La polémica surgida en torno a un mural donde aparecen una serie de mujeres que han reivindicado los derechos del ser humano vemos como hay ciudadanos que se oponen a esa reivindicación. No son pocos los que sólo saben ver en él una reivindicación feminista, lo que es un grave error. Es una reivindicación humanista porque ella nos implica a todos los seres humanos. Destacando un concreto colectivo víctima de una secular discriminado no es más que una reivindicación de la unicidad de derechos del ser humano, Nadie que presuma de defensor de los derechos humanos puede oponerse a ella. Quien lo hace – quien se opone al feminismo – y han sido demasiadas las voces que se han oído en ese sentido, con su discriminación atenta – “por sus obras los conoceréis”- contra el art. 14 de la CE78. ”Razones” para justificar la indecencia nunca les faltarán; jamás se ha visto una persona indecente que no sea también imaginativa; pero hace siglos que sabemos que una cosa es tener “razones”, y otra tener razón.
Esta actitud nos recuerda la denuncia de Concepción Arenal, cuyo bicentenario fue celebrado en el Ateneo de Madrid en 2020, que decía en su librito “La mujer del porvenir”. “La mujer más virtuosa e ilustrada se considera por la ley como inferior al hombre más vicioso e ignorante”. Hoy la ley está intentando eliminar los últimos vestigios de lo que todavía es un sentimiento intimo en millones de varones y aún de mujeres, refractarios al progreso intelectual de estos dos últimos siglos. Hay hoy Partidos Políticos que con mayor o menor disimulo hacen alarde discriminatorio de la mujer en la más íntima esencia de su programa electoral. Y si eso es algo que nos avergüenza como seres humanos, nos oprobia el ver su eco en el respaldo político que suscita porque revela que hay millones de varones y aun de mujeres que así lo creen.
Si se reivindica la indignidad de la marginación de los negros en los EEUU, todavía una realidad lacerante, eso no convierte en racista esa reivindicación sino en humanista. Otro tanto ocurre si se reivindica el derecho a la vida y a la ayuda no ya fraterna, bastaría que fuera solidaria, de quienes reivindican la indigna marginación de los exiliados que se practica en esta UE que reivindicamos como progresista y ejemplo de ética. Sus imágenes denunciando esta inhumanidad no son imágenes de paradisíacas playas caribeñas sino campos de internamiento de refugiados, fotos de CIE y de cadáveres de niños en la playa que apenas nos molestan unos segundos, Ésa es la reivindicación de esta obra de arte urbano que embellece un muro anodino, lo terrible del hecho es que esos políticos han sido elegidos por millones de personas que aplauden su comportamiento en el gobierno de la convivencia, facultad obtenida en las urnas. Son gente que confunde el acto de creación con el de destrucción. Cierto que no puede sorprendernos tras el antecedente de la eliminación de nuestra expiación publica de vergüenza colectiva, como seres humanos, que es el primer paso en el camino del respeto a nuestra dignidad, cuando se retiraron unas placas del cementerio de la Almudena en expiación de la vileza de los asesinatos cometidos allí en 1936. Un testimonio que debía avergonzar a todos, pero que revela que todavía hay muchos dispuestos a repetirlo, como esos generales que proponen fusilar a 16 millones de españoles para que España regrese a la inmundicia que fue ¡y aún tienen eco!
No hubo en España esa solución de continuidad que si lograron otros países como Italia y Alemania; y nuestra vecina Portugal, que el ejemplo no puede ser más próximo. Ellos recuperaron la democracia rompiendo con el similar sistema fascista que sufrimos durante más de 40 años, que de modo específico marginaba a la mujer legalmente considerada un elemento ancilar del varón. No como nosotros, que seguimos anclados en lo que se denominó, “transición a la democracia” cuyo fin pleno seguimos sin lograr. Y digo esto porque no puede negarse que hemos dado notables pasos en la buena dirección, pero el fin todavía sigue lejano.
El pecado original de su creación, que no es vano el refrán que nos dice “de tal palo, tal astilla”, no impide reconocer que la astilla tiene virtudes de las que carecía el palo que lo engendró y que felizmente, ha desaparecido. Pero, siguiendo este metáfora maderera, debemos recordar que los pecados originales, según nuestra tradición cultual cristiana, sólo se eliminan por el bautismo que en este caso pasan por las urnas inevitablemente ;unas urnas donde se pueda elegir al Jefe del Estado para que sea verdad lo que dice el art. 1.2 CE78 “la soberanía residen en el pueblo español de donde eliminan todos los poderes del Estado”, porque arteramente de ese texto se ha eliminado la palabra todos, aunque no era necesaria, porque para que ese todos – escamoteado – no fuera implícito y obligado su entendimiento (art. 3.1 CC) tendría que haber dicho expresamente algunos poderes del Estado, y no lo ha hecho.
