“Cuando no existen posibilidades de educarse, de levantar dentro de la masa corpórea la estatua magnifica de un espíritu cultivado, no se es hombre, y mucho menos se puede ser ciudadano”. Fragmento de un discurso de Prieto, en la ciudad de Cuenca (1 de mayo de 1936)
En nuestro país se está produciendo una peligrosa involución a pasos agigantados. Costó mucho trabajo y esfuerzo consolidar una democracia que, con sus muchas imperfecciones, ha permitido la construcción de un Estado de derecho, una convivencia pacífica y la consagración de las libertades y derechos democráticos de los que estuvimos privados, por la fuerza, durante la dictadura.
Indalecio Prieto fue un político que con todo merecimiento, supo ganarse el respeto y el cariño del pueblo de Madrid. En la zona de Nuevos Ministerios, una escultura suya da testimonio de ese cariño de los madrileños por quien tanto hizo por modernizar y engrandecer la ciudad en su etapa de Ministro de Obras Públicas de la República.
El monumento es obra del escultor Pablo Serrano y en él don Inda aparece con su boina característica, pues aunque asturiano de nacimiento, estuvo muy vinculado a Euskadi desde niño, concretamente a Bilbao.
Como síntoma de que las cosas podrían empeorar, la escultura ha sido objeto de unos años a esta parte, de desperfectos y pintadas, buena muestra del carácter vandálico e incívico de quienes los perpetran.
Parémonos a reflexionar un momento para preguntarnos ¿a qué obedece tanta provocación, tanto odio…? Llegaremos a la desasosegante conclusión de que forman parte de una estrategia de crispación y desestabilización programada, que viene realizando con impunidad, la extrema derecha o si lo prefieren, la derecha extrema.
Sabemos de su beligerancia contra la Ley de Memoria Histórica, ahora, Memoria Democrática y que buscan incesantemente agitar la calle y crear una atmósfera social de confusión, aturdimiento e inestabilidad. Esgrimen una verborrea supuestamente apolítica, que no pretende otra cosa que socavar los principios democráticos.
Lo sucedido hace unos días en el Ayuntamiento de Madrid es, a un tiempo grotesco e indecoroso, únase a esto que quienes presentaron la Iniciativa eran conscientes de que difícilmente podrá llevarse a cabo.
Incapaces de cualquier razonamiento reflexivo y no digamos crítico, sustituyen cualquier atisbo de pensamiento por un griterío y unas gesticulaciones que escarbando un poco, ponen al descubierto un reaccionarismo e inmovilismo elocuente, una defensa de regímenes totalitarios, causantes de crímenes aborrecibles en toda Europa y, también en nuestro país.
Mienten, tergiversan la historia. Sus argumentaciones son de un simplismo espeluznante. Si no fuera por la violencia que “late” en su interior como amenaza, todo quedaría en un pertinaz ruido de fondo y unos cuantos disparates y desvaríos, tan poco fundamentados como faltos de la menor consistencia teórica.
Podrían disolverse en el agujero negro de la nada, pero cuentan para perpetuarse y continuar sus desmanes con la ignorancia de quienes se dejan convencer por tales bravatas y estupideces. ¡A qué conduce tanta bilis y tanta sordidez!
Me parece más que oportuno para combatir tanto delirio, exponer aunque sea sucintamente, el legado político en pro de la Justicia y de los valores republicanos de Indalecio Prieto que tanto hizo por Madrid. Ha llegado el momento de decir basta y de salir al paso de tantas calumnias, que bajo ningún concepto merece un político tolerante que durante el tiempo que tuvo responsabilidades de gobierno, buscó con sus reformas el bienestar colectivo, engrandecer la ciudad de Madrid y mejorar las condiciones de vida de los más vulnerables.
Hablemos de que fue titular de las “carteras” de Hacienda y Obras Públicas, entre otras, durante la II República. Citemos algunas de sus realizaciones, como Ministro de Hacienda, por ejemplo, promovió y firmó la entrega de la Casa de Campo al Ayuntamiento de Madrid para que pudiera ser disfrutada por todos los vecinos, en lugar de por unos pocos privilegiados. Son dignos de recordar los esfuerzos que dedicó a impedir la fuga de capitales, ya que quienes más gritan y se proclaman patriotas, son los primeros en sacar el dinero del país… contribuyendo a empobrecerlo.
Como Ministro de Obras Públicas dejó una huella profunda e indeleble en la ciudad de Madrid. Prosiguió una política de construcción y ampliación de obras hidráulicas que era imprescindible para modernizar el país. Especialmente ha de ponerse en valor la reforma y mejora de infraestructuras que planificó y desarrolló cuanto le fue posible. Cítense, entre otras, la planificación de la nueva Estación de Chamartín así como el túnel que enlazaría esta con la de Atocha y que los madrileños, con su gracejo, bautizaron como “túnel de la risa”.
He puesto estos ejemplos porque los vencedores de la Guerra Civil, continuaron estas obras y pomposamente las inauguraron, mientras denostaban a quien las había diseñado y puesto en marcha.
