noviembre de 2024 - VIII Año

PASABA POR AQUÍ / MESTIZO. Carta a un votante de Vox y algún otro parecido

Detalle de la tumba de Urraca López de Haro, cuarta abadesa de la Abadía de Cañas (La Rioja). Talla de Ruy Martínez de Bureba (1272)

Lamento tener que darle un disgusto, pero usted procede de lejos y es mestizo. Sí, mestizo como lo soy yo, como lo somos todos los españoles y como lo es el resto de los habitantes del planeta.

Ya sé que no soy antropólogo ni historiador y mucho menos biólogo o genetista, pero de sentido común —que es el menos común de los sentidos— ando sobrado. Así que me permito llamarle a usted recién llegado y mestizo con la misma sencillez con la que se lo llamo a todos los seres humanos.

Todos llegamos de lejos antes o después, todos procedemos de un tronco común, y todos tenemos como antepasados a unos tipos peludos, más bien oscuros, del orden de los primates venidos a bípedos, bajados de los árboles de África y resueltos en homo sapiens, expresión que, visto lo visto, tiene mucho de oxímoron aunque sirva para diferenciarnos de las especies no humanas porque somos unos pretenciosos de tomo y lomo.

Con el correr de los siglos viajamos por todo el planeta y nuestras características étnicas fueron diferenciándose sobre todo por adaptación a la climatología, a la alimentación y al territorio donde nos íbamos asentando. Todo ello además de la mezcla entre especies o grupos diferenciados.

Pasados muchos siglos —y voy a ceñirme a la Península Ibérica— fueron apareciendo aquí el hombre de Orze, los tipos de Atapuerca, neandertales, cromañones, y demás familia, bastante mezclados por cierto —sigo insistiendo porque, si en principio fue la endogamia, enseguida arrancó el mestizaje—.

Mucho más adelante aparecen unos señores llamados iberos —de alguna forma había que llamarlos— con sus indudables contactos semíticos del entorno fenicio, y luego los celtas que en vez de llegar desde el sur o desde oriente lo hicieron por el norte a donde habían arrastrado su antiguo origen desde la India más o menos.

Llegaron los cartagineses y los romanos y empezaron a llenarlo todo de distintos nuevos orígenes: ligures, eslavos, semitas, norteafricanos, iranios, germanos y los dioses saben cuántos más. Todos a mezclarse, todos a pelear o a convivir como pudieran.

Aparecieron más tribus: suevos, alanos, vándalos o visigodos, uniéndose todos con várdulos, cántabros, vascones, caristios, arévacos, turdetanos, olcades, andosinos, indigetes, luggones, lusitanos y centenares de otras tribus. Unos se fueron romanizando, otros se aislaron de momento en montañas y valles y terminaron todos mezclándose entre ellos o con los que llegaron después.

Luego pasaron los árabes y bereberes y la liaron parda durante un montón de siglos. Y aún siguieron las mezclas en la Alta Edad Media y en la Baja y en el Renacimiento y siempre: aquí y en el resto del planeta. El que piense que su ADN es diferente, mejor y especial, o que su historia empieza en don Pelayo, en los Reyes Católicos, en Guifré el Pilós o en el moro Muza es porque está loco o es tonto de baba.

En fin, que cuando ustedes, señor votante de Vox y otros extremistas parecidos como los independentistas radicales, hablan de españoles y de categorías entre ellos, de líneas diferenciales, de superioridad de unos frente a otros, del carácter nacional que sea y de los emigrantes que vienen de fuera y son inferiores, salvo que sean futbolistas de élite, a mí me da la risa floja porque todos venimos de lejos, ninguno es sólo de aquí ni su estirpe nació en la península por generación espontánea. Somos todos hijos de emigrantes, mezcla de muchos ancestros con un sólo origen africano muy remoto (aunque teniendo en cuenta el calendario del mundo son sólo cuatro días). El nacionalismo excluyente, el separatismo pretencioso y el «nosotros somos mejores que el resto» es una mandanga sin sentido; la xenofobia y el racismo, una estupidez que tristemente termina en delito muchas veces.

Por cierto, que cuando alguien presume de no sé cuántos apellidos territoriales, sea en serio o en broma, debería hacérselo mirar porque la endogamia ha provocado bastantes más problemas que beneficios. Renuncio a seguir el argumento y citar casos de todos conocidos.

Pongamos sólo un ejemplo que salta a la vista: Salvadas las distancias de edad, canas y sobre todo de ideología y ética, la similitud de nariz y barba afilada del desaparecido Julio Anguita y de Santiago Abascal debería hacernos pensar a todos. Si al líder del comunismo le llamaron el Califa, al de Vox deberían llamarle, por lo menos, el Sultán

Así que resumiendo: foráneos y mestizos, pero mucho.

El término raza para los seres humanos está más superado que los faroles de carburo o la tabla de lavar la ropa. Y el que piense que no, que se acuerde de que Abderramán III, al que le quedaba de omeya poco más que la barba teñida, era hispano de 6ª generación, como lo fueron sus hijos durante otras tantas, y tenía el pelo rubio y los ojos claros porque su madre era vasca y su abuela pamplonica.

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Archivo Entreletras

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