Donde una muchedumbre de pupilas se enciende,
resbalando, invisible,
por las denunciadoras paredes despobladas.
Rafael Alberti “Retorno de lo vivo lejano”
Fue cercano, de modales agradables y mucho más moderno de lo que pudiera parecer. Firme en sus ideas, provocó desde joven una incomodidad en los ‘políticamente correctos’. Su pensamiento, un tanto heterodoxo, daba lugar a más de una controversia.
Es de esas figuras que incitan a saber más de él y de sus circunstancias. Desmiente por su actitud y su horizonte de transformación que el pasado haya pasado a la historia. Es más, sus testimonios siguen siendo responsables, abiertos y, en cierto modo movilizadores. Una de sus principales preocupaciones era transmitir a los que le rodeaban, inquietudes. Es uno de los pocos hombres que enseñó a vivir y, eso es de una importancia impagable.
De cuando en cuando, es oportuno echar la vista atrás. En este diciembre de 2023 el cinismo, la ley del más fuerte o el abandono táctico de muchas causas nobles, nos deprime. Los neopopulismos y las oscuras fuerzas conservadoras y reaccionarias, de un tiempo a esta parte, no pierden ocasión de menospreciar, atacar y ningunear a los Sindicatos de clase.
En estas circunstancias quiero dedicar mi colaboración para Entreletras a Vicente Lombardo, que no sólo fue un sindicalista destacado, sino también, un pensador y un político de tendencias marxistas.
Vicente Lombardo tuvo una sólida educación. Cursó la carrera de Derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Sus expectativas, lecturas y conocimiento de la historia de las ideas le empujaron a doctorarse en Filosofía en la UAM (Universidad Autónoma de México).
Iremos desgranando sus actividades políticas y sindicales, donde puso de manifiesto su entereza, capacidad organizativa, habilidades polemísticas y firmes convicciones democráticas. Cometió errores, incurrió en contradicciones y se granjeó enemigos, mas su ‘haber’ es mucho más amplio que su ‘debe’.
Su actividad como líder sindical fue incesante y fructífera en el México post revolucionario. Tal vez, lo más destacable es su permanente praxis encaminada a que los trabajadores mexicanos adquirieran conciencia de clase. Un detalle que no debe pasar desapercibido en su labor concienciadora es que fue el fundador de la Universidad Obrera de México. La preparación y formación de los obreros era para él de una importancia decisiva.
Aunque algunos no han dudado en echar lodo sobre su memoria, negándole sus incuestionables logros; todavía sigue siendo un resplandor de fuego no apagado, un referente. Quiero evocarlo convocando y encabezando huelgas y luchando, a brazo partido, porque avanzasen las reivindicaciones y los derechos de los más vulnerables.
Su figura debe darse a conocer y reivindicarse. Hoy como ayer, los reaccionarios siguen propagando su basura que hacen pasar por ideología, donde el ataque a los Sindicatos es una constante.
Su trayectoria en defensa de los trabajadores no hay que contemplarla solamente, desde una perspectiva historicista. Su ejemplo sigue vivo. Su estrategia y sus prácticas, adaptándolas a las circunstancias del presente, continúan marcando un camino a seguir.
Si observamos con cierto detenimiento las actuaciones sindicales en lo que va de siglo, tanto en Europa como en América latina, hemos ido pasando de la esperanza al miedo, dejándonos enredar por el pesimismo reinante con sus involuciones como indeseable corolario. Es preciso recorrer el itinerario inverso: vencer el miedo y creer en la capacidad transformadora que ha acompañado los mejores momentos de la historia política y sindical.
Hay que recordar con orgullo y admiración, todo lo que se debe ‘al activismo sindicalista’. Vicente Lombardo, si bien se mira, fue más gradualista que revolucionario. Tenía una intuición sagaz y una nada desdeñable capacidad analítica, que en no pocas ocasiones le sirvió de guía aunque le granjeó incomprensiones y reveses.
Aprendió el difícil arte de estirar la cuerda sin romperla, moviéndose entre una firme resistencia y una ductilidad para negociar y llegar a acuerdos. Obviamente, los sindicalistas que creen en el diálogo, como un elemento indispensable para resolver conflictos, son los que con el paso del tiempo, dejan huella.
