Un caso que revela la falsa neutralidad española en la contienda
La Primera Guerra Mundial estalló el 28 de julio de 1914. Desde un primer momento, el Gobierno presidido por el conservador Eduardo Dato se apresuró a manifestar la neutralidad de España. Una postura que se hacía oficial cuando la Gaceta de Madrid publicaba el 30 de Julio una Real Orden anunciando: Existente, por desgracia, el estado de guerra entre Austria, Hungría y Serbia, según comunicó por telégrafo el embajador de España en Viena, el Gobierno de Su Majestad, se cree deber de ordenar la más estricta neutralidad a los súbditos españoles con arreglo a las leyes vigentes y a los principios del Derecho Público Internacional. Dicha decisión se sostenía en el plan de Alfonso XIII de convertirse en el mediador de la paz y sacar por sus servicios réditos para un país que hacía mucho que había dejado de ser clave dentro de Europa. No habrá fisuras en la clase política respecto a la intervención. Republicanos y socialistas que defendían en las Cortes acabar con el conflicto del Protectorado de Marruecos difícilmente podrían defender otra pastura que no fuera la neutralidad. Por otro lado los dos grandes partidos monárquicos (Conservador y Liberal) inmersos en una crisis interna, no solo veían la imposibilidad material de participar en la contienda, si no que temían que pudiera desencadenarse un proceso político de consecuencias imprevisibles. De esta manera las principales fuerzas del país mantuvieron un acuerdo básico respecto a la posición que debía mantener el gobierno en relación con la Gran Guerra, que incluirá evitar cualquier discusión parlamentaria que tratara la postura que España estaba adoptando. Los que lo intentaban eran inmediatamente censurados, siendo además calificados por el resto de antipatriotas.
La opinión política española se dividió ante esta guerra, acentuando el enfrentamiento entre las derechas (‘germanófilos’ que veían en Alemania y en Austria-Hungría los representantes del orden y de la autoridad) y las izquierdas (‘aliadófilos’, que veían en Gran Bretaña y en Francia, el derecho, la libertad, la razón y el proceso contra la barbarie). Las principales voces germanófilas del país eran: el clero, el ejército, la aristocracia, las élites terratenientes, la alta burguesía, la corte, los carlistas y los mauristas. En realidad eran más antifranceses y antibritánicos que pro alemanes. Por el contrario, los partidarios de los aliados eran los regionalistas, los republicanos, los socialistas, los profesionales de clase media y los intelectuales, que vieron en la guerra un instrumento para forzar en España una transición hacia una verdadera democracia, de la que parecía apartarse definitivamente. La guerra era para este sector la ocasión para producir una revolución política. Neutrales también habrá, como el escritos Eugenio D’Ors, para quien la Primera Guerra Mundial fue una guerra civil entre europeos. Pero fueron una inmensa minoría y siempre se les acusó de estar sirviendo encubiertamente a los intereses de Alemania. También las figuras más destacadas del panorama político se apresuraron a declarar sus preferencias. Eduardo Dato mantuvo una postura prudentemente neutral, mientras que el rey Alfonso XIII manifestó claramente sus simpatías por la causa aliada por cuestiones económicas aunque veía en la disciplina y la industrialización alemana un modelo a imitar. El Conde de Romanones , elegido presidente del gobierno durante la guerra, romperá la posición de equilibrio que mantuvo su antecesor decantándose por los aliados durante su mandato. Los políticos Antonio Maura, Alejandro Lerroux y Manuel Azaña se mostraron también favorables hacia el bando francés y británico. Dentro de los germanófilos su figura más destacada fue la del carlista Juan Vázquez de Mella.
Mención aparte merece la postura mantenida por el Ejército, en su seno apenas hubo debate. Los mandos y la oficialidad admiraban la disciplina-eficacia marcial de las tropas prusianas. No obstante nuestras fuerzas armadas no estaban preparadas ni disponían del materia adecuado para la participación en una guerra moderna como la que se estaba desarrollando en los campos de batalla europeos. Al mismo tiempo, la inestabilidad y tensión permanente del Protectorado español en Marruecos también hará desaconsejable una intervención militar a favor de alemanes o aliados que pusiese en peligro nuestra presencia en el norte de África, habiéndose hecho así inviable, en todo caso, cualquier tentativa que se hubiera planteado. La prensa española financiada por las potencias extranjeras, se inundará de manifiestos, impulsando círculos de opinión partidistas que rompían con la teórica neutralidad del país.
Los debates también se dieron entre la población, dividiéndose en dos bandos que creaban acalorados debates que polarizaban la sociedad. Pio Baroja apuntaba como ‘Desde que comenzó el conflicto europeo, el pueblo español, como la mayoría de los pueblos neutrales, está en plena guerra civil’. Águilas no quedará al margen de estas disputas con animadas tertulias en los centros de recreo de la época. La importancia que aquí tenía la colonia británica hacia que los aliados tuvieran más simpatías, destacándose la figura del cónsul británico Thomas Naftel que desarrollará una activa campaña propagandística entre la ciudadanía. El Club Británico de Águilas creado durante la contienda con este objetivo, realizará sesiones cinematográficas para conseguir una opinión proclive con esta causa.
Vida Aguileña 11/6/1917
Numeroso fue el público congregado en el Salón Ideal, la noche del viernes, lo cual demuestra, la buena acogida que en esta ha tenido la creación de esa sociedad cuyo principal objetivo es el de que sus socios puedan conocer, con mucha aproximación, la grandeza del drama que allende los pirineos se desarrolla.
