En la visita al Museo Arqueológico Nacional (MAN), hay diez pieza únicas que no podemos dejar de contemplar. Son objetos singulares que destacan entre los muchos expuestos en las vitrinas del museo. En el museo se puede obtener una hoja informativa con la ubicación de estas piezas en las distintas salas. Los 10 ‘tesoros’ del MAN comprenden la prehistoria, el Antiguo Egipto, la Grecia clásica, el Imperio Romano, la Edad Media y la Edad Moderna.
Todos estas obras, utensilios o elementos ornamentales poseen un gran valor histórico, artístico, religioso e incluso matemático, y representan grandes hitos de cada una de las épocas mencionadas.
Delante de estos ‘tesoros’ del MAN nos percataremos de la riqueza creadora de civilizaciones y culturas que han existido a lo largo de siglos.
1. Estela de Solana de Cabañas
Se trata de una pieza con casi tres mil años de antigüedad perteneciente a la Edad de Bronce. Era una laja o lápida en piedra de pizarra que se situaba en los caminos, para marcar el territorio ocupado simbolizando el poder y la legitimación de su control o también para fines funerarios.
La mayoría de estas estelas de guerreros se encuentran en lo que era el territorio de los tartesios que abarca la zona de las provincias de Caceres, Badajoz, Cádiz, Huelva y Sevilla. En estas piedras aparece una figura (o guerrero) rodeada de sus armas, carros, espejos, peines o fíbulas. Los contactos comerciales y culturales que existieron entre los pobladores del suroeste hispano y el mítico reino de Tartessos se manifiesta en este hallazgo.
En el Museo Británico de Londres, existe una reproducción de esta estela. Su ubicación se encuentra en la sala dedicada a la Antigua Europa, junto a ella hay una cartela con la siguiente leyenda: ‘Dibujo de una lápida de piedra de Solana de Cabañas (España), muestra una figura humana….’.
2. Dama de Elche
Es una escultura ibérica de piedra de caliza policromada, cuyos colores se fueron perdiendo con el paso del tiempo. Se calcula que tiene cerca de dos mil quinientos años de antigüedad. Esta obra es el vestigio más importante de la cultura ibérica española.
La mujer representada viste una túnica y mantilla sostenida por una peineta. Esta mantilla era rojiza y en ella aún quedan restos de pintura. Sobre la mantilla, un gran manto de tela gruesa la cubría. Era de color marrón con un ribete rojo. Los labios conservan también restos de su color rojo. Está tallada en caliza fina de color naranja, y la cara tiene el color original de la piedra. La dama lleva joyas características de los íberos. En los últimos análisis se descubrió un pequeño fragmento de pan de oro en uno de los pliegues de la espalda. Esto induce a suponer que las joyas de la escultura estaban recubiertas de pan de oro.
El busto ibérico fue vendido en 1897 a Francia y durante 40 años la Dama de Elche fue expuesta en el Louvre. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, fue trasladada al castillo de Montauban, cerca de Toulouse. En 1941 España recuperó tan valiosa pieza mediante un intercambio de obras con el Gobierno de Vichy del mariscal Pétain.
Hoy en día, todavía no se sabe si el busto representa a una diosa, una sacerdotisa o una dama de alta alcurnia. Esta enigmática identidad supone un atractivo más de esta mujer de bellas facciones. En el año 2011 tras un análisis con microscopio electrónico y rayos x, se concluyó que fue utilizada como urna funeraria por los iberos.
3. Escultura de Livia
Livia Drusa Augusta (año 58 a.C.), tercera esposa del emperador romano Augusto, fue esculpida en marmol blanco en el Siglo I d.C. La figura se descubrió en Paestum (Italia), en el año 1860, durante una excavación financiada por el Marqués de Salamanca.
De todas las efigies de la emperatriz romana, esta es sin duda la más hermosa de quien fue madre del emperador Tiberio y bisabuela del emperador Calígula.
Livia era una de las grandes mujeres de la antigua Roma y para algunos, junto a Cleopatra, una de las dos mujeres más fascinantes e inteligentes de la antigüedad.
Todo esto, junto con su intución y sabiduría en asuntos políticos, la convirtio en consejera de asuntos de Estado para el emperador Augusto. Hasta tal punto era su estima que en el año 35 a.C. le concedió el rarísimo honor de dejarle gestionar sus bienes (algo que ninguna otra mujer consiguió durante el Imperio Romano).
4. Tesoro visigodo de Guarrazar
Este ‘tesoro’ es, sin lugar a dudas, un tesoro legendario. Está compuesto por seis coronas y cinco cruces de oro con piedras preciosas, perlas y cristal tallado. Su antigüedad se sitúa en el siglo VII (649 al 672 d.C.).
Se cree que el tesoro fue enterrado, con el propósito de esconderlo, cerca de Toledo en Guarrazar por los visigodos, ante el temor del expolio por parte de las huestes musulmanas de Tarik, permaneciendo oculto durante más de mil años, hasta que en 1858 fuera descubierto entre las ruinas del monasterio de Santa María de Sorbaces. Una tormenta de verano provocó un corrimiento de tierras y sacó el tesoro a la luz.
Las piezas más valiosas son las coronas votivas de los Reyes Recesvinto y Suintila, realizadas en oro con incustraciones de zafiros, perlas y otras piedras preciosas.
Por desgracia no todas las piezas que alli fuerón entrerradas han llegado hasta nuestros días. Una parte fue vendida a un platero de Toledo que fundio la mitad de las piezas. Otras las compró un militar frances que las llevó a París, siendo posteriormente adquiridas por el Museo de Cluny. Más tarde se llevó a cabo una labor de busqueda y recuperación de este espléndido Tesoro del que hoy podemos ver una parte en el MAN.
