Perú / Región de Loreto*
Se suele presentar a la cultura como enriquecimiento del espíritu. También lo puede ser como enriquecimiento de las arcas públicas y privadas.
Iquitos, 17 de febrero de 2022
Fotografías: © Juanjo Fernández
El pasado sábado 12 de febrero una ceremonia en el río Itaya recordó el 480 aniversario del descubrimiento del Amazonas por Orellana. Fue un recorrido en diferentes embarcaciones del Ejercito amenizado por música loretana que culminó en el lanzamiento de una corona de flores conmemorativa de la efeméride en el encuentro entre los ríos Nanay, Itaya y Amazonas. El acto finalizó con algunos discursos protocolarios culminados por el de Solany Tuesta, viceministra de industrias culturales que reivindicó la cultura como motor de desarrollo personal y social, algo indiscutible. Sin embargo, yo quiero defender en este artículo la capacidad de la cultura como estímulo económico para ciudades y regiones, y hacerlo pensando en el futuro de la ciudad de Iquitos. Y lo haré con algunos ejemplos que he tenido la oportunidad de conocer y seguir de cerca por años.
Cuando mis padres se instalaron en Madrid tras diez años de trabajo en Alemania lo hicieron en un barrio humilde de Getafe, un pueblo a 12 kilómetros de la capital de España que se convertiría en ciudad dormitorio y terminaría ganando el apelativo de la capital del cinturón industrial del Sur. Las Margaritas era el nombre de este sector y estaba separado del centro de la población por dos cuarteles y otras instalaciones militares. Las calles eran de tierra, sin iluminar, las viviendas de oficiales y suboficiales terminaban de rodear el barrio destinado a alojar a los trabajadores de la incipiente industrialización española. Era 1968. Poco a poco fueron adquiriendo infraestructuras, asfaltado, alumbrado, alcantarillado. Pero el cambio llegó cuando en 1986 el Ejército cedió sus terrenos y sobre sus diez hectáreas se construyó la Universidad Carlos III cuyos más de 18,000 estudiantes y docentes han alegrado la cara a la ciudad. No es el único ejemplo en España de permuta de terrenos militares por universidades: los antiguos cuarteles militares de la calle Wellington, en Barcelona, forman ahora parte de la Universidad Pompeu i Fabra, y el antiguo aeródromo militar donde está hoy parte de la Universidad de Alcalá de Henares son solo dos ejemplos más entre muchos otros. Empiezo por esto porque en Iquitos Ejercito, Marina y Fuerza Aérea poseen una gran cantidad de tierras que han perdido gran parte de su operatividad militar y suponen una ruptura en la continuidad del trazado urbanístico de la ciudad, producto de su crecimiento (y que según el censo de 2017 ya debemos hablar de una metrópoli al haber superado los 500,000 habitantes) y que deberían replantearse al servicio de la ciudadanía tras las correspondientes compensaciones.
A menudo se destaca el deterioro iquiteño. Veamos otro ejemplo: Bilbao. Reconversión industrial. Desaparición de los alto hornos y siderurgia de toda la región. Paro, depresión, abandono, marginalidad, terrorismo. La Ría Izquierda era eso. Fabricas abandonadas hogar de toxicómanos. 1991. El Gobierno Vasco propuso a la Salomon R. Guggenheim Foundation colaborar en el gasto de la construcción de una sede de su museo en esos terrenos depauperados.
166.5 millones de euros fue la inversión. En 1997 el Museo Guggenheim de Bilbao abre sus puertas. Entre su inauguración en 1997 y 2018 ha generado 5.705.623.618 euros de gasto directo, 5.172.724.752 euros en aportación al PIB y 800.320.428 euros de ingresos adicionales a la Hacienda vasca (cifras que escapan a mi poder de comprensión pero que me parecen más que significativas y que he tomado del trabajo final de grado de Arkaitz Celaá Angulo para la Universidad Politécnica de Gandía).
El Guggenhein fue el motor que transformó la ciudad por completo y que impulsó nuevas infraestructuras culturales y urbanas, incluida la construcción del metro de Bilbao diseñado por Norman Foster. Hoy en día su silueta es tan conocida mundialmente como la del Taj Mahal o la Estatua de la Libertad.
