Todo libro es el resultado del trabajo conjunto y el intercambio de pareceres entre los personajes que encarnan y soportan la trama: Autor, Protagonistas, los Lectores, Narrador. especialmente el Narrador. A este último, en esta oportunidad, le ha sido asignado dicho papel.
A lo largo del tiempo el papel de narrador se me ha ido quedando adherido a la piel. Otros consideran que tengo el don de la ubicuidad, que soy capaz de opinar como partícipe sin extralimitarme sugiriendo que mi texto pone de manifiesto, con exactitud, las ideas del conjunto.
Hay quien opina que mi experiencia como secretario de actas de toda reunión de más de dos personas demuestra el suficiente respaldo. Para que nadie se lleve una idea poco clara de mi posición: afirmo que no tengo datos suficientes para optar por el regreso o no regresar.
En ocasiones se establece una alianza entre el narrador, los narradores y el autor, para someter a los personajes a su entera voluntad. Se trata, pues, de romper la baraja, otorgar voz propia a los personajes, con ciertas limitaciones. Y poner a los tres grupos en una relación más igualitaria, obligarlos a jugar a tres bandas y ver cuál es el resultado.
El autor, frecuentemente, se oculta o escuda tras el narrador (omnisciente, segunda persona del plural, etc,) asigna puntos de vista, a los personajes de forma inconsulta. Así, se hace difícil al lector, precisar el grado real de compromiso del autor o su propio pensamiento y convicciones.
La secuencia podría ser la siguiente:
– Un narrador toma la palabra y va presentando, según su criterio, a los personajes y la propia trama.
– Algún personaje lo cuestiona apuntando el alto grado de subjetividad.
– El primer narrador da paso a un segundo. La realidad ya no es la misma, pero los personajes insisten en que tampoco lo es esa realidad literaria y exigen su derecho a tomar la narración en sus manos.
Para escenificar lo antedicho, se auto-convocó la presente reunión que deberá llegar a una resolución, durante demasiado tiempo esperada.
Mientras, fue el silencio. Ahora es el tiempo de la palabra.
Algunos coincidieron allá en distintos partidos políticos, sindicatos, movimientos estudiantiles, movimientos vecinales u organizaciones armadas.
Al principio. gastaban mucha energía discutiendo los caminos más cortos para acceder al poder y depositaban sus esperanzas en la capacidad estratégica de su estructura militar. Pero ese tiempo resultó más corto del que habían señalado las diferentes conducciones y, lo que no se preveía se presentó en términos de unas fuerzas armadas y de seguridad reforzadas y con un desprecio mayúsculo a los valores éticos y republicanos.
Terminado el jolgorio comenzó aquello de contar las bajas, buscar aguantaderos, ser secuestrados, torturados, desterrados, capturados y encarcelados en centros ilegales y secretos, asesinados, desaparecidos. El gran vals del genocidio recurrente.
Conforman un grupo pequeño pero representativo de aquellos que recuperada la democracia optaron por mantenerse en las numerosas ciudades de acogida. Se trata de personas comunes, profesionales, funcionarios, trabajadores cualificados, amas de casa, jubilados, alguno tuvo responsabilidades políticas, no muy importantes, en el país de origen. Una es directiva en una gran empresa. otra está al final de su carrera artística, aquel es periodista. Todos se consideran progresistas, tienen un pasado más o menos militante.
Con el tiempo se han acostumbrado a narrarlo en décadas, que ya son varias y les facilitaron una mayor integración en las diferentes sociedades mayoritarias, aunque también un suave alejamiento personal dentro del grupo.
Amelia dice que el tiempo fluye pero, a pesar de los grandes hechos calificados como históricos, no hay cambios en las situaciones que deben afrontar las gentes. Tiempos cambiantes, los mismos problemas. El futuro permanece esquivo, la esperanza se reduce a momentos de alegría. Los éxitos, escasos, son tan efímeros que puede negarse su existencia.
Se trata del viaje. Las narraciones personales – planos secuencia – son parte del gran viaje; ¿hacia dónde? Hay una compañera, Teresa, que atraviesa todos los relatos buscando los restos del abuelo-padre-hijo. Necesita encontrarlos, hubo una vez que lo supo, pero lo ha olvidado. Necesita vivir en la memoria. En realidad más que navegantes, son náufragos que vagan por un tiempo sin memoria, expatriados, auto-exiliados, entre los residuos de las expoliadas utopías.
