Ha terminado la campaña electoral. Han votado los ciudadanos y las ciudadanas. Se presentó un primer candidato a Presidente ante el Parlamento, y no recibió su confianza. Se presentó un segundo candidato y la obtuvo, por mayoría absoluta, de manera legítima y contundente.
Las Cortes Generales se han constituido. El Gobierno ha tomado posesión. El Jefe del Estado ha inaugurado solemnemente la Legislatura XV para el Congreso y el Senado.
Nuestra democracia funciona como un reloj, conforme a las reglas del juego de la Constitución de 1978. Con ruido, sí. Con mucho ruido. Pero a pesar del ruido.
Ahora toca bajar el diapasón. A todos.
Es lo que espera la ciudadanía. Durante las campañas, los partidos se enfrentan. Durante las investiduras, los proyectos confrontan. Es el tiempo de la gran discusión partidaria.
Ahora lo que corresponde es que unos gobiernen y otros ejerzan la oposición. Atendiendo unos y otros al interés general. Ejerciendo unos y otros la máxima responsabilidad en el ejercido de las funciones que la ciudadanía nos ha asignado.
Es verdad que los comienzos no han sido buenos. Demasiada tensión, descalificaciones inaceptables, manifestaciones y escraches a partidos democráticos, equipos que parecen elegidos para el combate antes que para el entendimiento…
También es cierto que en unos meses se pondrán las urnas de nuevo, en Galicia, en Euskadi, y para el Parlamento Europeo.
Pero la ciudadanía necesita un respiro. Las instituciones tienen que ponerse a funcionar en clave de construcción y no destrucción. Y la política debe presentarse como una disciplina al servicio del pueblo soberano, y no como una actividad continuamente autoreferenciada, ruidosa, molesta e inútil.
Hay tareas muy relevantes e inaplazables. Hay que subir el salario mínimo y elevar las pensiones conforme a la ley. Hay que aprobar unos nuevos presupuestos generales, para dinamizar la economía, para ayudar a la creación de buenos empleos y para echar una mano a los que peor lo pasan. Hay que lograr que los precios se contengan. Hay que afrontar el problema del acceso a la vivienda entre los más jóvenes y el de la carestía de las hipotecas para los que lograron comprar. Hay que proteger a las mujeres amenazadas por el machismo.
Y hay que parar dos guerras, cuyas víctimas nos interpelan cada día.
Dejémonos de ruidos y vamos a la tarea.