«Había una vez… un circo», cantado por unos famosos payasos de la tele.
Hubo una vez un típico rastro, cantado así mismo por un no menos famoso cantautor llamado Patxi Andión (hoy tristemente fallecido en accidente de coche). Glosaba en el tema de su canción sobre la picaresca palabrería que se usaba en él. «Una, dos y tres; una, dos y tres; este es el Rastro, señores, vengan y anímense».
Hoy todo se ha desdibujado al paso del tiempo, todo menos la picaresca en torno a la palabra; o si no, veamos lo que campea en una famosa feria arraigada en la primorosa primavera madrileña en torno a la palabra escrita.
Como en la célebre canción… se podría empezar…
Estamos: Una, dos y tres; una, dos y tres; este es el Retiro, señores, vengan y anímense; se trapichea, se vende, se compra y mucho más que queda por ver.
Como en todo sistema estelar hay un planeta gigante —con algunas lunas alrededor— que gira y gira mandando su luz y su calor; también, hay otro mondadoriano ejemplo de planetoide: todos repartiendo sus «rayos-premio» ya premiados, sus nombres propios ya nombrados; ellos todos repartidos en diferentes cubículos para su germinación.
Este sería el jardín donde campea la pícara palabra (hermosa expresión que algunos también definen como «autoinmolación o autoedición»). Todo ello enjaretado en vistosas casetas para su vislumbre. Dichas casetas están escotadas, o mejor explicado, vienen a pagarse en esa palabreja también pícara —«a escote»— por el consorcio de editores, libreros, etc., etc., pero con ciertas cláusulas algo nebulosas… Allí es donde aparece la famosa «picaresca palabrería».