febrero de 2025 - IX Año

Educar o invadir

“Sólo el proceso de buscar el conocimiento
da una base para la seguridad”

Carl R. Rogers, Libertad y creatividad en la educación.

El Gobierno sectario que sufrimos se ha envalentonado frente a la infancia y la adolescencia, a las que considera una fuente de datos para hacer ingeniería social y una cantera de votos para el futuro. Por ello, pretende apropiarse de su capacidad indiciaria para la sociología actual y condicionar su posterior elección política, predeterminando sus actitudes.

Los niños y adolescentes, sin defensor alguno, carecen de un sindicato que vele por sus derechos. Las APA no tienen atribuciones para intervenir en los planes del Ministerio de Educación. Los claustros tampoco están para meterse en honduras de objetivos pedagógicos a largo plazo, ocupados, por ahora, en asuntos más triviales y prosaicos de la supervivencia inmediata: las ratios de alumnos por aula, los trienios, esas cosas.

Consecuentemente, la política de turno tiene el espacio expedito para campear alegremente a sus anchas, hacer planes y mandar programas, técnicas y procedimientos.

En opinión de la Sra. Alegría, maestra, como el Sr. Ábalos, de enseñanza primaria, las aulas españolas son demasiado «eurocéntricas» (sic).

Hay que preguntarse en qué consista esta catalogación y si ello sea un problema, toda vez que estar centrados en la europeidad, en mi modesta opinión, puede ser  más una garantía de identidad que una lacra vergonzosa. A fin de cuentas, la civilización que tenemos en occidente, desde Homero, ha sido una tarea constante, un esfuerzo denodado de carácter constructivo, que, a trancas y barrancas, ha ido decantando un ideal de ser, un acervo de valores, una cultura de la excelencia y una vocación permanente de cambio.

El Ministerio de Educación ha trazado un plan para «descolonizar» (…) los colegios y poner fin a lo que define como un «sistema de dominación que impregna la sociedad y, con ello, las aulas». ¡Qué paradoja! Sra. Alegría, en funciones de Estado docente. Parafraseando a Nietzsche, su antecesor Giner de los Ríos dice: “Huid del Estado. Miente en todas las lenguas, roba cuanto tiene…, su servicio es un lento suicidio de todos, grandes y pequeños, teatro de ambiciones cenagosas, con el hedor del humo de los sacrificios humanos (Pensamiento en acción, pág. 387).

No se disfrace de Caperucita de labios pintados y con la cesta llena de fichas y gafas descoloniales (sic).  —Se ve que Ud. es también Ministra Portavoz y pisotea también el castellano—. En su propósito confeso está hacer un aula feminista, que desvele las desigualdades que imperan en las aulas y cómo poner en marcha algunas estrategias para problematizarlas y abordarlas». —La señora maestra sigue dando palos a la Morfología—. Sin embargo, no se queda ahí. «Queremos complejizar un poco más la idea de género porque no todas las mujeres somos uniformes, al igual que tampoco lo son los varones (…) queremos reflexionar sobre cómo crear un aula inclusiva desde una perspectiva interseccional». ¡Ahí queda ese monumento de la incultura lingüística y antropológica!

Las diferencias, señora maestra, son necesarias para el proceso de personalización individual y de configuración de la sociedad. Carl Rogers, que fue el apóstol de la educación no intervencionista, centrada en la persona, y no es un autor sospechoso de pertenencia a ningún ismo, dice: hay diferencias que se conjugan y completan para la felicidad de cada uno y otras que se yuxtaponen sin fecundarse mutuamente…, sólo un proyecto común de personalización recíproca permite aceptar la irreductible alteridad, aceptar las diferencias que chocan, las tensiones que desgarran… (La educación según Rogers, pág. 132). Su planteamiento ministerial, Sra. Alegría, debiera ser generar el proyecto de personalización recíproca entre maestro y discípulos y de estos entre sí, para crecer en libertad, sin imposiciones, ni dualismos maniqueos, habilitándose mutuamente para aceptar la diferencia que el otro entraña, sea comprensible y pragmáticamente útil, o peculiaridad asombrosa que hay que aceptar para convivir.

