diciembre de 2024 - VIII Año

Nepotismo y habladurías

El refranero es un cúmulo de sabiduría popular, ciencia opaca decantada en el quehacer diario, que analiza los sucesos vulgares y sentencia con brillantez su significación y alcance. Es un saber mostrenco al acecho de los aconteceres que dicta la penúltima palabra. La última es el silencio.

Dime con quién andas y te diré quién eres, porque ambos sois compatibles, compartís valores, proyectos y tácticas; podéis ayudaros mutuamente y cooperar juntos en pro del desarrollo de un plan y el logro de unos objetivos, trascendentes o vulgares, que ambos anheláis conseguir.

Este deambular por el mundo puede ser en grupo, como un comando de tres o cuatro individuos, o en pareja, que es la mínima expresión del grupo. Conforme el grupo se dilata, aparece la diversidad, decrece el mimetismo y todo va siendo más complejo. Puede haber un consorcio de intereses y sindicación de procedimientos; pero, la singularidad de las personas se abre paso conforme el grupo se agranda.

En pareja, ya se sabe: dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma opinión. Si el andar juntos ya era síntoma de identificación, dormir juntos sólo es posible desde la conformidad, la confianza plena en el otro y en la otra. No hay nada que temer, porque si no somos una sola carne, sí tenemos un mismo destino, un mismo afán, un sentir común.

La comunión de los esposos es tan estrecha que cuanto uno pretende hacer produce vibraciones en el otro, antes incluso de empezar. Ellos mantienen una cultura (de colo, cultivar) común, que van construyendo en complicidad, haciendo de la solidaridad a ultranza un espacio de permiso para el riesgo y un campo de pruebas para ensayos e intentonas. No digamos para acompañar el desarrollo y disfrutar juntos el resultado.

La confianza mutua es tan amplia e incondicional, en principio, que las ocurrencias ocasionales y fortuitas del uno, siempre son consideradas con respeto por el otro, que se toma el trabajo de analizarlas, ponderarlas y, llegado el caso, alentarlas. No hay espacio para la falta de transparencia, cuando es obligada la sinergia.

Si la pareja flaquea, hay infidelidades, caminos oblicuos de planes o andanzas personales, insolidarias; pero, el silencio es vociferante y clamoroso. El otro siempre se entera, aunque no sepa, o no quiera saber de qué. Pero, aquí entramos en un campo tortuoso, lleno de equívocos y suplencias, apariencias, medias verdades y fabulaciones. Un campo irreal e incierto.

Hay parejas unidas hasta la muerte, como los Ceausescu, Nicolás y Elena, marido y mujer, epítomes del socialismo real en Rumanía. Nicolás, por su habilidad y circunstancias propicias, ascendió a Presidente del Consejo de Estado, un primus inter pares, que no satisfacía sus ambiciones de poder. Así pues, convirtió su puesto en ejecutivo, destituyó al Presidente de la Corte Superior y al fiscal y se determinó a gobernar por decreto, mientras alentaba el culto a su personalidad, otorgándose el título de Conducator. El resto de la dictadura es conocido de sobra. Incluso estuvo en Madrid de visita oficial y lo alojaron en el Palacio de Aranjuez…, dado el tufo que conservaba el del Pardo. ¡Habrase visto!

Por su parte, Elena, una vez que Nicolás escaló al poder supremo, protagonizó una carrera académica meteórica. Había intentado ser ingeniero químico, infructuosamente y tan sólo pudo trabajar como auxiliar de laboratorio. Pero, a partir de 1965, fecha del ascenso de su marido, logró graduarse como ingeniero químico, tras sólo dos años de estudio y dos intentonas. A la primera, fallida, siguió la destitución del catedrático que debía avalar sus trabajos y la suspendió. Leyó su tesis de graduación a puerta cerrada, sin admitir preguntas y previa amenaza de destitución de los miembros del tribunal. Por decreto, compartió publicaciones científicas sobre polímeros.

En el socialismo real, ésta no es la única pareja que obtiene logros opíparos miserables. En Nicaragua, impera la de Daniel Ortega y Rosario Murillo, Presidente y Vicepresidente de la República de Nicaragua, para in sécula seculorum, porque es imposible que puedan perder las elecciones dado el sistema impuesto allí. De hecho, el pueblo los llama la monarquía.

Doña Rosario, poetisa y guerrillera, antisandinista descendiente de Sandino, ha tenido diez hijos de tres padres distintos: uno murió en un terremoto; la mayor vive exiliada, después de acusar a su padrastro, Daniel Ortega, de abusos sexuales y los ocho restantes son dueños de cuatro canales de televisión, del sistema de distribución de petróleo y otras prebendas. Laureano Ortega Murillo, el príncipe que gusta de la buena vida, está llamado a suceder la monarquía; Juan Carlos es un músico frustrado resentido con los músicos a los que persigue, etc., etc. Sin embargo, la ciudad de Managua carecía hace poco de depuradora, razón por la cual, cuando yo estuve allí, el lago presentaba un aspecto lechoso, de leche condensada cocida. Pero, doña Rosario, esotérica ella, mantenía las luces de Navidad en julio, porque ese año iban a celebrarse elecciones y sembró la ciudad de árboles de la vida…

Argentina es un país fecundo en creación de parejas dirigidas a conquistar el socialismo real: Perón, primero con Evita y luego Isabelita, desarrolló el gobierno justicialista, un sistema orgánico que revolucionó las estructuras argentinas. En cambio, en el matrimonio Kirchner, sin reformas de progreso, lució con luz propia doña Cristina Fernández, hasta que el apagavelas de la Justicia clausuró la llama de la corrupción, que es el destino y sentido de la razón de ser de tan encantadores personajes.

Estas parejas mencionadas, y otras, porque hay más, se forman por afinidades. Dios los cría (listos o listillos, creativos o plagiarios, honestos o tramposos, etc.), y ellos se juntan…Constituyen un núcleo centrípeto de poder, convocan a la gente para formar una colla catalana dispuesta a levantar su castellet, para ellos, la pareja de marras, encumbrarse como si fueran la anxaneta.

A su alrededor, se forman círculos concéntricos de personas que con una mano empujan para alzar a la anxaneta y con la otra recogen los beneficios de tal esfuerzo. Que a quien buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija. Para formar la colla puede que haya algún idealismo, o mesianismo quijotesco que sirve de aglutinante, o coartada; pero, en seguida, se resuelve en egocentrismo sanchopancesco, afán de medro y egolatría galopante en el que participan todos, de arriba abajo, desde la anxaneta a la base anónima y militante.

A distancia, la ciudadanía se refugia en las habladurías, una algarabía sin algaradas, un pasatiempo de crítica, hecha a somormujo, a escondidas del miedo, la resignación y la desgana, con la desesperanza de poder cambiar algo.

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Archivo Entreletras

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