La política, entendida como el arte para resolver las problemáticas habituales de la ciudadanía y que a través de determinados fundamentos ideológicos convergen hacia la praxis y construyen procesos de gobernanza para administrar la vida en sociedad, los asuntos comunes y los medios para las vivencias y el equilibrio de la humanidad que se desatan en los ámbitos materiales y simbólicos, así también empleando la lógica que facilita la construcción de consensos. Todo ello ha sido abandonado por los analistas políticos y alejado de la mesa de reflexiones académicas, al ser descentrado, momentáneamente, por las fuerzas globalizadora del mercado y la consubstancial debilidad de los Estados.
Hoy, la política, ha quedado limitada a la gestión burocrática de los asuntos públicos y destacan aquellos en los que se ejerce presión, bien a través de grupos de fuerza, lobys o colectivos de la calle, pero sin ninguna duda, la política hoy obedece al mandato de los mercados, al consumo y la lucha de intereses de los grandes capitales o las fuerzas económicas que se encuentran mundializadas para así poder ejercer un mejor control sobre las distintas sociedades.
La democracia es una forma de organización social, una de tantas. No es algo estático, de laboratorio, sino que es constituida y reconstituida históricamente por nosotros, los ciudadanos, con los recursos culturales, tecnológicos y políticos que tenemos a disposición. Es por ello, por lo que cada sociedad, según sus propias características y posibilidades se organiza a su manera.
Parece que estamos encaminados hacia un choque entre un sistema político que ya no representa y a ciudadanos con nuevas capacidades de representarse a sí mismos. El resultado de este choque puede ser un nuevo modelo del Estado y de sociedad, uno que aún desconocemos, pero que tenemos la oportunidad única de influenciar y protagonizar.
Entonces, si la democracia es ese espacio vivo, en constante transformación, significa que no estamos condenados a las instituciones que heredamos.
La perspectiva de leaderlessness (la falta de líderes o, mejor dicho, el deseo de no tenerlos) creó una clase de liderazgo irresponsable.
El origen del anti-liderazgo en Occupy, en las primeras reuniones de organización, Occupy se caracterizó por ser un espacio libre y seguro para las ideas anti-sistémicas. Apareció una conclusión, los medios de comunicación hacen líderes.
Los resultados que golpean a la sociedad, como pobreza, desempleo, bajos salarios, violencia, inseguridad social, son constantes y condicionantes de una manera de vivir adaptada a las circunstancias, la ciudadanía se limita sobrevivir, huir del miedo, protegerse y proteger a los más cercanos, partiendo siempre de la escala primaria de necesidades y en medio de esas circunstancias aparecen los mecanismos endiablados del mercado, que actúa con un equilibrio natural, concurrencia y competitividad, para satisfacer las demandas y necesidades que les son inevitables en su cotidianidad.
Los mercados actúan como estímulo para la modernización, el librecambio como intercambio y así también asoma la mundialización como el enlace que une, la privatización como signo de eficiencia y libertad, la desreglamentación como forma de dejar pasar todo para intercambiar ideas, mercancías y dinero, constituyendo el mecanismo autentico del sistema.
Pero con todo ello surge la desigualdad, una justicia social coartada, una sociedad miserable, más ignorante y manipulable y un desequilibrio creciente.
La diversidad de factores psicológicos, ambientales, sociales y políticos y condiciones económicas diferenciadas, (el eje Norte-Sur, del primer mundo al 4º mundo…), hace que se viva con incertidumbre ante el futuro, lo que trae como consecuencia la deformación o globalización de lo que significa calidad de vida.
Ante este ambiguo panorama, la UNESCO establece las diez tendencias para el siglo XXI.
1. El auge de la tercera revolución industrial.
2. Agravación de la pobreza y la exclusión.
3. Nuevas amenazas para la paz, la seguridad y los derechos humanos.
4. Mutaciones demográficas (desplazados, refugiados – inmigrantes).
5. El medio ambiente del planeta en peligro.
6. Avances de la sociedad de la información.
7. ¿Reforzar la gobernabilidad?
8. ¿Hacia la igualdad entre los sexos?
