noviembre de 2024 - VIII Año

Robert Desoille, ingeniero y mago

Aunque mi profesión fue psicólogo, procuro que mis colaboraciones con Entreletras sólo tengan un cierto perfume a consulta, porque también soy ciudadano y además pienso y también me ilustro. Tampoco soy un ilustrado, ni pensador de oficio, ni cives sólo por derecho, ni profesor de hecho. Más bien, vengo a ser una melé fondue de todo eso, con otros condimentos circunstanciales y aditamentos de la metaidentidad, otorgada  con justicia o sin ella.

Hoy haré una excepción, adentrándome en un tema psicológico, el ensueño dirigido, haciendo sencillo y comprensible un asunto magnífico: el poder de la imaginación, o la imaginación como un pilar del poder humano, herramienta mágica para ayudarse a sí mismo a resolver problemas, restaurar la autoestima,  recuperar la salud y, de paso, adentrarse en el mundo maravilloso y portentoso del Inconsciente, sin misterios, ni cripticas e hiperbólicas interpretaciones.

El poder de la imaginación es un tema marginado académicamente. No parece que interese devolver el poder a la persona, porque sería un trasvase.  En este sentido, Argentina, que es una potencia de primera línea en cuestiones de diván, tiene una asociación de profesionales que practican el ensueño dirigido y publican una revista con los avances del manejo técnico y resultados de la praxis. Un ejemplo a secundar.

Robert Desoille, el padre del ensueño dirigido, también era una melé fondue: ingeniero por la mañana y hombre de exactitudes para tratar el agua que se bebía París. Gracias a esa habilidad de oficio, el Ayuntamiento le pagaba generosamente y él vestía bien y comía mejor, a diario en Maxim`s, en Faubour Saint Honoré,  cuando el establecimiento hacía campaña para ser famoso. Desoille era elegante y distinguido siempre. Después de comer, pasaba gratis una consulta de psicoanálisis. El psicoanálisis no exige ser psicólogo o psiquiatra como formación básica previa; por eso, podemos encontrar algún ama de casa como Melanie Klein que, no obstante, sentó doctrina, como la teoría del pecho bueno y el pecho malo, y creó la escuela de psicoanálisis infantil.

Desoille nunca cobró un franco por su trabajo como psicoanalista y psicólogo de afición. Su sueldo municipal le permitía hacerlo aunque fuera competencia desleal con los psicólogos de profesión única. Gracias a sus experimentos, Desoille logró crear la cuarta vía de acceso al Inconsciente. Sí, sí, mejoró a Freud encontrando una puerta maravillosa, rápida, barata y sencilla para entrar en el Inconsciente freudiano, haciendo análisis fenomenológico de los símbolos que iba encontrando en los ensueños.

La técnica se administra tras inducir un estado de relajación profunda, un estado sub-hipnótico, que cancela el sentido crítico, conserva el uso de la palabra y deja abierta toda la posibilidad creativa de la persona que experimenta la técnica. El psicólogo acompaña, pero apenas interviene, a fin de dejar plena libertad al proceso de creación.

Son muy llamativos los cambios que se producen en el tono y la intensidad de la voz que emergen en cuanto la persona inicia el viaje de ensueño: la voz se muestra más pausada y grave, porque surge de una boca semicerrada, con poco movimiento para articular, así gana profundidad y un cierto halo misterioso. Las palabras se deslizan suavemente, precisando los detalles mínimos, a menos que el terapeuta sugiera una descripción más precisa.  Estas apreciaciones constatan que la persona está atenta a lo que ve en su ensoñación, sólo utiliza la voz respetando la orden previa que le ha dado el terapeuta, tras conseguir el estado sub-hipnótico; pero, se recrea describiendo detalles y pormenores, si se lo piden adrede.

