La presencia de la foca monje del Mediterráneo en las costas del Sureste de la Península hasta la segunda mitad del Siglo XX: Águilas uno de los últimos reductos donde habitó
La Foca Monje del Mediterráneo (Monachus monachus) recibe su nombre porque los marineros decían que al verla descansar en la playa los pliegues de grasa de la cabeza le daban un aspecto similar al capuchón de un monje. El genero Monachus, de la familia Phocidae, está compuesto por tres especie de foca monje, geográficamente bien diferenciadas: la Foca Monje del Caribe (Monachus tropicales) extinguida hacia los años cincuenta, la Foca Monje de Hawai (Monachus schauislandi) en peligro de extinción y la Foca Monje del Mediterráneo (Monachus monachus) también en peligro.
Representan los únicos fócidos que viven actualmente en aguas tropicales. Además de esta característica, debe destacarse el género Monachus porque está considerado como el más primitivo de las focas actuales, habiéndose encontrado fósiles de hace quince millones de años con características anatómicas muy similares a las focas monje . Por tanto nos encontramos ante un auténtico fósil viviente de cuyo antepasado pudieron evolucionar el resto de pinnípedos y colonizar latitudes más septentrionales, lo que hace que sea una joya zoológica.
Esta especie conocida desde la antigüedad, era la protegida de Apolo y se han encontrado monedas del siglo V a.C. con su efigie representada . Aristóteles (384-322 a.C. ) la estudió en su Historia de los Animales describiéndola por primera vez. También aparecen referencias en la literatura clásica, dentro de ‘la Odisea’ de Homero, lo que confirmaba su habitual observación.
Cuando los navegantes portugueses explorando las costas de África en el siglo XV vieron manadas de focas monjes, comprendieron rápidamente el aprovechamiento que podían obtener de ellas. Las focas eran entonces tan numerosas que la explotación comercial de este recurso natural dio lugar al nacimiento de una próspera industria. Inmediatamente a su descubrimiento, pudo comprobarse que el dócil carácter de las focas facilitaba su captura hasta el punto que fueron consideradas como una alternativa a las ballenas en cuanto a fuente de alimento y a otros recursos como grasa y piel que se obtenía de ellas ,siendo muy cotizadas en Europa y a causa de ello esquilmadas entre los Siglo XV y XVI.
El hallazgo del petróleo durante el siglo XIX no las librará de la presión humana, siendo la principal causa de su regresión la persecución a la que se vieron sometidas por parte de los pescadores, lo que les obligará a abandonar su hábitat original en playas rocosas y arenosas a otro de tipo marginal en cuevas y oquedades marinas más resguardadas. La supervivencia de las crías resulta aquí mucho menor que en las colonias establecidas en espacios abiertos por lo que se iniciará un progresivo declive demográfico del que no ha podido lograr recuperarse.
Las foca monje del Mediterráneo es una de las especies en mayor peligro de extinción. Sus poblaciones se estiman en apenas 500 ejemplares en todo su área de distribución mundial. Habitaba toda la cuenca del Mediterráneo y la costa africana atlántica hasta Senegal, con las islas macaronésicas de Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde. Del Mediterráneo Occidental ,sur de Francia, Córcega ,Italia peninsular y Sicilia se extinguió a mediados de siglo XX , mientras que de España las informaciones parecen indicar que su desaparición tendría lugar a finales de la década de los sesenta y principio de los setenta. Actualmente, sólo sobreviven dos colonias en el Atlántico, la de Cabo Blanco (220 ejemplares) y la de Madeira (unos 25). El resto se distribuye principalmente en el Mediterráneo oriental, en costa Turca e islas Griegas. Últimamente se están produciendo frecuentes avistamientos en la costa croata y costas occidental y oriental de Italia, así como esporádicos en los países del oriente medio, Líbano, Israel , o incluso Egipto. También persisten algunos ejemplares acantonados en la costa norteafricana de Mediterráneo meridional, posiblemente supervivientes de la exigua población libia-argelinomarroquí, estimada en apenas unas pocas decenas de ejemplares, aunque no se dispone de referencias fiables en los últimos años, presagiando por ello su desaparición. El gobierno español ha estudiado su reintroducción en la isla de Fuerteventura, con ejemplares traídos de Cabo Blanco, en la península de Jandia y la Isla de Lobos, donde antiguamente existían.
