El autor de este artículo reflexiona sobre algunos aspectos de la ‘América profunda’, las publicaciones de Charles Foster, investigador del Green Templeton College de Oxford, y sobre el Museo de la Creación de Kentucky
En toda piedra, sábetelo, un escorpión hace guardia Sófocles
Fotografías: Press Room Creation Museum Media-kit
De un tiempo a esta parte es casi imposible leer periódicos o revistas, que se tienen por serias, sin que aparezcan fake news, tergiversaciones, mentiras disfrazadas, fundamentalmente en las redes sociales… y, lo que es peor, es que son asimiladas acríticamente por cientos de miles de lectores que las digieren y las hacen suyas.
La mayoría son tópicos y banalidades pero algunas, como sin ir más lejos, las que contribuyeron, en su día, a crear una opinión favorable al “Brexit”, han hecho un daño objetivo y, todavía, estamos pagando las consecuencias.
Algunos amigos me cuentan verdaderos horrores de lo que podríamos denominar la “América profunda”. En muchos aspectos se vive una realidad virtual y paralela. El fanatismo, la ignorancia, el peso muerto de creencias fundamentalistas y un desdén por lo que sucede fuera de su círculo inmediato, traza un panorama sombrío.
Nada es tan de temer como la soberbia de quienes se creen profetas o elegidos y se autoerigen en pastores de almas. Todo esto produce una sensación de barbarie generalizada que yugula la mayor parte de los intentos de racionalizar un poco las cosas.
Hoy, el vientre del Caballo de Troya está lleno de amenazas dogmáticas que cuando encuentran la ocasión, incendian y destruyen países, dejándolos reducidos a humeantes cenizas. Jair Bolsonaro quizás sea el mejor ejemplo… pero en modo alguno, el único.
Un poco de escepticismo es, indudablemente, sano y ayuda no sé si a vivir, pero a sobrevivir al menos. Hace falta asumir, ante los hechos, una actitud más reflexiva… pero parece que caminamos, justo en dirección opuesta.
Algunas de estas empresas descabelladas, comienzan casi por una anécdota, pero en sucesivas oleadas van incrementando su perímetro y su intensidad. Soy un lector atento de Charles Foster, investigador del Green Templeton College de Oxford, autor, en otras publicaciones, de “The Laws and Ethics of Dementia”. Acostumbra a decir cosas bastante interesantes… y no tiene pelos en la lengua.
Describe en uno de sus ensayos que en Kentucky, por cierto, cerca de una aberración llamada Museo de la Creación (https://creationmuseum.org/) han puesto en marcha una iniciativa, que no dudo en calificar de peregrina y excéntrica. Consiste, nada más y nada menos, que en construir una réplica, a tamaño natural, del Arca de Noé. El presupuesto, como es fácil imaginar, no es ninguna bagatela y ascendía a más de treinta millones de dólares poco después de que tuviera lugar la ocurrencia.
Estos iluminados suelen ser pertinaces y ya habían logrado reunir en 2015, veinte millones. Quienes se dejan embaucar pueden financiar, según sus posibilidades económicas y su entusiasmo, un clavo, una tabla o una viga. En el primer caso aportarán 100 $, en el segundo 1.000 y en el tercero 5.000. Ahora bien, los que contribuyan satisfaciendo el precio de una viga obtendrán como reconocimiento a su esfuerzo una maqueta del arca firmada por Ken Ham, presidente de “Respuestas en el Génesis”.
Ni que decir tiene que quienes participan de estas creencias están convencidos de la existencia histórica –pero, al parecer recurrente y cíclica, de El Diluvio Universal-. Todo esto es ridículo pero lamentablemente cierto y comprobable.
¡Es tan difícil erradicar el pensamiento mítico! Sin embargo, el dogmatismo fundamentalista se mueve, nunca mejor dicho, como pez en el agua.
Gastar millones de dólares en construir una réplica del Arca de Noé no cabe duda de que es una obscenidad cuando millones de niños mueren de hambre o miles de migrantes son maltratados y humillados cuando intentan traspasar el muro que empieza a levantar Donald Trump en la frontera de EEUU y México. El fondo lúgubre, como el propio Charles Foster expone, no es otro que demostrar mediante métodos coercitivos su insensibilidad moral y su Supremacismo.
