverdecen partidos como VOX, el centro pierde su espacio (otra vez) y Unidas Podemos, impulsa un nuevo intento que tiene como objetivo adueñarse del liderazgo de la izquierda, y con facie conciliadora se dispone a ser leal en un gobierno progresista de coalición.
Bienvenido a la realidad pragmática de este nuevo Unidas Podemos, cuyas semejanzas con el Kirchnerismo son irrefutables, pero su aporte brinda una oportunidad única para el desarrollo de las políticas socialdemócratas en la recta final de este primer cuarto de siglo.
En cualquier caso, una política del medio pelo , no vendrá a aportar todas las soluciones necesarias para los grandes retos de la sociedad española y en especial el grave conflicto de convivencia que sufre Cataluña, la precariedad laboral y la pobreza salarial y por último la nueva crisis cíclica en materia económica que se cierne sobre el panorama europeo.
Se hace necesario abrir una serie de reformas en profundidad, en materia social y laboral, abordar el tema catalán desde la perspectiva federal, otorgando a los estatutos de autonomía la consideración y las competencias de un estado federal y estimular con celo la economía productiva, generando nuevas expectativas y oportunidades de mercado, pero atendiendo especialmente al desarrollo de las nuevas tecnologías.
En cualquier caso, cuidado, el semáforo está en rojo, existe la grave amenaza de la ultraderecha parlamentaria puede llegar a bloquear las iniciativas de progreso, conseguir cercenar los propósitos estratégicos del nuevo gobierno. No olvidemos que para determinadas leyes y nombramientos como por ejemplo el de los miembros de CGPJ, el Congreso debe contar con los votos de VOX.
Se abre un camino largo y penoso para el transito de una legislatura difícil, en la que habrá que tener en cuenta los equilibrios internos y atender a las borrascas ultramontanas y cabe preguntarse, ¿qué puede pasar si los independentistas suman su bloqueo, (para la investidura o después para aprobar los presupuestos) a los trinitarios de la bandería azul, verde y naranja?
La derecha, tras anunciar que no haría presidente a Sánchez, ni por activa, ni por pasiva, ahora se ofrecen como salvadores de la patria.
Nace una gobernabilidad amenazada, inestable e insegura y es necesario una clara visión de estado y de progreso para posicionarse como país líder en Europa, puente para América Latina y China.
El resultado o las consecuencias acumuladas desde el 2011-2012 y hasta este 2019, pueden señalar el periodo transcurrido en estos últimos años de la transición, como la década infame, caracterizada por el austericidio, el empobrecimiento y la desigualdad como características de la sociedad española de este primer cuarto de siglo, la corrupción enraizada en el seno de la derecha gubernamental, el procés catalán y por último el retorno de la ultraderecha a la sede parlamentaria. España un puede permitirse otro fracaso.