9. Nuevos encuentros entre las culturas.
10. Desafíos éticos de la Tecnociencia.
Las sociedades en la actualidad y en especial en los denominados países en desarrollo se enfrentan actualmente a unas condiciones extremadamente difíciles y complejas derivadas de una crisis multidimensional y universal –política, económica y social.
Estas condiciones dan lugar al vaciamiento de la democracia, un modelo económico neocapitalista extremo y colocando a los estados con frecuencia al borde del abismo, y condiciones de desigualdad abismales que continúan ensanchándose.
Los defensores de la democracia representativa y de la universalización del voto, tal vez ignoraban las consecuencias que acarrearía el factor que detrás de cada voto habría niveles muy dispares de instrucción y de comprensión de la realidad política, y que los más ignorantes serían más fácilmente manipulables. La falta de una educación universal, libre y de calidad, contribuye a conformar masas influenciables y manejadas a través de los medios y otras subestructuras del sistema, como por ejemplo algunas ONG, obedeciendo al precepto de divide y reinarás, la población se escora solamente hacia aquellos aspectos por los que supuestamente esta preocupada, prescindiendo de la política como herramienta de cohesión y organización social.
Un sistema político negativo, depravado, ineficiente y estéril puede arruinar más a un estado que un mal manejo económico; en tanto que una gobernanza eficiente, contribuye más al progreso que la disposición de abundantes recursos naturales.
En el planeta Tierra habitan más de 7.000 millones de personas registradas y probablemente, el número de personas que hay en el mundo sea aún mayor. Sin embargo, no todas las personas de este planeta disponen de recursos energéticos por igual, la desigualdad energética está presente en todos los países del mundo.
La pobreza energética afecta a 3.900 millones de personas en el mundo, de las cuales 2.600 millones cocinan con leña porque no disponen de fuentes avanzadas para calentarse o cocinar y 1.300 millones carecen de acceso a la electricidad.
«La pobreza energética todavía condena a miles de millones de personas a la oscuridad, a la pérdida de oportunidades. El desarrollo no es posible sin energía». Estas son declaraciones de Ban Ki-moon, Secretario General de las Organización de las Naciones Unidas, durante la sesión de apertura de la Cumbre Mundial sobre la Energía del futuro, que marcó el inicio oficial del Año Internacional de la Energía Sostenible para Todos 2012.
Unos 750 millones de personas, se encuentran privados del derecho humano fundamental de agua potable, según la ONU.
La falta de agua apta para el consumo puede tener consecuencias trágicas para los niños. En promedio, cerca de 1.000 niños mueren todos los días a causa de enfermedades diarreicas asociadas con agua potable contaminada, saneamiento deficiente o malas prácticas de higiene. Solamente en África, la gente camina 40.000 millones de horas todos los años para abastecerse de agua.
112 millones no dispone de agua potable en China, uno de los estados considerados milagrosos en economía y una de las grandes potencias. En la India son 92 millones, cabe destacar que la India ocupa un sitio en el G20.
El 11% de la población mundial padece hambre. Esto significa que 815 millones de personas no han tenido acceso a una alimentación adecuada en 2016, unos 38 millones más que el año anterior.
Millones de seres humanos son condenados a vivir en infraviviendas o como poco en condiciones de extrema pobreza. Según la agencia de la ONU, cerca de 1.000 millones de personas residen en barrios marginales y viviendas inadecuadas. Esta cifra no hace sino aumentar por la creciente urbanización, el incremento demográfico y por los forzados movimientos migratorios.
El informe de 2005 de la ONU incluyó únicamente las personas que no tienen casas en lo absoluto. No se incluyeron personas que vivían en lugares semi-permanentes tales como edificios abandonados, vehículos, refugios apiñados o tiendas de campaña. El informe tampoco incluyó a las personas llamadas «ocultos sin techo», quienes se mueven de refugio en refugio o de la casa de un amigo a la casa de otro. Países como Inglaterra incluyen a las personas ocultas sin techo como individuos legalmente sin hogar.
Se estima que actualmente existen entre 842 y 1.300 millones de personas que sufren desnutrición. A ello haya que añadir que aproximadamente mil millones de personas carecen crónicamente de vitaminas y minerales (micronutrientes) esenciales, lo que a veces se denomina «hambre oculta».
