La persea es una planta, arbusto y árbol, cuyas hojas son perennes, lanceoladas y con nervios. Tendrían una cierta semejanza con la hoja de laurel, aunque son más largas. Su fruto tiene también alguna similitud con el de la pera, encerrando un carozo con un sabor parecido a la de la castaña y con forma de corazón. Estas características, y especialmente la forma de las hojas que puede parecer una lengua, fueron muy del gusto de los egipcios, especialmente de la época ptolemaica porque consagraron esta planta al dios del silencio.
Harpócrates era, efectivamente, el dios del silencio, los secretos y la confidencialidad en el Egipto ptolemaico. Sería un ejercicio de sincretismo religioso porque los griegos de Alejandría lo adaptaron a través del Horus egipcio, pero niño, es decir, el sol que acaba de salir. Al parecer, los griegos hicieron su propia interpretación al ver que se representaba como un niño desnudo que se llevaba un dedo a la boca. La persea se representaba en muchas situaciones sobre la cabeza de esta deidad. El carozo se representaría entero en ocasiones, y otras veces abierto como para mostrar su semilla. Sería el símbolo de que es necesario saber usar la lengua y conservar el secreto de los misterios.
Fuente: Diccionario enciclopédico de la masonería con un suplemento, seguido de la historia general de la Orden Masónica desde los tiempos más remotos hasta la época actual: obra especial y única en su género para el conocimiento de los orígenes, naturaleza, símbolos, prácticas y fines de la masonería (..). completado con un taller general de la francmasonería (…)/ escrito y ordenado por Lorenzo Frau Abrines; y publicado bajo de dirección de Rosendo Arús y Arderiu.