Comentarios livianos sobre una visita a la exposición ‘Benito Pérez Galdós, la verdad humana’ en la Biblioteca Nacional. Hasta el 16 de febrero de 2020
Si la realidad es un complot la ironía es un complot privado, una conspiración contra ese complot. Ricardo Piglia
Fotografías: Pilar Guerrero
He recorrido, pormenorizadamente, las salas dedicadas a la Exposición sobre Galdós y termino la visita con una sensación gratificante. En los tiempos que corren todo se frivoliza, se convierte en producto de consumo con ese principio devastador de usar y tirar. Tal vez, por eso, se agradecen tanto las excepciones a la regla.
La Exposición ‘La verdad humana’ está bien concebida y planificada y muestra al Galdós auténtico frente a tantos intentos de tergiversarlo, reducirlo a un costumbrismo facilón y ocultar, como hizo la dictadura, los aspectos más valientes y sinceros de su obra y su pensamiento y todo aquello por lo que merece la pena aproximarse a Galdós. Es saludable disfrutar de su prosa teniendo presente que su huella ha dejado rescoldos vivos entre nosotros. Ahora que va a cumplirse un siglo de su muerte conviene repensar su filosofía, su ideología, su visión de la historia…
Es significativo y esperanzador que visitan la Exposición muchos jóvenes, rompiendo la imagen de que a la juventud no le interesa la cultura y, al mismo tiempo, poniendo de manifiesto que Galdós, que ha dejado su impronta en muchas generaciones de los siglos XIX y XX sigue despertando interés, respeto y afecto en este convulso siglo XXI. Por eso, romper una lanza por don Benito y reparar tantos atropellos como sufrió es un acto de justicia.
Toda exposición sigue un itinerario, que en este caso va más allá de lo cronológico. Se mencionan aspectos biográficos de interés, aparecen personajes históricos de relieve y Madrid, ese Madrid decimonónico y finisecular, está representado profusamente. Se hace hincapié y es de agradecer, en la verdad humana de Galdós y en las muchas facetas que han permanecido ocultas, en penumbra o silenciadas.
La Exposición que permanecerá en la Biblioteca Nacional hasta mediados de Febrero, se desplazará luego a Canarias, a Cantabria y a otros lugares que jugaron un papel destacado en la peripecia vital de don Benito. En cierto modo, es el ‘pistoletazo’ de salida de muchas conmemoraciones que tendrán lugar el año próximo. Lo que constituirá, sin duda, una ocasión privilegiada para mostrar nuestro sincero agradecimiento, colocarlo en el lugar que le corresponde en nuestro panorama literario y hacer visible y patente su contribución a un pensamiento crítico, a una literatura comprometida y a un conocimiento nada desdeñable de las honduras de la realidad humana.
A través de Galdós revisamos críticamente el pasado para comprender nuestro presente. Galdós conmueve. Galdós toca fibras sensibles. Galdós nos hace comprender muchas cosas de nuestro pasado y de nosotros mismos… y quizás, sea ese el motivo por el que no deja indiferente a ningún lector que se sumerja en su literatura. Galdós hace lectores. Ese sigue siendo su mérito perdurable y su mejor legado.
Lo que más me impresionó de don Benito en mi juventud fue su descubrimiento genial de que la historia hay que contarla desde abajo. En la Exposición, en la que han colaborado diversas Instituciones Públicas, como el Gobierno de Canarias y también particulares, haciendo posible que puedan contemplarse objetos, algunos por primera vez, que de otra forma no serían accesibles.
Pueden verse más de 1.200 piezas: fotografías, pinturas, mobiliario y, también, ediciones de obras galdosianas de las que la propia Biblioteca Nacional, custodia muchas de ellas.
No es posible más que ir describiendo algunas agradables sorpresas que esperan al visitante. Naturalmente, cada uno tiene que detenerse ante lo que sienta curiosidad y más le llame la atención. Sin embargo, hábilmente se dejan entrever ciertas cosas, por ejemplo, la influencia que Balzac, Dickens, Zola o Tolstoi ejercieron en don Benito o como supo captar recursos cervantinos como el poder de la ironía y mostrar en sus páginas alegatos nítidamente humanistas.
Podemos apreciar al Galdós cosmopolita y viajero, al que visitó Gran Bretaña, Francia, varias veces, e incluso Italia de la que nos dejó un hermoso testimonio.
Frente al Galdós ‘garbancero’ con el que han pretendido descalificarlo hay un Galdós, a través de cuyas páginas aparece un pensamiento filosófico y una crítica social profunda y certera. Y no sólo eso, sino un excelente conocimiento de la literatura europea, de sus recursos y de sus innovaciones. Mal que les pese a algunos, fue un vanguardista y un moderno en toda la extensión del término. En sus obras se puede percibir el miedo de los personajes al fracaso, la honda simbología que se pone de relieve tras situaciones y personajes… y esa convicción de que el futuro le pertenece y que la imaginación puede y debe estar al servicio de la memoria.
