El partido Ciudadanos ha sometido a debate y votación del Pleno del Congreso de los Diputados una iniciativa que pretende eso, por absurdo que parezca: despolitizar la política.
La moción presentada por la formación de Inés Arrimadas plantea literalmente que ‘Una democracia de calidad exige unas instituciones despolitizadas’, y que ‘la despolitización de las instituciones es condición irrenunciable de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho’.
La propuesta específica que ‘Entre dichas instituciones cabe sin duda citar el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo, RTVE…’.
Si bien, cuando se habla de las ‘instituciones’ de nuestra democracia y nuestro Estado de Derecho, cabría extender la exigencia despolitizadora al Gobierno, el Congreso, el Senado, los parlamentos autonómicos, los ayuntamientos, los partidos políticos…
En suma, esto es lo que reivindica Ciudadanos: instituciones políticas sin política. Hay quienes presumen que las siguientes reclamaciones del partido naranja, siguiendo la misma lógica, serán los periódicos sin periodismo, los hospitales sin medicina, y las orquestas sin música.
El planteamiento absurdo de Arrimadas y compañía obliga a aclarar que la política no es sino la disciplina que organiza el espacio público compartido, conforme a los valores y la voluntad de la mayoría. Así es cuando estamos en democracia, como es nuestro caso.
Por tanto, en cada institución de nuestra democracia puede hacerse buena política o mala política, política honesta o deshonesta, cabal o desastrosa, atenta al interés general o desviada hacia intereses espurios, cumplidora de la neutralidad partidista o claramente incumplidora de tal condición… Pero siempre se hará política. Es inevitable.
Porque, ¿cuál es la alternativa a hacer política en las instituciones de nuestro Estado de Derecho? ¿Quién adopta y cómo se adoptan las decisiones al margen la política? ¿En función de la autoridad del más fuerte? ¿Aplicando el poder del dinero? ¿A través de los intérpretes de la voluntad de Dios?
El discurso ‘despolitizador’ de Ciudadanos lleva a rememorar las célebres máximas del dictador Franco, cuando invitaba a los españoles a aquello de ‘Hagan como yo y no se metan en política’. Que manden los que tienen que mandar, sin cuestionarse las cosas…
El propósito de las derechas que llaman a la ‘despolitización’ suele quedar rápidamente al descubierto. Con Ciudadanos también ha ocurrido. Justo en el día en que se votaba la moción mencionada en el Congreso, se hacía pública la información de que el partido de Arrimadas había mantenido a sueldo de su grupo parlamentario a uno de los vocales de la Junta Electoral Central.
Es decir, aquellos que llaman a ‘despolitizar’ las instituciones se aseguran influencia ilegítima y trato de favor en esas mismas instituciones, comprando con dinero la voluntad de sus titulares.
No cabe mayor desfachatez e hipocresía. Despoliticemos las instituciones mientras yo me dedico a controlarlas por la puerta de atrás, para atender mis intereses particulares.
Así lograban Arrimadas y su partido que la Junta Electoral Central atendiera sus reclamaciones y recursos, zahiriendo a sus adversarios políticos. Con dinero.
Esta sí que es munición de calibre grueso para quienes buscan dañar el prestigio de las instituciones españolas desde el independentismo.
El populismo ‘despolitizador’ de las derechas puede dar algún rendimiento político a corto plazo para Arrimadas y compañía. Supongo. A medio plazo, sin embargo y con seguridad, resulta demoledor para nuestra democracia.
