La fotografía muestra unos palés cargados con unas cajas blancas. El pie de página indica que es material sanitario que tendrá que marchar a Francia porque el Gobierno no lo paga… Es mentira, es un bulo, una fake new de tantas que asolan el terreno de la información, desconcertando a los lectores, cuya sensibilidad se encuentra en carne viva a causa de esta pandemia que estamos sufriendo.
Las fake news son ante todo una amenaza para el periodismo, pero sobre todo una enorme para la democracia, y noticias como la anterior la demuestra. Aunque hay que señalar que las hemos sufrido antes y, si no tomamos medidas, las seguiremos sufriendo cuando esta crisis sanitaria haya pasado.
Según opinión del MIT de Masachusetts el poder de la fake news es tan preocupante que mucha gente reconoce tener dificultad para distinguir lo que es verdad de los que no lo es. El afán de conseguir seguidores, clics, o de compartir contenido hace que, incluso cuando no haya malicia por medio, exista el riesgo de no tener tiempo de contrastar las fuentes, y por tanto muchos medios de comunicación están publicando noticias sin el rigor que debieran. Esto genera, como ya se ha señalado, la amenaza de la pérdida de confianza por parte de los lectores.
Llevado lo anterior a nuestro país, el 86% de los españoles tiene dificultades para distinguir entre ‘fake news‘ y noticias verdaderas tal y como nos muestra ‘El Estudio sobre el Impacto de las Fake News en España‘(1). También se importante señalar que cuanto más avanzada es la edad más complicado es distinguirlas. Y no olvidemos que la falta de formación también es un terreno abonado para la credulidad de estas noticias falsas.
¿Cuál es el motivo de estas fake news? Un 90% de la personas que las distribuyen creen que no son dañinas; un 7% por razones comerciales; sólo un 3% reconocen que lo hacen por hacer daño o menoscabar la fama de alguien.
Pero no todo son porcentajes. En esta distribución de la falsedad hay que sumar un concepto que surge en 2017: la posverdad, que no es más que la circunstancia en que lo objetivo influye menos en la gente que las emociones. De esta manera se pueden explicar fenómenos tales como las victorias de Trump y el Brexit, o el ascenso de la ultraderecha en España, cuyos discursos no soportan un análisis racional, pero sin embargo conmueven los tejidos más internos de nacionalismos y patrioterismos.
Curiosamente es este factor emocional el que hace que repliquemos mucho más las noticias que nos provocan ira que las que nos provocan tristeza. Esto confirma que las falsas noticias se crean para exaltar sentimientos negativos que pueden provocar llevado al extremo, odio, y que son aprovechadas por facciones políticas cuyo nombre no viene al caso, pero que está en la cabeza de todos.
¿Qué hacer para protegernos de estas fake news? Pues como con todos los virus intentar no entrar en contacto con ellas, si es posible. Suele dar resultados aplicar el sentido común. Antes de compartir como locos, comprobemos la fecha de la noticia, veamos si las imágenes que presenta están pixeladas o retocadas, si el texto tiene faltas de ortografía o no. También suele ser positivo acudir a las fuentes que se aluden. Y, sobre todo, huir de aquellos medios sospechosos, como blogs desconocidos, o perfiles que quieren imitar a los de personajes conocidos, pero deformando el nombre.
No son buenos tiempos para la verdad, pero con sensatez podemos vacunarnos y dedicarnos a lo que compete, que es acabar con esta pandemia y retomar nuestra vida, colaborando desde nuestras casas para que pronto volvamos a recuperar el pulso y la normalidad, el abrazo y el encuentro.
Nota: 1.- Realizado por la empresa de estudios de mercado Simple Lógica y el grupo de investigación en Psicología del Testimonio de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), dirigido por Antonio L. Manzanero (2017)