Todas cuantas películas se proyectaron fueron otras tantas manifestaciones de la gran importancia que el ejército británico tiene en la actual contienda, pues no hay que olvidar aquellos miles de soldados que desfilaron ante nuestra vista, para poder apreciar que en el triunfo de los aliados gran parte le corresponde a los hijos de la Albión.
De la colonia inglesa asentada en Águilas, cinco empleados de la compañía ferroviaria se alistarán como voluntarios. Entre estos estará el contable Luis Loventhal que será herido.
Las potencias del Eje tendrán entre sus partidarios al entonces alcalde Bartolo Muñoz (1914-1915), al empresario Antonio Marín, vicecónsul Alemán en este puerto, que tenía puesta en la fachada de su casa el escudo y la bandera de su representado, a Antonio Ruiz ‘ El obispo’, que por su inclinación puso a un hijo el nombre de Guillermo como el Káiser y a Pablo Pérez, miembro de la iglesia evangélica, que tendrá una dura polémicas con el pastor de la asamblea local Robert Simpson, cuestionando públicamente su apostolado por posicionamiento aliado. Indicar que el diario local de este periodo llamado ‘Vida Aguileña’ mantendrá una línea editorial en sus páginas netamente pacifista, aunque decantándose por los países aliados.
El comienzo de la guerra submarina por parte de los alemanes reforzará el sentimiento que había en la población proclive a la coalición aliada. La tétrica silueta negra de estas naves se verán emerger más de una vez en la línea del horizonte de Águilas, lo que causará pavor en el tranquilo vecindario aguileño. La amenaza que suponía para el tráfico marítimo tendrá una repercusión económica negativa sobre la localidad, por convertirse en objetivo militar los barcos mercantes que venían a cargar mineral por usarse para construir material bélico. Igualmente tendrá una influencia negativa para la compañía ferroviaria por la escasez de carbón para las locomotoras, no solo por el bloqueo impuesto a Gran Bretaña, también sucederá por tener de destino prioritario la industria militar. La consecuencia será que incluso se planteó el uso de leña como combustible, pero se vio inviable. El resultado de verse paralizada las principales actividades productivas de la población serán una fuerte recesión. La crisis laboral provocará un aumento de emigrantes que embarcaban desde Águilas, condicionada su partida por los avatares de la guerra naval. En este panorama desolador , el puerto sostuvo su importancia como salida de los productos de la comarca siendo uno de los poco autorizados en la península para exportar naranjas. El empresario británico afincado en Águilas, Juan Gray Watson, obtuvo de su gobierno la exclusividad de exportación del litoral levantino español, teniendo como destino a los soldados del frente.
La población será protagonista de la contienda cuando sea elegida para desembarco de la tripulación de dos embarcaciones que habían sido torpedeadas en aguas de las Baleares.
El Correo Español 9/8/1916
Ha llegado a Águilas el vapor danés Daysi, procedente de Sobona, con las tripulación de los buques ingleses Trident e Newburn, compuestas de 26 hombres, el primero, y 27 el segundo, que iban de Cardiff a Marsella con cargamento de carbón, y fueron torpedeados por un submarino alemán, treinta millas al norte de Palma de Mallorca, esta mañana.
Habrá un enorme interés por su llegada, siendo recibidos por el consulado inglés en Águilas.
El Liberal 9/8/1916
Las tripulaciones de los vapores hundidos han desembarcado, acudiendo al puerto gran gentío para presenciar el desembarco.
Los vecinos se volcaron con los rescatados, emprendiéndose una campaña de beneficencia por un comité de señoritas de la burguesía local compuesto por: Delfina de Medrano, María Guillman, May Naftel y Paquita Cervetto con la finalidad de cubrir las necesidades básicas de los marineros que habían perdido todas sus pertenencias. Implicarán en esta iniciativa a las principales fortunas de Águilas, logrando una cantidad de setecientas diez pesetas que darán a los capitanes para realizar los repartos, siendo todo organizado en menos de una semana.
Indicar igualmente otro episodio sobre un buque noruego cargado de carbón, hundido en la zona de bloqueo de la costa francesa, en marzo de 1917, en el cual iban como tripulantes José Galán Rey y Francisco Tárraga Martínez, que se presentaron en el Gobierno Civil para solicitar el pago de un billete que les permitiera poder desplazarse hasta Águilas en donde residían.
El armisticio del final de la guerra, firmado el 11 de Noviembre de 1918, acabará con un enfrentamiento que desangraba el continente. Las celebraciones no se harían esperar por todo el mundo. En Águilas se organizó un pasacalles decorándose los balcones. La colonia inglesa celebró una comida para los pobres y los barcos del puerto se engalanaron. No obstante en las conmemoraciones que hubieron podía apreciarse un cierto trasfondo , resultando interesante un apunte en la prensa local sobre las impresión de estos actos.
Vida Aguileña 28/11/1918
No fue, ni significó lo que nosotros entendíamos que debió ser, y que debía significar, si no fue propiamente la fiesta de la paz, si no el triunfo del vencedor y la derrota del vencido.
La opinión no pudo ser más acertada. Pese a que los dos bandos contendientes hablaron de que esta guerra acabaría con todas las demás, no resultará posible por asentarse sobre las bases humillantes que contenía el Tratado de París (1919), marcando con ello la historia posterior con trágicas consecuencias.