noviembre de 2024 - VIII Año

Francisco Rodríguez Adrados: in memoriam

Terra sit levis
(Inscripción funeraria)

Probablemente, en el ámbito de los estudios clásicos y muy particularmente en el de la filología española, el acontecimiento más destacado de 2020 será un acontecimiento aparentemente muy mundano, más del orden natural o del civil, desde luego, que del filológico: la muerte de D. Francisco Rodríguez Adrados (1922-2020). No será nada menos, ni seguramente nada más. Pero es que decir Rodríguez Adrados significa referirse a uno de los últimos grandes personajes de la cultura española que, en la segunda mitad del siglo XX y comienzos del actual, destacaron internacionalmente en las ciencias, las artes o el pensamiento. Fallecido en Madrid, el 21 de julio de 2020, con 98 años de edad, con él se va otro de los grandes maestros de esa generación. Como D. Luís Díez del Corral (1911-1998), D. Antonio Truyol Serra (1913-2003), o como D. Gustavo Bueno (1924-2016), grandes figuras casi imposibles de reemplazar, y que han ido dejando huecos que están siendo muy difíciles de llenar.

Muchos de quienes escriben o hablan en estas circunstancias, lo hacen por ser justo y hermoso que sean dichas bellas y memorables palabras en honor de los grandes hombres con ocasión de su fallecimiento. Y está bien. Pero quizá sea suficiente que, ya que D. Francisco Rodríguez Adrados fue uno de esos grandes hombres, se le honrase también, más allá del elogio que merezca, destacando sobre todo lo que en su vida y en su obra ha alcanzado trascendencia.

Filólogo de formación, se especializó en la filología griega, en cuyo dominio llegó a ser muy pronto una autoridad. En 1948 ganó la Cátedra de Griego del Instituto Cardenal Cisneros de Madrid, y en 1951, ganó la Cátedra en la Universidad de Barcelona. Y, al año siguiente, la de la Universidad de Madrid, con 29 años de edad. Su labor docente y formativa ha sido inmensa, y no sólo en España, pues ha sido reconocido mundialmente como uno de los mejores especialistas en filología griega y de las lenguas indoeuropeas.

Desde sus inicios, simultaneó sus magníficas traducciones, con las investigaciones que le conllevaron, con estudios de carácter histórico-filológico, como ya plasmó en su temprana obra, de 1948, El sistema gentilicio decimal de los indoeuropeos occidentales y los orígenes de Roma. Una obra ésta, en la que anticipa algunos de los fundamentos de su visión de la Historia Universal, que explicitaría en sus últimos años, en obras como El Río de la Literatura (2013), subtitulado “de Sumeria y Homero a Shakespeare y Cervantes”, en el que analizó la evolución de las diferentes literaturas del mundo y de los pueblos y lenguas que las dieron el ser, y su convergencia final en la Gran Literatura Universal, en la que destaca, por su cantidad y su calidad, el aporte literario efectuado por los autores de las lenguas indoeuropeas (sánscrito, persa, griego y latín clásicos, germano, celta, eslavo, y las lenguas modernas que derivan de ellas).

Colaboró y dirigió importantes proyectos de investigación en el ámbito de la Filología y en el de la Historia, llegando a ser Académico de la Española (sillón D), en 1990, y de la de Historia, en 2004. Desde mediados del siglo XX hasta hoy, Rodríguez Adrados participó en las más destacadas iniciativas de investigación sobre el idioma griego, el clásico y el actual, y sobre las lenguas indoeuropeas en general. Y también participó en los principales proyectos culturales abordados sobre el idioma griego, como el proyecto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que dirigió personalmente, para de elaboración de un diccionario de griego clásico y medieval por el que recibió el Premio de la Fundación Aristóteles Onassis, en Atenas (1989), en lo que constituyó el mayor proyecto lexicográfico de un diccionario griego-español. Y también recibió importantes condecoraciones y distinciones por sus estudios.

Como ya se ha indicado, y aunque nunca lo había tenido olvidado, en su última época se orientó hacia los estudios históricos. A partir del conocimiento que había obtenido de la evolución de las lenguas indoeuropeas, mediante la filología, concibió una importante visión de la Historia Universal. Para Adrados, las culturas prehelénicas (caldeos y egipcios, fundamentalmente) entraron en la historia universal de la mano de los griegos de la época clásica. Al igual que la tradición judáica, diferenciada y separada de la tradición caldea. Y no sólo porque las aportaciones de todos ellos se terminaron por expresar en griego, sino también porque pudieron incluirse en las categorías culturales introducidas definitivamente por la Grecia clásica. Y, aunque Grecia desaparecería definitivamente con Roma, su acervo cultural se trasfundió y conservó en la cultura greco-latina y, a través de ella, en la tradición cultural romano-cristiana y cristiano-europea. Para Adrados, en los dos últimos siglos, el resto de culturas no occidentales se encuentran en proceso de occidentalización, con todas las salvedades que se quieran objetar. Incluso, aquellas que se han manifestado adversas, como el mundo islámico, no dejan de tomar de la cultura occidental su modernidad, su técnica, su ciencia.

Pero la perspectiva de Adrados está inspirada por su visión optimista del futuro. Así, Adrados creyó que ese proceso de occidentalización, de modernización o de globalización, es un proceso que se está realizando en nuestro tiempo y que es muy prometedor. Y no porque entendiese que se esté produciendo una forzosa homogeneización cultural total impuesta por y desde esa “occidentalización”. En la perspectiva de Adrados, todas las tradiciones culturales están empezando a compartir en la actualidad, y cada vez más, un mismo espacio de valores universales que, pese a que han sido acuñados por nuestra tradición cultural, serán inevitable y finalmente homologados en todas ellas, porque racionalmente están llamados a imponerse.

Por último, fue colaborador habitual de muchos medios de comunicación, señaladamente de los diarios ABC y El País. Y también encontró tiempo para encabezar y difundir las campañas de defensa de los estudios clásicos en la enseñanza media. La Filología Clásica española le recordará siempre por su infatigable lucha en defensa de los estudios clásicos en todos los niveles educativos. A él se debe el haber conseguido preservar todo lo que hoy, poco o mucho, se mantiene de las materias clásicas en la Enseñanza Secundaria, tras superar los diferentes momentos en que su desaparición ha parecido inminente en los últimos años.

Descanse en paz.

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Archivo Entreletras

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