noviembre de 2024 - VIII Año

La columna romana / ‘El aperitivo’

Resulta que el futuro no es lo que nos habían contado Y el presente deja mucho que desear. Opino que hemos cambiado casi nada desde los tiempos de la Roma clásica. A través de esta “columna romana”  pretendo demostrar mes a mes,  que somos mucho más romanos de lo que pensamos. Hoy, que ya es hora vamos a hablar de tomar el aperitivo, de irnos de cañas, vaya, algo que ya hacíamos hace dos mil años.

Para empezar y como sabéis que soy escritor, quería comentaros que aunque no hay que juzgar a un libro por sus tapas, si hablamos de bares, sí que hay que juzgarles por sus tapas, entre otras cosas. Y ahora, entremos en faena:

Los romanos tenían bares. Hace poco se descubrió en Pompeya uno más y van unos 200 para una población estimada de unos 18.000 así que podemos decir que los pompeyanos tenían un bar para cada 90 habitantes. Más bares en proporción que nosotros. Los romanos llamaban a sus bares thermopolia, sen singular thermopolium, porque en ellos se servían comidas calientes, (termo) normalmente para llevar; take away, que diríamos hoy. También había servicio a domicilio sólo que las pizzas no llevaban tomate (habría que descubrir América para obtenerlo) y no te las traían en moto… te las traían andando. Rápidito, pero andando.

En estos bares, como hemos dicho se expendían alimentos calientes listos para consumir (auténtica y clásica fast food) y donde los romanos tomaban el aperitivo, si podían, sentados en taburetes, sino de pie, sujetando la barra, como nosotros. Estos thermopolia eran locales con barra de obra, muy parecidos a nuestros bares actuales, solo que los romanos preferían el vino a la cerveza, que consideraban una bebida «bárbara». De «tapa» tomaban frutos secos, aceitunas o pan con queso. También había jamón y chacinas, pero no había chorizo, porque el pimentón lo trajimos siglos después desde América, ni patatas fritas, por el mismo motivo. Eso sí, pan, galletitas saladas y eso, a tutiplén.

Las galletas, por cierto, las inventaron los romanos al buscar una forma de mantener el pan fresco durante más tiempo para poder abastecer a las tropas. Por eso inventaron esto de cocer dos veces la masa (Bis –dos, Cuit-cocido. Es decir cocido dos veces, de ahí el inglés biscuit). Según hallazgos arqueológicos, los antiguos romanos incluso fabricaban galletas para perros y barritas energéticas, que llamaban en singular bucellatum, hechas de harina, sal, frutos secos, aceitunas… estaban tan duras que había que mojarlas en vino para comérselas, pero aguantaban más de un mes sin estropearse.

A falta de gaseosas, solían mezclar con agua el vino para no emborracharse. La categoría del bar se medía por la calidad de su vino y por la fama que tuviera el dueño de aguarlo más o menos, ya que, aunque lo común fuera tomarlo rebajado, no es lo mismo pedir un chato y que te pongan aguachirri, que digamos, un tinto de verano.

Bueno, pues lo dicho, a ver si nos vemos para tomar unos chatos o unas cañas… Hasta otra amigos y nos vemos en los bares…Ave, os saludo…

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Archivo Entreletras

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