Por Carlos Carnero*.- | Junio 2018
El retorno del PSOE al Gobierno ha sido muy bien recibido en la Unión Europea. Y no porque nuestro país hubiera dejado de estar entre los socios más europeístas –a diferencia del sonoro caso italiano-, sino porque había dejado de contar entre los mismos.
La distancia entre estar y contar es particularmente relevante en una UE en la que la capacidad para avanzar en la profundización política depende directamente de la generación de amplias mayorías en condiciones de neutralizar argumentalmente a las minorías reticentes.
Minorías reticentes siempre las ha habido y siempre las habrá. El Reino Unido -con la excepción de algunos momentos del Gobierno Blair- se situó de oficio en ellas y, además, gozó de la compañía permanente o temporal de otros países, como los nórdicos.
Pero en los últimos tiempos han coincido, por primera vez en la historia de la construcción europea, la reducción de la fuerza de los europeístas y la aparición en el poder nacional –que no el crecimiento, porque antes no existían- de los antieuropeos. Y una cosa es ser reticente y otra distinta antieuropeo.
Por un lado, Alemania ha empezado a dudar de hasta donde avanzar a pesar de un Contrato de Gobierno nítidamente proeuropeo, dejando de situarse en idéntico nivel de ambición que la Francia de Macron.
Por otro lado, la formación de un Gobierno antieuropeo en Roma ha sacado del núcleo europeísta a un país fundador (cosa que nunca había sucedido) que, además, es la tercera economía del euro, alineándolo con quienes gobiernan con ideas no tan lejanas en Polonia y Hungría.
A todo ello hay que sumar, por cierto, que países como Holanda, Austria, Suecia, Dinamarca y Finlandia arrastran ostensiblemente los pies hasta el punto de no querer aceptar ni un solo poder adicional ni un solo euro más para la UE.
En esa compleja situación, solo faltaba -como lamentablemente sucedió- que la España de Mariano Rajoy actuara de forma pasiva en el debate sobre el futuro de Europa, dejando aún más debilitados a quienes desde París y Berlín siguen convencidos de que culminar la unión política y la unión económica y social no es una opción, sino una necesidad perentoria a la vista de los inquilinos de la Casa Blanca y del Kremlin y de la crisis económica de 2008, entre otros factores.
Así que la reincorporación de España al pelotón europeísta dando pedales con fuerza desde el primer momento ha representado una inyección de energía tan inesperada como bienvenida.
Que el Presidente Sánchez defina a su Gobierno como europeísta en los tiempos que corren, nombre Ministro de Exteriores a un antiguo miembro de la Convención Constitucional y Presidente de la Eurocámara, Borrell, y adopte como primera decisión política de su mandato la defensa de los valores europeos y humanitarios acogiendo a los pasajeros del Aquarius frente a la cerrazón de Mateo Salvini, lo dicen todo para las instituciones comunitarias y los otros socios de la UE.
El cambio en Madrid volverá a notarse con sonoridad a finales de junio en el Consejo Europeo (no lo olvidemos: una institución que adopta decisiones muy relevantes), en el que el Presidente socialista español se sentará en solitario con sus homólogos.
Merkel y Macron estarán seguros de que tomará la palabra para defender que la Unión siga dando los pasos necesarios en todos los ámbitos, así que no volverán a encontrarse con el silencio del colega español (literal o de contenidos).
Dicho todo lo cual es preciso pedir al nuevo Gobierno que sea firme en su propósito europeísta y no flojee en el empeño, a pesar de que habrá ocasiones en las que la tentación de hacerlo, sea por frustración de resultados o por cálculos de corto plazo, se haga presente
No hará falta que se tape los oídos para no escuchar esa tentación. Al contrario, bastará que recuerde que nuestro país tiene una ciudadanía cuyo apoyo a la unidad europea es atronador.
Algo que, asimismo, conviene cuidar fomentando el debate social sobre el futuro de Europa en España de forma estructurada en la perspectiva de las elecciones al Parlamento Europeo de 2019 y más allá.
- * Carlos Carnero es Director Gerente de la Fundación Alternativas y profesor en el Máster en UE de la Universidad CEU San Pablo. Ha sido Eurodiputado (1994-2009)