Para negar sus méritos y sus logros, hay que tergiversar la historia, llenarla de infundios y recurrir a una falta de escrúpulos, a una doblez cínica y a lo que, de un tiempo a esta parte, se vienen denominando ‘posverdades’. Por el contrario, un poco de rigor obliga a considerar las dificultades de todo tipo a las que el movimiento obrero hubo de enfrentarse, así como la dirección que Vicente Lombardo imprimió a las actuaciones sindicales que posibilitó conquistas cuyo valor no puede ponerse en duda. Practicó con lealtad, algo tan difícil como ser fiel a sí mismo… es decir, a los valores y convicciones en los que creía. Por todo ello mientras era admirado por unos, otros, interesadamente, lo cuestionaban recurriendo la mayoría de las veces a burdas manipulaciones.
Lo cierto es que era intuitivo, rápido, con los años aprendió a tomar decisiones arriesgadas mas solía actuar con prudencia y sin dejarse arrastrar por la ira, que casi siempre es mala consejera.
Por sus venas corría sangre española-italiana-sefardita. Bien mirado, en su carácter y en su ‘modus operandi’, hay ‘un cierto aire garibaldino’. Hoy, cuando las ideas transformadoras y las luchas sindicales son, prácticamente, un arpa en abandono, cuando hay que sacar fuerzas de flaqueza, proseguir las reivindicaciones creyendo en la luz de la vida, volver la vista atrás y recordar los sacrificios de quienes lucharon por mejorar las condiciones de vida, es una obligación, un deber de memoria. Tener presente los ejemplos de quienes nos han precedido es quizás, el mejor estímulo que entronca con el sacrificio de quienes han sido capaces de despejar el camino de obstáculos.
Una pregunta pertinente, sin duda es ¿cómo nació el sindicalismo de clase en México? Habría que comenzar señalando que partiendo y superando las insuficiencias del mutualismo y el cooperativismo. Desde que dio sus primeros pasos insistía en que el respeto, la tolerancia y, sobre todo, la solidaridad eran elementos indispensables para caminar hacia la igualdad, hacia el progreso y hacia el bienestar social. Nadie o casi nadie habla de eso, mas hay que tenerlo muy presente.
Pronto aparecieron aquí y allá los llamados ’charros sindicales’. La corrupción y la ausencia de democracia interna, fueron erosionando las posibilidades transformadoras del sindicalismo. En esta visión retrospectiva es inexcusable analizar, con rigor, el enfrentamiento dialéctico que se produjo entre quienes combatían la corrupción y promovían la democratización interna y quienes, por comodidad o interés, se dejaban envolver en las redes de un sistema que iba abandonando progresivamente sus ideales emancipadores.
Los sindicatos aportaron a la cultura política mexicana la importancia de la negociación y, sobre todo, de una organización sólida y disciplinada, requisito indispensable para avanzar.
La divisa de Vicente Lombardo bien pudo ser unidad, organización, ampliación de derechos laborales y una firme resistencia frente a los abusos y agresiones. Su trayectoria, paso a paso, fue coherente. Pronto ocupó la secretaría general de la Confederación de Trabajadores de México.
Tenía ideas claras. Era un internacionalista convencido y, por tanto, había que fortalecer la Confederación de Trabajadores de América Latina. En unos años convulsos ocupó también, la vicepresidencia de la Federación Sindical Mundial. Sus esfuerzos iban encaminados a la construcción de una sociedad socialista.
Otra de sus facetas destacadas es la de político. Fue Diputado al Congreso en varias ocasiones. Tuvo, como es lógico, aciertos y reveses. Fundó el Partido Popular Socialista, llegando a ser candidato a la presidencia de la República Mexicana en 1952, aunque no logró su propósito.
Su vida, su lucha y los derechos y libertades que consiguió para los trabajadores han dejado huella. Está enterrado en la Rotonda de Personas Ilustres, un lugar reservado a héroes, dignatarios y figuras de prestigio. Merece destacarse que a su entierro asistió el ex presidente Lázaro Cárdenas, que tanto hizo en favor de los exiliados españoles. Su antifascismo fue una de sus características más acusadas. Por este motivo las fobias contra él, provenientes de la oligarquía y sus aliados fueron una constante.
