Escucho con cierto estupor al ministro de cultura Miquel Iceta decir en la radio que 2023 va a ser el centenario de Jorge Semprún y que quiere preparar un gran homenaje no vaya a ser que en Francia se lo hagan con más dedicación que en su propio país. Miquel Iceta me parece el clásico ministro de hoy, alguien a quien le ha tocado el puesto en una de estas rifas democráticas, pueriles y desordenadas que tanto daño hacen ahora. Iceta no ha escrito un libro, no ha dirigido una película, no ha pintado un óleo, no ha trabajado nunca en la construcción de una plataforma cultural y sabe del mundo de la cultura lo mismo que yo de maquinaria automovilística… me dicen en casa que baila muy bien, pues vale.
Pero se trata de otra cosa. Otra forma de ver la política. A Jorge Semprún, cuya obra literaria es extraordinaria y tiene libros memorables, maravillosos, lo puso de ministro de cultura Felipe González, estuvo una semana pensándolo, aceptó, trabajó todo lo que pudo y cuando descubrió que no se daban las circunstancias óptimas para conseguir los propósitos culturales que deseaba, dimitió y se puso a escribir Veinte años y un día, absoluta joya de nuestra literatura.
Yo sueño un país donde los ministros sean los mejores en su puesto y que sepan como ninguno de lo que hablan, el ministro o ministra de sanidad: un gran médico y gestor, el ministro o ministra de economía: una gran economista, el ministro o ministra de igualdad… en fin… mejor no seguir.
Decir que se le va a hacer un homenaje a Jorge Semprún con grandeza para que no se lo hagan mayor los franceses define la forma de actuar de muchos políticos hoy, me pregunto cuantos libros de Jorge Semprún habrá leído nuestro ministro de cultura y que intención tiene de trabajar, de verdad, por quienes viven la cultura a diario y no encuentran la forma de abrir una librería, una galería de arte o un maravilloso, eterno y adictivo teatro. Me pregunto cuando descubrirán que la cultura es una industria y que tiene que ser defendida por profesionales y no entrar en el juego de los agradecimientos políticos y las pobres formas de la mediocridad.
Yo soy de Jorge Semprún y de Felipe González, mis hijos dicen que estoy anticuado, y es cierto, prefiero leer a bailar.