5. Bote de Zamora
Se trata de una urna de marfil de elefante con bisagra de plata, que fue tallada durante el Califato de Córdoba en Al-Andalus en el año 964 d.C.
Está considerada como una de las grandes obras, por su calidad artística y técnica, del taller de marfiles de la ciudad de Medina Azahara ubicada muy cerca de Córdoba.
Sus inscripciones nos dicen que fue un regalo del Califa Al-Hakam II para su concubina, y después madre de su hijo, la bella Subh. Normalmente se utilizaba para albergar joyas de gran valía o perfumes. El nombre de Bote de Zamora le viene por el autor de la obra, conocido por el Maestro de Zamora (Durri al-Salir).
Además es llamativo como fue descubierto. Este pieza junto con otras sin uso y deterioradas fue vendida por el cabildo de la Catedral de Zamora, en el año 1911, a un anticuario madrileño que se percato del valor de la obra, la cual fue comprada finalmente por el Estado.
6. Crucifijo de don Fernando y doña Sancha
Como su nombre indica era un crucifijo que regalaron los reyes a la Colegiata de San Isidoro de León en el siglo XI.
Está hecho en marfil. En él aparece la figura de Cristo, algo inusual por entonces ya que su imagen solo se incluía en algunos relieves ornamentales. Por ello es considerada una pieza revolucionaria y excepcional del Romanico español.
Destaca su calidad artística y perfecta ejecución. También por ser el primero, entre las obras del románico temprano, en utilizar el diseño de cruz latina.
La cruz está decorada en todo su borde de personajes que representan a los bienaventurados ascendiendo al cielo y otros personajes descendiendo a los infiernos. Contiene imágenes entremezcladas de animales y vegetales.
7. Ábaco neperiano
Fue inventado en el siglo XVI por John Napier, que destaco por su contribución al computo matemático con la teorización del cálculo logarítmico o logaritmo neperiano.
Con él Ábaco se pueden realizar complejas operaciones matemáticas, por lo que su diseño supuso un alarde de ingenio por parte de John Napier, que lo plasmo en el libro ‘Rabdologiae’.
Todo el conjunto hace pensar que fue la obra de un artesano que siguió fielmente las instrucciones del libro de Napier, dando forma a este armario de gran belleza.
La caja es una arqueta de palosanto con incrustaciones de marfil. En su interior se encuentran no uno sino dos ábacos, con los mecanismos necesarios para las operaciones matemáticas: multiplicaciones, divisiones, raíces cuadradas y cúbicas, logaritmos, etc.
Hay que tener en cuenta que en aquella época, al contrario que hoy en día, no era habitual saber sumar o multiplicar. Sólo unos pocos poseían ese conocimiento, como John Neper.
8. Escultura de Harsomtus-Em-Hat
Es la talla de un anciano egipcio de hace dos mil seiscientos años que vivio en la época de la Dinastía XXVI del Antiguo Egipto.
En esta pieza aparecen inscripciones jeroglíficas con el nombre del personaje y los cargos que desempeño, así como del objeto que sujeta entre sus manos, un sistro con la cara de la diosa Hathor, que nos habla de su vida consagrada a esta divinidad.
Harsomtus-Em-Hatt fue un alto dignatario y sacerdote que vivió en la región menfita durante el reinado de Psamético I, así lo demuestran sus títulos. Como alto funcionario del estado era registrador de las propiedades, haciendas y censos, y también escribía documentos oficiales.
Se desconoce cuando y como fue hallada, las primeras noticias que se tiene de esta estatua conservada en el MAN proceden de Barcelona en el siglo XVII.
9. Dinos de las bodas de Tetis y Peleo
Los dinos cerámicos eran unas vasijas utilizadas en la antigua Grecia para beber vino durante los banquetes.
Esta vasija formaba parte de un ajuar funerario y en ella se narra una historia, el mito de las bodas de Tetis y Peleo. Relata el rapto de Tetis, una ninfa del mar o Nereidas, por el mortal Peleo, para contraer un matrimonio de cuya unión nacerá el invencible Aquiles.
Toda la escena es una metáfora de la muerte donde las Nereidas asisten a los mortales en dos tránsitos esenciales: la boda y la muerte. La pieza destaca por su calidad pictórica y como exponente de la cultura de la antigua Grecia.
10. Tevau.
Aunque cuando lo contemplen no puedan creerlo se trata de dinero. Con este objeto se realizaban pagos de gran valor en Oceanía hasta la década de 1970. A partir de 1940 se extendió en la región los intercambios con moneda australiana, pero el tevau no dejó de utilizarse.
Procede del archipiélago de las Islas Salomón y fue empleado como dinero a partir de 1800 por los habitantes de las Islas Santa Cruz, que forman parte de este archipiélago.
Su elaboración es extremadamente laboriosa. Es una cinta de fibra vegetal de unos 7 cm de ancho y 10 metros de longitud, enrollada en forma de rueda sobre dos anillos de corteza de árbol y tejidas, por un lado, con plumas de un pequeño pájaro, el mielero cardenal, que vive en las selvas tropicales de estas islas. Se tarda un año en realizar una rueda y se necesitan trescientos pájaros para tener todas las plumas necesarias.
En 1975 fue declarado patrimonio cultural de las islas, prohibiéndose su exportación. El tevau es conocido también como «dinero pluma».