Otro caso que conozco bien: Málaga. Cuando la visité por primera vez acompañando a mi esposa para presentarme a su familia me pareció Sarajevo, la capital bosnia destruida en la guerra contra Serbia los primeros años de la decada de los noventa. El centro lucía un estado de abandono ya ruinoso. Sus calles estaban abiertas al tráfico privado, las veredas ocupadas por motocicletas, la visita a la Alcazaba se presentaba como sinónimo de asalto. Sería 1997 cuando hice aquella primera visita. Dos años antes el Ayuntamiento de Málaga había empezado a trabajar a través de la Oficina de Rehabilitación del Centro Histórico en un plan que llegaba al 2009 y un presupuesto de gasto de 250 millones de euros. Abrió sus puertas el Centro de Arte Contemporaneo (CAC) con un presupuesto de 66 millones. Tras él se construyó el Museo Picasso en una intervención arquitectónica en la Judería que tiene tanto valor como las obras que alberga.
Carmen Thyssen eligió la ciudad para albergar su colección particular con un museo que recuperó un conjunto de manzanas especialmente deterioradas. El puerto en desuso se convierte en un paseo con comercios, restaurantes y en él se instala el Centre Pompidou cuyas exposiciones reciben 915 mil visitas entre 2015 y 2020. La lista de museos de la ciudad no para de crecer así como las inversiones en patrimonio, ocio y cultura en un círculo virtuoso que se manifiesta en cifras: el 82,1 % de los turistas que llegan a la ciudad declaran conocer el Museo Picasso, el 62,5% haber visitado el Carmen Thyssen.
Su presencia permite el mantenimiento de 6,100 empleos cualificados en el sector servicios. Málaga era como Iquitos, una central de intercambio, los visitantes llegaban en tren o avión y de inmediato iban a sus departamentos alquilados en la playa igual que en Iquitos lo hacen a sus lodges o barcos. Los que llegaban en crucero eran recogidos en autobuses que les llevaban a Granada a conocer la Alhambra. Hoy el turista ya no aparece solo atraído por el sol, el mar y la arena. Su presencia es además permanente durante todo el año. Málaga tiene una población de 569 mil habitantes, poco más numerosa que Iquitos, están a la par. Un detalle, las calles del centro han sido en su mayoría peatonalizadas como es la tendencia en las capitales europeas. Otro detalle, los empleos especializados generan trabajadores con retribuciones más altas que el sueldo mínimo, lo que les permite una capacidad de consumo de la que la propia ciudad y sus negocios se benefician.
Un ejemplo más de como la cultura es un polo de atracción económico: Las Edades del Hombre. Recibe esta denominación el conjunto de exposiciones de arte sacro que se viene realizando en la región de Castilla León desde 1988. Ya son 25 ediciones, con visitas a New York, Amberes y Madrid incluidas, que han recorrido la geografía castelllano leonesa. Fue la iniciativa del párroco José Velicia, el escritor José Jiménez Lozano y el arquitecto Pablo Puente Aparicio la que la inició, y seguro que no imaginaban el impacto que tendría. Cuando la ciudad de Valladolid recibió en su catedral la primera de las muestras sus hoteles, hostales y restaurantes colgaron el cartel de lleno durante todos los fines de semana que la exposición duró. Y lo mismo pasó en Zamora, Burgos, Carrión de los Condes, Sahagún, Astorga… No solo de las poblaciones, también de las comarcas, y no solo mientras las obras estaban colgadas, sino que el boca a boca hacía que quedaran fijadas como destinos por siempre vinculados al turismo cultural, gastronómico, de naturaleza, etc. Este ejemplo lo relaciono con planes que han pasado por la región como las Casas de Cultura Vivas en Estrecho (Putumayo), las COLPAS. ¿Qué fue de ellos?
Salgo de España. Voy a Egipto y a un evento reciente: abril de 2021. 22 momias, 4 reinas y 18 faraones (Ramses II, Tutmosis III o Hatshepsut entre ellos) empiezan el viaje a su nuevo hogar en su nuevo museo en Fustat. Salen del viejo Museo del Cairo en un traslado de cinco kilómetros que se denominó Desfile Dorado de Faraones, acompañados de bailarinas, actores, carros de época, en cápsulas de gas nitrógeno en el interior de vehículos blindados que rodaban por calles repavimentadas.
Un espectáculo que da la vuelta al mundo para decirle que Egipto vuelve a ser la cuna de las civilizaciones y que se puede visitar, que espera a los turistas con la promesa de nuevas instalaciones museísticas modernas y seguras. Egipto y Perú pueden ser países comparables, Egipto tiene mayor economía, la renta per cápita es superior en Perú y la percepción de corrupción similar. Egipto tiene las pirámides, el Valle de las Reinas, de los Reyes, Luxor, el Nilo. Perú alberga Machu Pichu, Cusco, las líneas de Nazca, el lago Titi Kaka, el Amazonas. Pero cuando Perú tiene que hacer un traslado sagrado, como el de su Santidad Francisco I, su vehículo pincha una rueda en El Callao; cuando tiene que inaugurar el flamante Museo Nacional de Arqueología en el marco del bicentenario de la Independencia lo hace con unas salas vacías que aún tardarán años en ocuparse y poco antes se desplomaba el techo del museo arqueológico de Pueblo Libre. Sí, las comparaciones son odiosas. Todo lo que he contado de Egipto fue planificado en 2017, poco antes las imágenes de destrucción y saqueo del Museo del Cairo aterrorizaban al mundo.