Erre que erre, el fundamentalismo religioso no se arredra lo más mínimo ante las críticas y ha adquirido una enorme practica en “comulgar con ruedas de molino”. No se inmutan, impertérritos siguen con lo suyo, caiga quien caiga.
Es, por ejemplo, sistemático su desprecio contra toda lógica, por la cronología. Confunden la Biblia con la Historia. Así defienden, sin el menor rubor, que el Universo sólo tiene seis mil años y que el Arca de Noé, mito universal, donde los haya, tras su azaroso periplo, fue a parar al Monte Ararat, hace 4.500 años. Evidentemente, no resiste el más mínimo planteamiento científico ni tiene el menor atisbo de historicidad… pero ¡ellos a lo suyo!
Sustituyan ustedes el Diluvio Universal y el Arca de Noé por “otros asuntos” y podrán hacerse una idea de que entre que gente estamos y en qué mundo vivimos.
Con una insensibilidad moral asombrosa, siguen urdiendo tramas para desplumar incautos y para que sigan amarrados a creencias inverosímiles… que dicho sea de paso, proporcionan suculentos dividendos.
Sus planteamientos son anquilosados y corruptos… pero, a su modo, eficaces. La “fe del carbonero” sigue vigente y el carbón parece que no se agota.
Ante la más mínima crítica, responden con desvergüenza y soltura de cuerpo, que cada uno opine lo que quiera. Pretenden en su delirio que opinión y verdad tengan el mismo valor o que sus opiniones, disparatadas, sean verdades irrefutables. Todo huele a antiguo, a rancio, está fosilizado y es anacrónico… pero se niega a desaparecer.
Hay que reconocer que decir estas simplezas y deformar cualquier hecho, con gesto forzadamente adusto, con frecuencia les resulta beneficioso. La parafernalia, grandiosidad y puesta en escena “emboba a quienes se dejan seducir por las apariencias”.
¡Hay que ver, bien administrada, lo que puede dar de sí la inspiración divina! La mezquindad más absoluta reina a sus anchas. Para ellos el pensamiento crítico es un objeto inservible que debe ser sepultado bajo siete llaves. Hay que adoctrinar a los fieles con obstinación, desprestigiando todo lo que pueda parecerse a análisis intelectual, rigor científico o incluso datos empíricos.
Probablemente, alguno de ustedes lo consideren exagerado pero la catadura moral de estos sujetos no es otra que la de unos auténticos pistoleros verbales. Hasta que las mascaras no caigan y se hagan añicos, no podremos estar tranquilos.
Llevamos camino de legar a las generaciones venideras una herencia amarga. Cada día se tiene menos en cuenta el valor del diálogo, el respeto a los derechos humanos y la búsqueda de conocimientos firmes y contrastados. El pestilente aroma de la represión comienza, sin embargo, a gozar de buena prensa ¡algo tendrá el agua cuando la bendicen!
El puritanismo fundamentalista está bien atrincherado, tras solidas murallas de ignorancia. La superstición se eleva a dogma. La imágenes que proyecta el espejo no pueden ser más aterradoras… y tras el espejo los monstruos irracionales esperan el momento oportuno para actuar.
Quizás, lo peor sea que todo esto está planificado ¿ineptos o cínicos? Permítanme que opine que ambas cosas. La estrategia de la crispación puede generar también epidemias malsanas.
Neguémonos a ser cómplices de tanta inmundicia. Nuestra cobardía, desinformación e irresponsabilidad contribuyen a incrementar la degradación y a extender su letal onda expansiva.
Parece una pesadilla… pero no ha hecho más que empezar. No sé en estos momentos, cuánto costará un mísero clavo, una tabla o una viga del Arca de Noé, que se les haya metido en la cabeza construir en este junio del 2019.
Me paro un momento a pensar. ¿Por cuánto nos podría salir un unicornio? No alcanzo ni a imaginármelo.