En su visión de la realidad estaba siempre presente una desconfianza, más que justificada, hacia los Estados Unidos y sus manejos imperialistas. Tuvo dudas y vacilaciones. Fue acusado de romper la unidad, mas el partido que fundó acabó uniéndose y formando parte del amplio Frente Democrático Nacional. Los vaivenes de PRI (Partido Revolucionario Institucional) con sus miserias, claudicaciones y abandonos son una perspectiva adecuada para valorar las actuaciones que llevó a cabo y que su partido continuó. Esta aproximación a Vicente Lombardo quedaría incompleta sin su faceta intelectual de pensador y divulgador de sus ideas emancipadoras.
De entre sus obras quiero destacar especialmente, dos ya que son documentos muy interesantes para conocer las andanzas y tribulaciones del México de ese momento histórico. La primera de ellas “Teoría y práctica del movimiento sindical en México”, la segunda “El sentido humanista de la Revolución Mexicana”, pone de manifiesto que sus planteamientos nunca fueron de un materialismo ramplón y simplista sino que se sentía heredero del humanismo y de los ideales igualitarios y solidarios de la Ilustración.
Hoy, cuando sobra desinformación, se tergiversan los hechos históricos sin pudor, y crece y se expande un peligroso adanismo, se echa de menos el rigor en la divulgación histórica. Por si esto fuera poco, frente a tantas rotundas afirmaciones, que incurren con frecuencia en el negacionismo, la sal de no pocos planteamientos políticos y sindicales, reivindicativos y con frecuencia, a contracorriente, es un poco de sano escepticismo.
Vicente Lombardo fue capaz de canalizar la indignación de los trabajadores y organizarlos sindicalmente para que defendieran sus derechos laborales y ampliaran sus libertades cívicas. Su infatigable labor sindical pretendía –consiguiéndolo a veces- dar una respuesta coherente y vertebrada al sufrimiento a la explotación, a los abusos y a la ausencia de derechos. Bien mirado, el sindicalismo de aquellos años, es una respuesta valiente a la barbarie.
La autoridad moral se conquista y Vicente Lombardo, se la ganó con creces. Los más vulnerables confiaban en sus palabras esperanzadoras. Cuando la inseguridad y el miedo aguijoneaban y la miseria, amenazaba con retrocesos a lo tan trabajosamente conseguidos, la confianza en la estrategia de los líderes es un elemento de firme cohesión.
Era un excelente orador. Insistía una y otra vez, en que frente al caos, las provocaciones y la bota de la oligarquía, que apretaba y oprimía, había que poner unidad, solidaridad y un firme sentido de la justicia.
Frecuentemente pienso que el sindicalismo es un estímulo de supervivencia, que incorpora a la lucha por mejorar las condiciones de vida, un compromiso con los valores éticos.
Me parece justo señalar que algunos intelectuales y críticos han destacado de su figura su carácter tolerante y una disposición permanente a escuchar a los demás. Para quienes deseen ampliar el conocimiento de este insigne mexicano y su legado, habría que decir que fundó revistas y que sus artículos aparecían en periódicos como El Heraldo, El Excelsior o El Universal. Es curioso y, por eso lo reseño, que fue también autor de guiones cinematográficos.
Como ya hemos comentado fue un polemista ágil, bien informado, que gustaba de contrastar ideas. Por eso, me atrevo a sugerir que se consulte “La Izquierda en la historia de México” o su original e interesante texto “Partido de cuadros / partido de masas”, paralelo al debate que tenía lugar en Europa en los años sesenta y primeros setenta. Mención aparte merece “Polémica Caso Lombardo” donde ambos pensadores sometieron a reflexión y crítica las relaciones y la compatibilidad o incompatibilidad entre materialismo e idealismo.
Las anteriores reflexiones tienen una finalidad propedéutica. En tiempos tan acelerados como estos, de vez en cuando, merece la pena sosegarse y meditar. Muchas veces somos injustos con el pasado. Minusvaloramos y despreciamos a los Sindicatos de clase y sus logros. Por eso, invito a darle una vuelta a la pregunta ¿qué debemos a los Sindicatos?
