diciembre de 2024 - VIII Año

PASABA POR AQUÍ / Ojo con los villancicos populares

Detalle de la tumba de Urraca López de Haro, cuarta abadesa de la Abadía de Cañas (La Rioja). Talla de Ruy Martínez de Bureba (1272)

Ahora que estamos llegando a la Navidad y en más de una casa se pondrá el Belén que es esa costumbre que puso de moda san Francisco en la Nochebuena de 1223, en la villa italiana de Greccio, y que luego nos trajo a España Carlos III desde Nápoles.

Ahora que otros se dedicarán a levantar un árbol de Navidad que es la costumbre que inauguró san Bonifacio en Alemania, cortando de un hachazo el fresno que representaba a Yggdrasil, el árbol del universo de la mitología nórdica, y lo sustituyó por un pino con velas y manzanas. ¡Anda que no han cambiado las costumbres con las luces de ahora en pinos artificiales, los regalos de Santa Claus —léase san Nicolás— y las bolas de colores en vez de manzanas!

Ahora que todo el mundo empieza a manifestar buenos propósitos que se irán a la basura apenas pase el seis de enero, me apetece comentar contigo, querido lector, un aspecto de estas fiestas que también ha sido siempre una costumbre muy popular y navideña que está un poco de capa caída aunque algunos la mantengan contra viento y marea. Me refiero a eso tan entrañable de cantar villancicos populares al ritmo de la zambomba y la botella de anís rascada con una cuchara a modo de güiro doméstico. Se trata de algunos detalles que siempre me desasosegaron.

Dice un villancico famoso: «Hacia Belén va una burra cargada de chocolate, rin, rin, yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo, yo me lo quité… Cargada de chocolate. Lleva su chocolatera, rin rin, yo me remendaba…»

Y siempre me pregunté ¿pero el chocolate no vino de América hacia el año 1500? ¡Qué adelantados aquellos judíos del siglo primero, y además dándole al timbre de la bicicleta! Y lo de echarse un remiendo para volverlo a quitar también son ganas de cargarse la túnica con tanto meneo. Por cierto, ¿la burra va sola y por su cuenta camino de Belén? ¿Nadie la guía o lleva un GPS celestial que le han puesto los ángeles para que no se extravíe?

Por cierto, en ese mismo villancico se canta que los gitanillos han entrado al portal y le han quitado los pañales al niño. ¡Qué manía con echarle la culpa de todo a los de la raza calé! ¿No sería un inspector de Hacienda de esos que acostumbran a dejarte en cueros en cuanto te descuidas? O más lógico: ¿No quitaría algún gitanillo los pañales al niño porque se había hecho caca y estaba cambiándole?

En otro escuchamos: «Recogido tu rebaño, ¿a dónde vas, pastorcillo? Voy a llevar al portal requesón, manteca y vino».

Muy bien lo del requesón y la manteca, que alimentan mucho, ¿pero lo del vino…? ¿Qué hace un menor de edad llevando vino? ¡No se lo irán a dar al recién nacido! Será para los padres, digo yo, pero utilizar a un menor de transporte de alcohol es como para que las autoridades sanitarias pongan el grito en el cielo (eso del cielo viene muy bien en esta ocasión).

Uno muy conocido reza: «La virgen se está peinando entre cortina y cortina. Los cabellos son de oro, el peine de plata fina. Pero mira cómo beben los peces en el río, pero mira como beben por ver a Dios nacido. Beben y beben y vuelven a beber, los peces en el río por ver a Dios nacer…»

Y pienso yo que vale lo de los cabellos de oro, como metáfora, suponiendo que María fuese rubia, que es mucho suponer, pero lo del peine de plata siendo pobrecicos no me cuadra mucho. Y lo de las cortinas, que por lo menos eran dos según el villancico, no lo veo muy claro en un pesebre. Mucho lujo me parece.

Por otro lado, cierto que los peces beben mucho, más bien respiran agua, ¿pero tanto? ¿y beben para poder ver a Dios nacer? ¿No será que se asoman a la superficie del río para poder mirar y entonces, con la cabeza fuera, lo que hacen es precisamente dejar de beber?

En otro villancico muy conocido escuchamos: «En el portal de Belén hay estrellas, sol y luna; la virgen y san José y el Niño que está en la cuna…»

Vamos a ver: Sol, luna, estrellas, san José, la Virgen, el niño, la mula, el buey… luego llegarán los pastores que debían ser bastantes y que lo más normal es que llevasen alguna oveja o alguna cabra. También llegaría el jumento ese del «Arre, borriquito, vamos a Belén, que mañana es fiesta y al otro también». Se supone que el burro iba detrás de la burra del chocolate. Y además los angelitos, «el romero florecido»… Luego aparecerán los Reyes Magos que, dada la importancia del evento, lo mismo eran un montón porque hasta el siglo V no se inventó que fueran tres ni se les puso nombre; y hay que contar con el séquito y los camellos, y también con los curiosos que se acercarían al ver el alboroto (eso lo cuenta otro villancico)… Total, que aquello no era un portal con un pesebre de pueblo, era un estadio de fútbol.

Para remate, escuchamos en otra cancioncilla navideña lo de «En el portal de Belén han entrado los ratones y al bueno de san José le han roído los calzones…»

Aquí el asunto se pone preocupante. Si el pobre san José, además de conformarse con ser padre putativo y estar el pobre casi siempre de comparsa, tuvo que aguantar que los roedores le dejasen con el culo al aire, pues lo mismo se pilló un rebote que le duró hasta después de volver del famoso viajecito a Egipto que debieron hacer con el borriquillo ese del «arre, arre que llegamos tarde». A partir de entonces ya se sabe que desapareció de escena, salvo en una visita al templo de Jerusalén, cuando Jesús hizo una jugarreta de esas típicas de los adolescentes y se perdió, hasta que lo encontraron de palique con los doctores de la ley. Después ya no se supo nada más de don José.

De las últimas gracietas hechas con algunos villancicos añadiendo mensajes feministas, independentistas o de iconoclasta provocación, ya hablaremos otro día que no está el horno para turrones ni roscón de reyes.

Eso sí, esto de los villancicos populares es para pensárselo, por lo menos, y echar unas risas, que falta nos hace.

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