enero de 2025 - IX Año

PASABA POR AQUÍ / Aquellos polvos y estos lodos

Detalle de la tumba de Urraca López de Haro, cuarta abadesa de la Abadía de Cañas (La Rioja). Talla de Ruy Martínez de Bureba (1272)

El gran poeta Manuel del Palacio, mirando a la España del siglo XIX, escribió:

Lo que sí ha de admirar a las naciones,
es cómo vivió siglos un imperio
gobernado por monjas y bribones.

Y en los tiempos que corren, con lo que ha llovido desde entonces, me paro a pensar en el famoso refrán: «aquellos polvos trajeron estos lodos».

No somos el imperio que fuimos, el absolutismo desapareció y ya no hay monjas en el gobierno —clara referencia a sor María de Ágreda, consejera de Felipe IV o a sor Patrocinio, consejera de Isabel II—.

De lo de «bribones», no me atrevo a declarar la exacta intención del poeta, aunque es de suponer la referencia a la montonera de consejeros, ministros, clérigos y nobles que asistieron a los distintos reyes de las casas de Austria y de Borbón, y aún a los mismos monarcas que también fueron en su mayoría dados a la torpeza gubernativa y a la holganza descarada frente a un pueblo olvidado.

Tras aquel polvo, los lodos de hoy a la vista están, no es menester que yo airee más de lo que se está aireando —que ya era hora—. Baste con recordar que no han parado los disparates de aquellos tipos de tiempos pasados: el mal gobierno y la corrupción de nobles, consejeros, secretarios de la corona, validos, ministros y prebostes eclesiásticos ha sido endémico y consuela poco que muchos terminasen en el cadalso o en el exilio. Ahora se llaman ministros, diputados, senadores, alcaldes, concejales, directores generales, etc. Y en general, a poco que escarbemos, no paran de salir corruptelas, abusos, engaños, privilegios impropios, etc.

En cuanto a los reyes, es proverbial la escasa categoría y los enredos que en tiempos tuvieron las cabezas coronadas de este endémicamente mal gobernado país. Se sucedieron la adicción al sexo, que ya se sabe que es la adicción de los bobos; los hijos bastardos por decenas —recordemos los cerca de cuarenta que se atribuyen a Felipe IV, la condición casi segura de bastardo del indeseable Fernando VII, según confesó su propia madre, o la bastardía de Alfonso XII, el puigmoltejo— y las habilidades para amontonar riquezas que procuraron unos exilios acaudalados a cuantos fueron expulsados del trono.

«Nos la pegamos». Viñeta del autor

Todo se repite, esa es una condición maniática de la Historia, y lo que ocurre ahora en nuestra España, tiene un color parecido a lo pasado en otros tiempos, huele a lo mismo —más bien atufa—, y es de sospechar, aunque decirlo provoque inquietud, sarpullidos y temores, que el desprestigio de los políticos y de la corona aumente, pese a los esfuerzos que puedan hacer gobiernos varios o Felipe VI, de mejor apariencia que sus antecesores. De poco valen los tejemanejes que organicen gobernantes, jueces o medios de comunicación para lavar los ropajes egregios que arrastran su suciedad secular. Es más, informaciones manipuladas, hipocresía sin cuento, mentiras a conciencia y otras basuras tienen a nuestro país convertido en una ciénaga que las gentes de bien no se merecen.

Por la salud de esta tierra que tampoco ha sabido manejar bien sus dos repúblicas anteriores, es de esperar que la luz y los taquígrafos se impongan, bajemos de la cuerda floja en la que nos balanceamos, se asiente el vocerío y se manifieste la cordura.

Dicho queda que no es esta nación rica en buenos gobiernos, pero tampoco proliferan los buenos ciudadanos, abundan en unos y en otros la envidia, la corrupción, las ansias de poder, la desidia y la ingobernabilidad. Me pongo el primero en la fila de cuantos merecemos corrección de conducta. No me bastará con huir —ganas no faltan—, ni a mí ni a nadie, que ya dijo Quevedo por boca de su Buscón: «Nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres».

Si no apoyamos todos con la mejor de las voluntades, a los lodos que trajeron aquellos polvos le sucederá un pantanal donde algunos pocos sacarán tajada, como siempre, y la mayoría andaremos enfangados de mala manera hasta ni se sabe cuándo.

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