Juan Pablo: Papi, acaba de llegar el Nano Catani ….Y el Flaco ¿dónde está, por que no sale a recibir a los convocados?.
¿Podemos ir al prado a jugar a la pelota con el Pepe?…Si no rompen ningún…¿Y cómo podemos saber si romperemos o no un vidrio de ventana? …!No nos hinchen las bolas!…..Trato hecho.
Catani informa que el Negro y la Beba deben estar al llegar los pasamos en una curva cerradísima …. Y Graciela no puede aguantar y: Nano siempre el mismo, a ver cómo te portás en la reunión.
Los participantes llegan con media hora de retraso. El Nano, asume la dirección de la reunión. … Creo que tenemos un tema que hemos evitado analizar en común y hemos dejado que tan importante cuestión se convirtiera en meros procesos de análisis y decisiones individuales. Cuatro décadas viviendo aquí, con diferentes grados de integración, algunos convertidos en abuelos y más interesados en consolidar una familia y menos concernidos por los discursos políticos imperantes en los países de origen.
Ana, nacida en el exilio y madre reciente de un Bebé explica su posición realzando la seguridad física, económica y ciudadana como baremo decisorio.
Fueron interviniendo otros afirmando que la inseguridad en todos los aspectos de la vida allá, impiden dedicar el mínimo esfuerzo en pensar un proyecto de vida en aquellos países. Al menos, Amelia, en el mediano plazo. Entonces, Roberto sentencia: !No se hable más de esto! Ya hemos malgastado buena parte del tiempo reservado para mejorar nuestras situaciones laborales, profesionales, familiares y relaciones con la población nativa.
El Nano, hace un retrato de la realidad y prefigura lo que podría ser en un futuro. En resumen; mantener la cohesión del grupo, Seguridad y Bienestar.
Al Nano no se le escapa que algunas posiciones conducen al papel de la organizacíón política que obviamente no existe y ya no se la espera. Para evitar una farragosa discusión nos lee unos versos en un poema de León Felipe que dicen:
“Pero ya no hay locos, amigos, ya no hay locos,Se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto y … ni en España hay locos. Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo. Oíd … esto historiadores, filósofos, loqueros. Franco…, el sapo iscariote y ladrón en la silla del juez …”
El Bebé de Ana no soporta el dolor provocado por la salida de los dientes y su llanto da por finalizada la reunión.
El entorno, la propia casa y las relaciones de tantos años entre los amigos tienen un tono sosegado, contenido. Tan diferente a las agitadas reuniones del principio del destierro
Pepe solicita a su madre permiso para quedarse a dormir.
Todo se expresa en presente, hay quienes hablan o son referidos en tiempos diversos, pueden asimilarse a un largo presente continuo.
Al viaje no es posible asignarle una dirección precisa. Cada cual deberá encontrar la orientación y el objetivo. A veces los viajes particulares coinciden, dan la sensación de avance, otras veces chocan, se entrecruzan, la aguja de marear enloquece; ¿se retrocede?
En tiempos de los abuelos la Revolución era tangible, los padres la pusieron en duda, para ellos la utopía corre el riesgo de disolverse en la mirada de escépticos espectadores. Son los últimos utopistas, condenados al extrañamiento, la soledad, la extinción.
El Flaco es consciente de la crisis ideológica, la deserción, el viraje hacia la pequeñez de la vida cotidiana individual. No tiene respuestas. Se resiste a la derrota, busca en los presentes anteriores las causas; en algún detalle, en algún sitio deben hallarse los orígenes. El Flaco logra acaparar la atención de los presentes. Leamos o releamos a León Felipe, a lo mejor él tiene las claves de lo que ha venido pasando.
Las respuestas no importan, lo que sustenta la vida y mantiene el aliento es la propia andadura; el viaje individual, irrenunciable, en el que se descubre, por el camino, a los amigos.
En ese fin de semana se revelan secretos, resurgen pendencias, son capaces de superar diferencias, reconciliarse más allá de los agravios.
Los amigos se van retirando como llegaron, de a pocos y de a poco. Los anfitriones resuelven poner en orden la casa. Suerte que esta reunión no se repetirá muy a menudo.
Las esperanzas que los adultos ponen en sus hijos y nietos ¿serán suficientes?
El atardecer aplaca los sonidos del entorno.
El tiempo fluye apaciblemente.