Al igual que al final del estrambote del célebre soneto de Cervantes “Fuese y no hubo nada”, presumiblemente las iniciativas de la ultra derecha, antes reseñadas, quedarán en agua de borrajas. Sin embargo, no resta un ápice de irresponsabilidad a quienes han llevado a cabo esta aviesa intentona.
Los pasos atrás son significativos. Es conveniente señalar como aviso a navegantes desmemoriados, que su presencia en el callejero de Madrid, se adoptó durante el denostado consenso.
Lo peor de todo, es que pretenden dañar la memoria de personas de incuestionable moralidad y de convicciones democráticas firmes. Indalecio Prieto, sin ir más lejos, tuvo una visión política de largo alcance y fue decididamente partidario de llegar a acuerdos con quienes estaban muy alejados de su pensamiento, con la intención de devolver las libertades a los españoles, que Franco les había arrebatado.
Es poco conocido pero ilustrativo que llegó a alcanzar un pacto con fuerzas de la derecha monárquica, que se conoce con el nombre de “Pacto de San Juan de Luz”. Buscaba una salida a la dictadura franquista. Tras la sustitución del dictador y el advenimiento de una democracia, se llevaría a cabo un plebiscito sobre la forma de Estado. Las condiciones de la política internacional imposibilitaron que se llevara a efecto, más fue un proyecto, sin duda alguna, loable.
No sólo fue un político dúctil y hábil, también, un excelente periodista con un estilo directo, contundente a veces y con frecuencia brillante.
La Fundación Indalecio Prieto en una “labor pedagógica encomiable”, ha publicado la mayor parte de las obras de don Inda, a fin de llenar el vacío existente y de que las generaciones que no vivieron la Guerra Civil y los años duros y difíciles de la postguerra, puedan conocer un testimonio imprescindible de estos hechos, así como del exilio, fundamentalmente, del mexicano.
Otro hecho que considero destacable es que fue un hombre hecho a sí mismo. Huérfano de padre, desempeñó diversos oficios, como por ejemplo, tipógrafo. Es conocida su vinculación con el periódico “El liberal” en el que expresó sus opiniones políticas y del que llegaría a ser director.
Todos los que lo conocieron destacan la brillantez de su oratoria. Sus discursos están bien estructurados, son eficaces y demuestran que en Indalecio Prieto había un gran tribuno, igualmente, contundentes son sus intervenciones como Diputado en el Congreso.
Hasta ahora, han sido poco estudiadas las distintas etapas de su exilio mexicano. A través, primero de la SERE y más tarde de la JARE (Junta de auxilio a los republicanos españoles) puso todos sus esfuerzos en posibilitar que unos cuantos centenares de republicanos pudieran llegar a México y allí encontraran apoyo y redes de asistencia.
En el exilio no existía siempre la unidad requerida, incluso entre los socialistas había divisiones, Prieto procuró, en la medida de lo posible, limar asperezas con una visión amplia, en la que destacaba la idea de que para combatir eficazmente la dictadura franquista era necesaria una colaboración de toda la oposición.
Por todos estos motivos es manifiestamente injusto y fruto de una inmensa ignorancia achacarle a Indalecio Prieto las calumnias con las que se pretende eliminar su escultura y sacarlo del callejero.
No podemos, ni debemos olvidar que repitió, en incontables ocasiones, que era “socialista a fuer de liberal” con lo que las acusaciones de dogmatismo e intransigencia no se sostienen de ninguna manera.
Son tantas las perspectivas desde las que abordar su pensamiento y trayectoria política, que exceden con mucho, las dimensiones de este artículo. Antes de finalizar quisiera señalar, no obstante, como otro rasgo de modernidad que creía en la España diversa y apostaba, sin ambages, por hacer compatibles “fuerismo y constitucionalismo” más estaba abiertamente en contra del separatismo.
Quisiera sugerir a quienes no hayan leído nada de Indalecio Prieto, su libro póstumo, aparecido en 1965, “De mi vida: recuerdos, estampas, siluetas, sombras” con un excelente prólogo de Santiago Arisnea Lecea. (Editorial, Ediciones El Sitio, 1965). A lo largo de sus páginas van desfilando hechos históricos con sus interpretaciones, así como aquellas personas que jugaron un papel destacado en la vida política de Indalecio Prieto.
Estas breves reflexiones tocan a su fin. Es inconcebible la iniciativa rencorosa, malintencionada y falaz tomada contra Prieto, así como contra Largo Caballero.
Ambos representan la memoria democrática y una existencia destinada a combatir el totalitarismo, defender los valores republicanos, las libertades y derechos democráticos y contribuir a modernizar y a trazar unas líneas viables de futuro.
Iniciábamos este artículo citando un fragmento de un discurso pronunciado en Cuenca durante la conmemoración del 1 de mayo del 36, quiero terminarlo con otro fragmento del mismo discurso, donde se pone de manifiesto el inmenso amor a España que profesaba don Inda: “A medida que la vida pasa por mí, yo, aunque internacionalista, me siento cada vez más español, siento a España dentro de mi corazón y la llevo hasta en el tuétano de mis huesos”.