Me da la sensación de que la temperatura es como la voz, lo primero que se olvida, ¿pasaste frío en el invierno de 1986? Yo qué sé, eso no lo sabe nadie, ya lo digo, la temperatura se olvida. Aquí llevábamos ya unos años con inviernos muy leves, poca cosa, algunos días fríos, algunas noches y ya, empezaba tarde y acababa pronto, sin nieve, con poca lluvia…
Por eso este año estamos tan impresionados, la nevada del Día de Reyes no se va a olvidar en mucho tiempo, en San Rafael ha devastado jardines enteros (doy fe) y los daños son cuantiosos en otros lugares. Este año un día frío, muy frío, sucede a otro parecido y estamos en el inicio de enero, febrero puede ser también gélido, pero es todo cuestión de costumbre. El hombre al fin y al cabo es un animal de costumbres, con resignación se hace un poco a todo y hasta olvida lo peor, lo más turbio.
En 1940, en Madrid, se vivió el invierno más frío del siglo veinte y no es metáfora que también. En las noches se pasó de quince bajo cero y murió casi tanta gente de frío como de hambre. Me contaba Leopoldo de Luis como el éxito de los cafés de entonces radicaba en que se estaba caliente, muy caliente, no como en los pisos, donde, para colmo, no había calefacción… braserillo de mesa camilla, mantas, jerséis, calcetines y gorros para dormir. Y agarrarse mucho a la mujer o el esposo de uno, el que lo tenía, que no hay calor como el humano y fuego como el de uno mismo, vamos.
Así que paciencia, abrigo y sobriedad para recordar que lo de ahora, nuestro invierno, es un hermano pequeño, muy pequeño del invierno que pasaron nuestros abuelos, nuestros padres…