En la primera mitad del siglo XX era abundante en las islas Baleares (todavía en los años sesenta se veía alguna por esta zona) y en las costas de Cataluña, Alicante, Murcia y Almería. En los años treinta y cuarenta del siglo XX, en España se las empezó a acusar de haber provocado la reducción de los recursos pesqueros costeros, desde pescado hasta crustáceos tan valiosos como la langosta. Les pasó lo mismo que a los lobos terrestres , se les vio como depredadores competidores del hombre, y se dio la instrucción oficial de eliminarlos , de hecho, a la foca monje se le llama también lobo marino. Otros factores que también influyeron fueron el descenso de recursos tróficos disponibles para la foca, las molestias humanas en sus hábitats de cría, la destrucción de su hábitat, la contaminación costera y la muerte accidental de ejemplares en aparejos de pesca. La foca monje fue desapareciendo a lo largo del siglo XX, comenzando por las regiones del litoral más llano y poblado (gran parte de Cataluña, provincia de Valencia, Costa del sol ) mientras se mantenía por más tiempo en las zonas más escabrosas y deshabitadas, como la Costa Brava y el litoral que va desde el cabo de San Antonio (Alicante) hasta el de Gata (Almería). El desarrollo turístico de la Costa Brava ocasionaría la desaparición de la especie en los años cincuenta, mientras que en el Sureste peninsular la extinción debió tener lugar más recientemente, probablemente mediados de los años setenta, según los diversos testimonios recogidos.
El último reducto fue en Cabo de Gata en la llamada Punta de las Sirenas, que recibía su nombre por albergar un pequeño grupo de ellas. Diversos nombres de accidentes geográficos del tramo de costa del sureste como son Cala del Lobo (Torrevieja), Isla de lobos (Mazarrón), Cueva del lobo (Cabo Cope), Arrecife de las sirenas (Cabo de Gata) y Laja del Lobo marino (Roquetas) hacen referencia a su presencia. Igualmente encontramos la Isla Del Fraile (Águilas) que podría deberse a que habitaron en este lugar. Las dos principales colonias de la península que hasta los años sesenta y setenta sobrevivieron estaban una en Mazarrón, teniendo dentro de su radio de acción Cartagena y Águilas por su cercanía y la otra en cabo de Gata. La presencia de la foca monje se debió a las características de este tramo de costa de tipo recortado y a su litoral sumergido formado por amplias praderas de posidonias, lugar de reproducción de peces y crustáceos que son el principal alimento de su dieta; también al tardío desarrollo urbanístico que tendrá la franja costera de Murcia, ya que no llegará hasta los años setenta, lo que le permitirá habitar la zona con relativa tranquilidad.
El último lugar de la costa murciana donde se avistaron fue en Águilas, a finales de los setenta, por un nadador en la zona del Peñón del Roncaor, aunque no fue creído por considerarse improbable que hubieran en este entorno. Indicar que en Águilas solían darse estos hallazgos por tener dentro de su costa cavidades e islotes donde podían refugiarse. De esta manera se entienden las historias de escuchar sirenas en noches con mar en calma. Una interesante noticia aparecida a finales del siglo XIX sería la primera referencia que encontramos acerca de la existencia de este mamífero en las aguas de este litoral: La Paz de Murcia (11/11/1885): ‘Hace unos días, varios pescadores de la villa de Águilas cogieron, después de muchos y penosos esfuerzos, un enorme lobo marino que, pesado, resulto tener algo más de veinte arrobas siendo su longitud de dos metros y algunos centímetros‘.
Las fuentes orales se remontan hasta el primer tercio del siglo XX. El pescador Jaime Robles Mayor ‘El Rojo’ de Calabardina sobre los distintos accidentes geográficos que podían encontrarse cuando se navega Cabo Cope señalaba ‘En el otro extremo de la ‘Yesera’ está la ‘Cueva del lobo’ este nombre se lo pusieron los antiguos pescadores porque en su interior, vieron en ocasiones un lobo marino, que al advertir su presencia saltaba al agua’. Indicar como en Cabo Cope era donde se decía que emergía una sirena con piel grisácea lo que se correspondería con las focas que allí se encontraban.
Por ultimo, por su carácter oficial debe nombrarse el informe realizado en los años ochenta por el Servicio de Vida Silvestre del ICONA con entrevistas a pescadores de los principales puertos del litoral mediterráneo. El número de encuestas totales realizadas en Águilas fue de treinta y ocho personas por lo que los datos que recogen deben considerarse válidos. De esta manera se puede asegurar que hasta finales de los setenta podían verse ejemplares de esta especie en esta costa, siendo los lugares más habituales donde podían localizarse el entorno de Cabo Cope, isla del Fraile y en la isla de Terreros.
Los elementos adversos a los que estará sometida, provocará por su vulnerabilidad, finalmente su desaparición, perdiendo de esta manera no solo un importante agente de nuestro patrimonio natural, indicador de la calidad de nuestras aguas, empobreciendo con ello nuestra biodiversidad, sino también desvaneciendo en el recuerdo las sirenas que habitaron nuestro mar.