El período de relativa estabilidad económica y una sociedad de bienestar y no pocos avances en la legislación y práctica laboral que vivió el capitalismo (básicamente en los países desarrollados y algunos países del 2º mundo), aproximadamente entre 1945 y 1975, entró en crisis por una combinación de factores que incluyeron el descenso de la tasa de ganancia del capital productivo, debido al aumento de la composición orgánica del capital y la consiguiente incapacidad de la demanda para absorber los resultados de las inversiones en tecnologías. Comenzó así, a registrarse un excedente de capital en relación con sus posibilidades de inversión rentable en las condiciones productivas de aquella etapa.
El capital excedente buscó salidas alternativas para su colocación rentable y las encontró en la inversión especulativa.
Aquella transferencia masiva hacia el sector financiero en detrimento de la economía real se reflejó en un crecimiento más lento y un aumento del desempleo y las desigualdades.
El neoliberalismo ponía su énfasis en la ganancia a corto plazo, más a tono con su predilección por la especulación cortoplacista que por la ganancia industrial más lenta en el tiempo. Esta tendencia encontró en el avance de las tecnologías de información un complemento perfecto para comenzar a precarizar el trabajo. Las vidas laborales comenzaron a vivir una angustia permanente.
La democracia no puede limitarse al discurso liberal sobre la igualdad de todos ante la ley y los derechos individuales inalienables, en tanto los monopolios del mercado generan exclusión social en la base misma de la pretendida democracia. No basta con la igual político-jurídica, si no va acompañada de la inclusión social.
10 empresas en el mundo obtuvieron una facturación superior a los ingresos públicos de 180 países juntos
Las mujeres ganan entre 31 y 75% menos que los hombres a causa de la brecha salarial y de otras desigualdades económicas
Los procesos de globalización, supra-regionalización, las formas de asociación para la continentalización, han alcanzado una de las mayores crisis de la historia, la crisis del sistema imperante, a la vez que ha abierto una perspectiva de transición, dando lugar a nuevos esbozos que pretenden trazar una nueva dimensión política mundial, que aún se encuentran en estado virtual. La crisis política del mundo moderno se resume en las crisis del Estado-Nación y del Sistema Interestatal Internacional.
Los partidos de izquierdas siempre antepusieron las razones políticas a las económicas pero ¿Qué pueden hacer ahora cuando los elementos básicos para la vida se encuentran fuera de cualquier voluntad política, con una economía mundializada y al capricho de algunos turbios intereses financieros?
Hasta hace poco tiempo la socialdemocracia, especialmente la europea, se basaba en buscar el equilibrio entre el sistema económico capitalista-sindicatos obreros – sistema democrático representativo y como objetivo aspiraba a poner al alcance universal, prestaciones sociales para asegurar el bienestar. Este sistema ha cambiado ejerciendo mucho más poder el sistema capitalista internacional que los otros poderes (entre ellos los gobiernos estatales).
En definitiva, nuestra soberanía nacional, uno de los pilares básicos de la democracia ya casi no existe, la hemos dejado en manos de las instituciones supranacionales (OTAN, UE…), organizaciones de intereses no democráticos como el G7+1, el G20, etc., etc. y de las multinacionales. Nuestro margen de maniobra, a nivel nacional, es mínimo.
Llegados a este punto se hace necesario reinventar el pensamiento de izquierda, adaptándolo a esta nueva era post contemporánea, la edad de las nuevas tecnologías y la comunicación, el tiempo de nuevos paradigmas que surgen y se instalan a nivel global.
La utopía, recuperando a Kant, de una comunidad ética universal de pueblos interdependientes entre sí. Tras crear comunidades de pueblos entorno a regiones y naciones a nivel continental o subcontinental, avanzar hacia el entramado mundial, haciendo que los valores ético político se impongan a los intereses económicos desmedidos. Es necesario buscar el equilibrio y alcanzar a neutralizar el desmedido impulso de posesión a costa de los demás y satisfacer de forma equitativa las necesidades de la población mundial.
Es necesario trabajar en un sistema capaz de reorganizar los sistemas productivos y sobre todo financieros, no sólo para reequilibrar las riquezas, sino también para articular mecanismos de armonización económica que faciliten la cobertura de todas y cada una de las necesidades del ser humano, asegurando los derechos fundamentales, para la totalidad de la población mundial.