A algunos políticos habría que darles unas arduas sesiones de mnemotecnia. Olvidan todo lo malo, incluso no saben si tienen cuentas en Suiza o Andorra por ejemplo, o si conocen a tal o cual persona aunque hayan estado con ella multitud de veces y existan tres millones de fotos en donde se les ve juntos. Y esto es preocupante.
¿Cómo van a dirigir un territorio sin memoria alguna, olvidando cosas de forma continua? Mucha pastilla de fósforo les recetaría mi madre, que no es médico, pero tiene 86 años y es la voz de un conocimiento ancestral que se ha perdido con la modernidad y con tanta maquinita. Y si acaso no funcionara el invento, yemas de huevo batidas con coñac y azúcar por un tubo.
Algunos de estos desmemoriados parecen hircocervos salidos de una quimérica visión, a los que otorgaron -no se sabe por qué arte ni discernimiento sobrevenidos- el don para ventilar todos los desastres del mundo: los del pasado -si les dejásemos-, los del presente y, lo que es más sospechoso, los del devenir.
Lo malo de todo esto es que mientras que no los pillan se mueven con una soltura propia de príncipes. Parecen recién salidos de una piscina probática tipo Paolo Panini -como la que se expuso un tiempo en el Museo de la baronesa Thyssen-Bornemisza de Madrid-, mediante la cual, y debido a sus efectos benignos, responden con una lucidez propia de sabios asperjados con sacramentadas aguas. Un caso este personal, oiga.
Pero mientras los trincan o no, siguen ensayando poses que se imaginan dadas ante una masa enfervorecida que aún los aclama y a la que pueden seguir engañando, como hasta ahora, en este decadente devenir político que sin duda augura un invierno crudo, muy crudo y negro como boca de lobo, para algunos partidos de acá y acullá, si no se quitan de encima y a toda pastilla y los mandan directamente al juzgado de guardia, a aquellos que con sus viles acciones han desmoralizado a la ciudadanía hasta el hartazgo y con razones del color de los billetes de 500€, por cierto, desconocido por casi todos los mortales.
Estos mangantes de lo público, y de lo privado, porque les sacan tajada a todo lo que vuela a su alrededor, tienen (deberían tener ¡por dios y todos los santos!, que seguiría diciendo mi madre) los días contados en este país de mártires (ese es el papel de la ciudadanía ante tanta felonía), que si no llega a una revolución es porque no son tiempos de tales lides, aunque hay razones más que de sobra.
Hasta ahora estos individuos han estado en posesión de la emeth programática que les servía de guía para cometer desvaríos puesto que han llegado a ser conocedores a la perfección de los manuales de «buenas prácticas» redactados por Thomas Morus, Nicolás Maquiavelo o el genio tenebroso de Joseph Fouché, por citar algunos nombres.
En fin, sigo reiterando. Esto es una vergüenza inadmisible, señores gobernantes. Las prácticas mafiosas del PP para sacar tajada de lo público es de vergüenza. Para que dimitiera el presidente de dicho partido, vamos. Pero no caerá esa breva, no. Sabe el señor Rajoy, y muy bien, que al fin y al cabo gobierna a un pueblo dócil y sumiso.