Merecería, sin duda, un extenso ensayo. Quiero limitarme a qué tanto en nuestro país como en México, al igual que en otras partes, han contribuido poderosamente a mejorar las condiciones laborales y a democratizar la sociedad. Pensemos, un momento, en la negociación colectiva, en la salud laboral, en la seguridad en el trabajo, en la jornada de ocho horas, en el establecimiento del salario mínimo, en el derecho a la prestación por desempleo o por no citar más que un último logro, la prevención de accidentes laborales o una pensión digna. Podrían citarse muchos más ejemplos, mas no será posible sin sonrojarse, responder con los tópicos al uso a la pregunta ¿para qué han servido y sirven los Sindicatos?
Sopesar adecuadamente y matizar es siempre un ejercicio de inteligencia y contención que evita excesos, negacionismos, fake news o tergiversaciones.
Todos, en mayor o menor medida, actuamos con varas de medir sesgadas. A ‘sensu contario’ la realidad es compleja, está llena de recovecos, de zonas oscuras… y de líneas rojas que no podemos transgredir sin dejar de sentir respeto por nosotros mismos.
La labor de los sindicatos de clase, como demostró Vicente Lombardo en México o Pablo Iglesias, Largo Caballero y Nicolás Redondo en España, puede y debe ser juzgada con ecuanimidad, racionalidad e incluso poniendo en valor los vínculos emocionales que nos ligan al pasado y que nos obligan a un comportamiento digno en el presente.
Continúan siendo importantes –se diga, lo que se diga- los valores morales. Tampoco estaría mal que mejoráramos nuestra información y que nos procuremos unos datos y enfoques sólidos y veraces sobre los asuntos controvertidos y las interpretaciones diversas y plurales que ha tenido y sigue teniendo la labor sindical.
Los sindicalistas –el pasado es nuestro mejor testigo- han cuestionado una realidad llena de injusticias, con una praxis a veces revolucionaria y a veces reformista aunque gradualista.
En la lucha se fue forjando y depurando eso tan valioso y a lo que hoy apenas aludimos como es “la conciencia de clase”. Quizás hoy, es decir ahora mismo, hay que desprenderse de lo que algún intelectual post-marxista o marxista heterodoxo, ha definido como ‘los dioses apócrifos del siglo XX’.
Algunas cosas no han cambiado. La solidaridad –tan poco mencionada últimamente- ha de ser reivindicada. Aunque nos hayan pretendido convencer de lo contrario, la unidad en la acción, hace la fuerza. Sin fraternidad y sin un deseo de transformar la realidad, las actuaciones políticas y sindicales… se diluyen peligrosamente en el vacío.
El dolor humano, la lucha contra la miseria, las condiciones precarias de vida, el internacionalismo, las políticas inclusivas de acogida a los inmigrantes, la denuncia de la violencia de género, la igualdad entre hombres y mujeres, la lucha contra el cambio climático y unas políticas de juventud audaces… han de formar parte de nuestra praxis cotidiana y actuar como motor, si queremos que las cosas empiecen a cambiar.
Hemos de recuperar el horizonte utópico y oponernos enérgicamente ‘a los falsos atajos’ que prometen mucho y no llevan a ninguna parte. También hemos de tener el valor de ‘poner en solfa’ y criticar el neo darwinismo belicoso reinante, por mezquino, miserable y negacionista de los derechos humanos que tan decisivos han sido en el combate en pro de la emancipación.
No se puede ser equidistante en la pugna dialéctica entre elitismo e igualitarismo, por más que recibamos estímulos constantemente, a favor del primero.
Figuras como Vicente Lombardo y otros sindicalistas latinoamericanos y europeos, desde ‘la parte noble de la historia’ nos hacen guiños y nos invitan a proseguir la trayectoria que ellos marcaron. Y que no es otra que buscar y encontrar nuevos argumentos para responder a la pregunta ¿Para qué ha servido y sirve el ejemplo solidario del Sindicalismo de clase?