Mientras escribo estas líneas, recibo una nota de prensa de Presidencia de la República que resume la visita del ministro de Exteriores de Arabia Saudí, Adel bin Ahmed Al Jubeir y su encuentro con el presidente Castillo como oportunidad de inversión en el Perú en sectores como infraestructura, agroexportación y energético. Castillo podría haber aprovechado para preguntar por Al Ula, una región desértica al noroeste de Ad Diriyah, una de las principales áreas históricas del país, donde está prevista una inversión de 1,000 millones de USD y otros 3,000 millones más en reserva para transformar esa región olvidada en un destino turístico y cultural o qué planes tiene para la obra Salvator Mundi de Leonardo da Vinci por la que el Estado saudí pago 450 millones de dólares en 2017. No me parece que el modelo peruano de declaración de emergencia tras visita inopinada (como la reciente a Lambayeque) sea el adecuado si se anhelan resultados como los que espera Arabia Saudí con sus inversiones en cultura, en las que confía también para lavar su imagen internacional relacionada con las transgresiones a los derechos humanos.
En la región tenemos dos ejemplos que bien valdría la pena volver la mirada para tomar nota e iniciar vías de colaboración: el Museo Etnográfico de Leticia auspiciado por el Banco de la República de la vecina Colombia y el Museu da Amazonia (MUSA), con 100 hectáreas dedicadas a la exhibición, investigación arqueológica y de la naturaleza, también al estudio y disfrute de la selva en la Reserva Forestal Adolphe Ducke cerca de Manaos.
No me extenderé sobre ellos, que los tengo en la agenda de próximas visitas. Sí recordaré que el IAPP recibe un 3% de canon petrolero y la UNAP un 5%. Cuando la refinería de Talara entre en funcionamiento y ponga todos los lotes de la selva a producir para garantizar sus 90,000 barriles diarios (digo de memoria) necesarios para pagar los más de 5,000 millones de dólares que costó su modernización, mucho de ese crudo saldrá de los lotes de la selva y será una inyección económica que bien dirigida por ambas instituciones podría sumar esfuerzos en la dirección que apunto en este artículo.
Un poco de memoria en este sentido. En 2012 se comenzó a impulsar la idea de un Museo Nacional de la Amazonía. Santiago Rivas, arqueólogo en aquel entonces de la Dirección Descentrada de Cultura (DDC), encabeza un grupo de notables que gracias al respaldo de Víctor Isla, congresista en aquel tiempo, llegó a conseguir que Ollanta Humala encargue al MINCUL trabajar en la idea. Se forma así la Unidad Ejecutora número 8, se dota al proyecto de presupuesto y código SNIP, se valoran tres ubicaciones de entre 4 y 5 hectáreas para desarrollar un museo que integre culturas ancestrales, modos de vida, espiritualidad, medicina tradicional en un espacio que vaya mucho más allá del concepto museístico de paredes con cosas.
Cambios de gobiernos, pérdidas de interés, nuevos destinos de los presupuestos… Han pasado diez años y nadie recuerda qué fue de aquello, pero ¿qué fue de aquello? Iquitos es probablemente una de las ciudades peruanas más preparadas para recibir turismo internacional. Ya se recibían vuelos desde Miami en los ochenta, podría volver a hacerse. Y desde Bogotá, y desde Manaos. Solo le falta dar un motivo a los turistas para venir, convencerles de que vale la pena, y que ese motivo no sea la ayahuasca o la oportunidad de sexo fácil (y menor para desgracia de todos). Una recuperación del centro histórico que pase por la eliminación del tráfico, la consolidación de las edificaciones del periodo del Caucho, una reinterpretación de su uso, la creación de infraestructuras culturales y el impulso de la creación local y regional. Hace falta una gran inversión, un plan a seguir, un equipo capaz y que sienta la confianza por parte de gobiernos y administraciones. Y sobre todo saber que si se quiere se puede y vale la pena, y mucho.
Nota: Loreto es un departamento de la República del Perú con capital en la ciudad de Iquitos, situado en el noreste del país, en plena Amazonía. Limita por el Norte con Ecuador y Colombia.
Entreletras comparte la publicación de este artículo con el Semanario peruano Caretas -Ilustración peruana