julio de 2024 - VIII Año

En el centenario del V.P. (1918-2018)

Centenario del nacimiento de Enrique Tierno Galván (1918-1986)

tierno 6Enrique Tierno Galván hubiese cumplido cien años el 8 de febrero de este año de 2018, pero la biología fue poco generosa con él y le arrebató la vida temprano. Pero no tanto como para no haberle dado ocasión para crear una obra intelectual y personal admirable, imprescindible, prolífica y sumamente sugerente. El Viejo Profesor fue uno de los más importantes intelectuales europeos de la segunda mitad del siglo XX y una personalidad tan atractiva que se reveló suficiente para concitar en torno a él un tejido de afectos que trascendió lo universitario y lo político para alcanzar el perímetro de lo meramente personal. Su entierro fue el mayor acto multitudinario recordado a un político en Madrid, más allá de cualquiera que fuera su ideología, porque se rindió homenaje a la persona, no al personaje. Aunque también sea cierto que, tratándose del profesor, persona y personaje llegaron en algún momento a subsumirse.

Haciendo abstracción de su actividad política por ser sobradamente conocida (federalismo europeísta desde la Universidad de Salamanca, fundador del Partido Socialista en el Interior, fundador y presidente del Partido Socialista Popular, ingreso en el PSOE en 1978, alcalde de Madrid desde 1979 hasta su muerte en 1986), su labor creadora se extendió durante más de treinta años en una obra escrita que se ha publicado en sus Obras Completas, alcanzando ocho volúmenes de más de mil doscientas páginas cada uno que incluyen textos de toda clase, desde artículos y conferencias a ensayos diversos, amplio espectro de reflexiones políticas, sociológicas, filosóficas, humanísticas y costumbristas, además de culturales y, específicamente, literarias. Todo ello culminado con su interesante (e intrigante, por momentos críptica) ‘Carta a una profesora italiana’, la que puede considerarse su última obra y, seguramente, algo más que una reflexión sobre don Diego Hurtado de Mendoza, la excusa para semejante epístola. Queda pendiente ser analizada en profundidad esta obra postrera: quizá en ella encontráramos algo que no imaginamos todavía.

tierno1Fue el profesor Tierno un ser extraordinario, en el sentido exacto del término. Podría ser calificado de distintas maneras, pero no de común ni de corriente. A su enorme erudición se añadía su capacidad reflexiva, con lo que la cultura no era en él un barniz de conocimientos sino una profunda e intensa acumulación de saberes dispuestos de tal forma que le permitía analizar, sopesar, valorar y reflexionar desde la primera capa hasta el corazón de la cebolla, además modificando el punto de vista para exponer lo excepcional con naturalidad, lo sorprendente con normalidad. Y a ello añadiéndose una inflexión de su tono de voz seductora, envolvente, que invitaba a atender con atención lo que se decía. Como anécdota que refleja muy bien cuanto se quiere decir baste recordar un encuentro que mantuvo en 1977 con varios centenares de pescadores, obreros y trabajadores de otros oficios en Vigo, en un mitin propio de la época. Desde el principio los asistentes al acto se negaron a que hablara Tierno si no lo hacía en gallego y, en efecto, el ambiente se volvió difícil. El profesor, diciendo que lo comprendía muy bien, y que no sabía gallego, pidió permiso para dirigirse durante un minuto a los compañeros de su partido que habían acudido al mitin, tras lo cual se retiraría. Se lo permitieron y Tierno tomó la palabra para hablar durante ‘un minuto’. Hora y media más tarde, entre las ovaciones de los centenares de asistentes, acabó su intervención en castellano. La seducción como arma política; la inteligencia como trinchera; la cultura como munición.

Tan extraordinario como diferente a otra clase de políticos que ponen en su actividad pública el centro de sus vidas. Para Tierno la acción pública era el modo de estar en permanente comunicación con los otros, porque a sus horas de soledad y estudio gustaba acompañarlas de tiempo de calle, conversación, interrelación, alteridad. Durante su último año de vida, consciente del tiempo que se le escapaba, quería salir a la calle, disfrutar de las horas de la noche hasta la fatiga, acudir al teatro en las noches del verano, conversar, conversar… Escuchar.

portada 3Igual paraba a media tarde a tomar un café en California 47, rodeado de señoronas burguesas del barrio de Salamanca, que se detenía en Lavapiés, en el Barbieri, a mojarse los labios con un vaso de vino junto a los jóvenes que frecuentaban el Café. Y en todos los casos tenía motivo para hablar y para escuchar, atender y tomar nota, excusarse por lo que criticaran de la gestión municipal y agradecer lo que valoraran del trabajo que desarrollaba en el Ayuntamiento.

Pero esa actitud no fue solo la adoptada durante su etapa en la alcaldía: lo fue igual cuando ejercía de profesor en la Universidad, de director de seminarios, de tertuliano dentro y fuera de su propio partido y en sus viajes y estancias prolongadas en universidades norteamericanas, en Puerto Rico y en donde pudiera trabajar en sus años de expulsión de la cátedra. Una actitud vital que le convertía en alguien con el que apetecía siempre compartir.

Hoy, treinta y dos años después de su muerte, en el centenario de su nacimiento, algunos seguimos echando de menos su magisterio. En muchos aspectos. Y pensamos que todo iría mejor si la vida contara con él.

Aunque, pensándolo bien, puede que sea apreciación subjetiva sin trascendencia. Pero, ya se sabe: vivimos en el subjetivismo. El ‘tiernismo’ siempre lo fue.

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