La sucesión de imágenes y escenarios va dejando un rico elenco de símbolos relacionados con el asunto que justifica el uso de la técnica. El sujeto del ensueño ha de articular tales símbolos, en un relato escrito posterior. Curiosamente, al escribir el ensueño anterior aparecen “novedades” que fueron silenciadas en la sesión verbal inicial. Naturalmente, esta reposición les otorga una relevancia especial en la comprensión del proceso. Cada sesión creativa va seguida de otra interpretativa, para extraer la esencia comprendida en los símbolos, su ideia, a fin de implicar las dos grandes funciones del cerebro: la analógica, que suscita las imágenes y la digital que traslada su significado al campo de la lógica y la comprensión bio-psico-social de la persona que ha efectuado el ensueño. En este sentido, el ensueño es holístico, implica a toda la estructura psíquica.

Hay ensueños de ascenso al éter y de descenso al inframundo, tomando la realidad como cota cero. En las primeras sesiones de aplicación de la técnica, la persona crea con retazos de sus recuerdos, todos los símbolos son trasunto de la realidad. En una segunda fase, aparecen seres mitológicos, seres alados, hadas, brujas y ángeles en los ascensos, o dragones, cancerberos y demonios en los descensos. Finalmente, en la tercera fase, la  persona toma contacto con lo numinoso: aparece fuego incandescente que no quema, y seres de luz que no deslumbran, o nubes blancas de felicidad inmensa, que abrazan y mecen a la persona. Obviamente, el terapeuta debe cuidarse de no inducir nada, para que sea la persona la auténtica y única autora de su proceso.

La imaginación es parte del poder de la persona. Cuando una persona crea, lo que quiera que haya en su cabeza empieza a formar parte de la realidad. De momento, produce secreciones hormonales, los músculos se tensionan o se aflojan y el efecto llega a nivel tisular hasta la célula. Por otra parte, la persona se va programando mediante las imágenes que crea, porque el sistema analógico del cerebro es incluso más potente, y desde luego más rápido, que el digital. Éste último razona sobre la conveniencia de una determinada acción, mientras el otro ya “ha visto” la acción y sus efectos. El primero, racional y abstracto, es el productor en la sombra y el segundo, condensado y concreto,  el realizador en la luz.

Paradójicamente, nuestra cultura, desde Grecia, es del logos, de los silogismos y la inducción, las apisonadoras del raciocinio. Sin pretenderlo, hemos ido arrinconando el pathos, todo lo sensible, incluidas las imágenes, que vienen a ser las palabras de la imaginación, raudas y contundentes como una exhalación.

Hace algunos años, publiqué un libro, bajo el título Ensueño dirigido: la imaginación que cura en la editorial CCS, donde muestro visualizaciones, muy directivas pero de un alcance próximo a la técnica de Desoille y la aportación de este eximio autor, a quien, tras rescatarlo del olvido, debemos reconocimiento y pleitesía por su generosidad y altura.

Lo traigo a cuenta por el poder curativo de la imaginación. Todas las enfermedades son psicosomáticas, dejó dicho Rof Carballo. El Inconsciente también se expresa mediante las enfermedades. El sistema humano, cuando está siendo maltratado, entra en crisis, se enferma (in firmitas), se desestabiliza por vía inconsciente, la energía se vuelve negativa, decae la libido y se acrecienta la mortudo;  una parte del sistema apuesta por la muerte ante el sufrimiento y la angustia que experimenta. En esa tesitura, hay que remover las fuerzas vitalistas, las libidinosas que apuestan por la vida para revitalizar el sistema y las ganas de vivir.

El poder de la imaginación, a través del ensueño, es una vía directa para producir ese efecto. Lo que inconscientemente se creó en pro de la destrucción, inconscientemente se puede alentar a la reconstrucción. En definitiva, ese y no otro es el proceso de la vida.

Naturalmente, el ensueño no descarta ningún proceso de la medicina alopática, sólo contribuye a un tratamiento holístico, integral, incorporando el inmenso poder de la energía psíquica en pro de la salud.

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