A través de Galdós se aprende y se amplifica el teatro de sus operaciones. Galdós atesora muchos recuerdos, las calles adoquinadas, las corralas, los rincones de Madrid y los cafés que recorría a diario, a veces acompañado por Mesonero Romanos, su vecino y amigo…
Es un maestro exponiendo la variedad de personajes que recorren las calles de Madrid con sus instintos primarios, sus miradas feroces, su cobardía, su miedo, su generosidad y su desamparo… en cierto modo, puede decirse que a Galdós se le ha pedido y se le puede seguir pidiendo ‘asilo literario’.
Es un escritor realista y, al mismo tiempo, mucho más que realista. Su concepto de verosimilitud es muy amplio y juguetón como era, sabe exponer con maestría que las reglas del juego están para jugar con ellas y no para que nos dicten, automáticamente, lo que debemos hacer.
El catálogo de la Exposición es un complemento magnífico a la visita. Ahí están las colaboraciones y aportaciones de Germán Gullón y Marta Sanz, comisarios y responsables del proyecto y, también, las de Andrés Trapiello y Benito Madariaga, entre otros, que nos ayudan a comprender lo que hemos ido contemplando, que no es otra cosa que una sociedad en transformación y un mundo narrativo impresionante puesto en pié.
En toda exposición hay detalles que cada uno ha de descubrir, que atraen nuestra atención ya sean manuscritos de los Episodios Nacionales, una invitación al ensayo del drama Electra, una imagen de María Guerrero en el estreno de Realidad o unas fotografías del chalé de San Quintín en Cantabria…
Hay un Galdós en el que es preciso insistir, el que estuvo en contacto con Giner de los Ríos, el que visitaba frecuentemente el Ateneo y dejó constancia en sus obras, como en el Episodio Prim de la vida en la Docta Casa y, también la influencia que ejerció en escritores de la talla y el talento de Rafael Chirbes.
Hoy no es posible escribir novela histórica sin tener como referente a don Benito. Para seguir su estela o para elegir itinerarios poco explorados y alejados de tanto tópico… o apreciar su influencia en la literatura del exilio, por ejemplo, en Cernuda, en Max Aub y no digamos en María Zambrano. Y es que podemos echar mano de Galdós cada vez que queramos escapar del peso muerto del inmovilismo y de la opresión de las denominadas fuerzas vivas.
No es baladí situarlo y la Exposición lo hace, en sus coordenadas históricas, sociales y culturales. Mostrar, asimismo, al Galdós periodista o al Galdós político que encabezó la Convención Republicano-Socialista que llevó por primera vez a un obrero, Pablo Iglesias, al Parlamento son otros tantos aciertos.
Es toda una apuesta ética y crítica mostrar a un Galdós laico, tolerante, fustigador del inmovilismo… sabe poner de relieve los efectos letales de la corrupción. Es abiertamente beligerante contra Instituciones como la Iglesia Católica, que mostraba un afán desmedido por monopolizar el control de las conciencias y entrometerse de forma asfixiante en las esferas privadas y, al mismo tiempo, es profundamente respetuoso con la fe de las personas sencillas.
No quiero dejar pasar la ocasión de poner en valor la figura de Galdós como protofeminista, por sus alegatos a favor de la lucha por la emancipación de la mujer, por sus derechos y por romper lo que hoy denominamos techos de cristal. No se ha reparado lo suficiente en personajes como Tristana y sus alegatos y proclamas en favor del amor libre, la figura emblemática y solidaria de ‘Benina’ o esa fuerza desatada de la naturaleza que es Fortunata, capaz por defender su amor y sus pasiones, de romper convenciones y de entregarse sin límites.
Antes de poner fin a estos comentarios apresurados sobre la visita a la Exposición, quisiera añadir los testimonios sobre su amistad con Clarín o las imágenes de personajes históricos, de carácter conservador, que fueron poco generosos con Galdós como el taimado erudito Marcelino Menéndez Pelayo o el escurridizo y reaccionario Antonio Cánovas del Castillo.
En definitiva, Galdós se abre paso limpiamente por encima de tergiversaciones y manipulaciones. ¿Qué significa hoy Galdós? Cada uno tiene que buscar sus respuestas. Para mí un afán sincero y valiente por modernizar y democratizar nuestro país y por luchar hasta la extenuación contra las trabas de todo tipo que lo han mantenido ‘anclado’ en el pasado.
Visitar esta Exposición es una ocasión para testimoniar nuestro afecto y admiración a Galdós y, también, para preguntarse ¿Quo vadis España? En Galdós no están todas las respuestas pero puede ayudarnos y mucho, a descifrar algunos de los peligros que se ciernen –antes como ahora- sobre nosotros y aprender a explorar con valentía rutas inéditas, mediante las que entendernos y forjar una convivencia en común, en lugar de tropezar una y mil veces en la misma piedra.