Sólo así, de paso, se respetaría el art. 14 que prohibe toda discriminación. Es curioso que ante este artículo sea unánime el deseo de acabar con la discriminación con la que el Título II de la CE78 discrimina a la mujer, a la que rebaja en sus derechos respecto al varón, para ser Jefe del Estado (50 % de discriminación intrafamiliar) y no ve la mayor al resto de las familias (99,9999 % de discriminación extrafamiliar) cuando no la acepta con pasividad inconcebible.
Se pretende justificar el proyecto de destruir esa obra de arte urbano que enriquece a vista, alegando que sólo son “mujeres” y aún de “izquierdas”. Y si el primer alibí es ridículo, cuando se reivindica la marginación de los negros en los EEUU no se recurre a fotos de blancos, la segunda no deja de tener su razón de ser. Sin duda podría haberse incluido perfectamente en el mural a Stª Teresa o a Sor Juan Inés de la Cruz, a las que nadie creo que motejaría de “izquierdistas” ¿o sí lo eran?; y aun podrían tachar la inclusión de Clara Campoamor, pese a que si logró que la Constitución de la II República reconociera el voto de la mujer fue con el apoyo de muchos partidos de derechas que hoy, si no se atreven a retirarlo no es por falta de ganas.
Los seres humanos no nos diferenciamos en blancos y negros, varones y mujeres, nacionales e inmigrantes. aborígenes y colonizadores, católicos y protestantes, cristianos y musulmanes, etc. etc., como muchos se empeñan en hacer para negarles “el pan y la sal” a los que no son de su “parroquia”. Esa actitud discriminatoria ha cristalizado en el acrónimo “wasp”, white (blanco), anglo sajones y protestantes que da lugar a titulares como: “los norteamericanos están horrorizados porque en un futuro próximo los “wasp” serán minoría.
Termino con una anécdota que no me canso de repetir hasta que se haya convertido solo en una anécdota de tiempos pasados, porque todavía tiene vigencia su recordatorio. Cuando Einstein ingresó en los EEUU para ser catedrático en la universidad de Princeton tuvo que hacer los trámites aduaneros correspondientes: Naturalmente iba acompañado de un funcionario importante de la Administración para ayudarle en todas las dificultades que pusieran surgir. Tuvo, como todo el mundo, que dar su filiación, lugar y fecha de nacimiento, nombre de sus padres, último lugar de residencia etc., que el funcionario de turno anotaba en su ficha. Cuando le pregunto cuál era su “raza”, contesto “humana, por su puesto”. Me imagino el desconcierto del funcionario que, consciente de a quien le estaba tomando la filiación no respondió nada y puso “caucasic”, que es como allí identifican a los blancos.
Y concluyo recordando la conversación de que mantienen en la película “adivina quién viene a cenar esta noche” de mediados del siglo XX entre Sydney Poitier, un exitoso médico negro, con su padre, un cartero negro, que no ve con buenos ojos que su hijo se quiera casar con una chica blanca: “Papá, yo te quiero mucho; jamás podré agradecerte bastante todo tu esfuerzo que me permitió a mi llegar a ser lo que soy, lo cual, por otra parte era tu obligación como padre; pero lo que pasa es que tu no puedes dejar de sentir que eres un negro y yo lo que siento es que soy un ser humano”.
Estimamos en el S. XXI, pero todavía hay personas que están ancladas en lo peor del S. XX con aquel locura de la pureza de la raza que sólo veía en la mujer un elemento de propagación de la raza “superior”; personas que están por detrás de lo que los más decentes e inteligentes pensaban ya en el S. XIX; personas que no piensan lo que todo el mundo pensaba al principio del mundo hasta que, por la vía de la fuerza física irreflexiva, construyeron una sociedad donde había personas libres, siervos y esclavos, varones y mujeres y que todavía hay hoy y aquí, en pleno S. XXI y en países que presumen, no sin razón, de ser culturalmente desarrollados; pero que se empeñan en demostrar a diario, que no lo están del todo.
Decía Concepción Arenal en el preámbulo de su libro “La mujer del provenir”: “toda mi ambición se limita a que, al concluir estas páginas, dudes y digas, primero para ti y después para los otros: ¿Tendrá razón esta mujer en algo de lo que dice?”. Sin duda no tenía algo, tenía más.