Pero, no. Caperucita voraz propone utilizar «la experiencia de las gafas violetas introduciendo lentes de colores que nos ayuden a avanzar hacia un aula diversa y libre de discriminaciones». No, señora, todo es según el color del cristal con que se mira y si todos llevamos puestas sus gafas color violeta, sólo podremos ver un mundo de color entre púrpura y morado, o magenta quizás, tan falso y mendaz como el que Ud. pretende combatir con sus lentes uniformes.  Ud. nos habrá uniformado la cosmovisión, con el trampantojo de las gafas; pero, nos habrá engañado, absolutamente, porque el mundo, además de fucsia, magenta, púrpura y morado tiene otros muchísimos colores. Si no los conoce todos, visite una pinacoteca, aunque sea europea, y percátese de la variedad y riqueza de los colores, por cierto, expresión de las emociones.

En lugar de buscar la imposible uniformidad, por obligación del cargo que detenta, debiera inspirar su gestión en el krausismo que importó Sanz del Río, a mediados del siglo XIX, que cuajó en la Institución Libre de Enseñanza, que tan buenos réditos pedagógicos ha tenido: Ortega y Gasset, Falla, dos premios Nobel, gran parte de la Generación del 27 incluidos García Lorca y Salinas, Buñuel, excelentísimas mujeres como María Zambrano y María Moliner y socialistas eximios, no sectarios, como Besteiro y Fernando de los Ríos, su antecesor en el cargo, entre otros. ¡Casi nada!

El principio krausista que fundamentó la ILE es enseñar a aprender. Las personas que hayan aprendido cómo aprender estarán bien dispuestas a adaptarse y cambiar, sabrán que ningún conocimiento es firme, estarán convencidos que la seguridad reside en la búsqueda del conocimiento, en el proceso y no en los resultados. Todo esto es contrario al dogmatismo sectario, la soberbia del saber liliputiense, que se reafirma en su pequeñez ante tanta ignorancia oceánica y, como don Quijote, ve gigantes eurocéntricos —permítame usar su neologismo— donde solo hay un molino que mueve las aspas desbrozando errores y torpezas.

Lo insoportable, intelectual y moralmente hablando, comienza cuando Ud. cree necesario tener en cuenta la diversidad del alumnado para incluir y reconocer su posición personal... Aquí se le escapa el verdadero alcance invasor de su estrategia. Ud. sólo pretende hacer política en las aulas, catalogando a los alumnos, para saber cuáles y cómo son sus contrincantes, el enemigo a batir, para determinar las tácticas y métodos que sean más apropiados para lograr la uniformidad. De hecho, ha previsto «fichas educativas» que incluyen un cuestionario que pide a los niños y adolescentes que se pronuncien sobre su ideología. Esto es una violación psíquica agresiva, tan execrable como la violación física corporal.

La Sra. Ministra, además y para dar mal ejemplo, está dispuesta a vulnerar los derechos consagrados en la Constitución, cuyo artículo 16.2 señala que nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias. Si el texto dice “nadie”, los niños tampoco tienen por qué rellenar una ficha que resulta ilegal, señora, por desatender un principio constitucional. Ud. lo sabe, espero.

Luego, se refugia en la colaboración de otra Caperucita feroz, el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, que ha elaborado un diccionario formativo en interculturalidad. Después de las obras maestras de la RAE, el de María Moliner y el de Ferrater Mora, faltaba este texto aclarativo, que recoge los términos para abordar las nuevas corrientes sociales y pretende que los alumnos desarrollen un mayor nivel de concienciación sobre las diferentes etnias y religiones. Es decir se trata de un agit pro en toda la línea. Un instrumento de manipulación que incluye actividades para que los educadores puedan abordar el fenómeno de la interculturalidad en las aulas, trabajar sobre la propia identidad y/o identidades y registrar la necesidad de un enfoque positivo de la diversidad. ¡Y nos quejábamos del Ripalda Graduado, porque había que aprenderlo de memoria, como ulemas el Corán!

Aquí, esta Caperucita montaraz y cruel, una vez puesta a violar, no ceja hasta dejar al alumnado en cueros vivos, obligándole a realizar un registro de identificación personal, en el cual el aprendiz de persona reflexionará en torno a su propia identidad, registrando en papel sus atributos personales, afinidades culturales, políticas, religiosas, formas de actuar, vestir, gustos, origen racial, étnico o nacional, entre otras que le definen. En la actividad, el alumno tiene que identificarse con el género que le representa, así como con sus aficiones y la religión que profese, si es creyente. Además de todo esto, esta ficha incluye un apartado para que el alumno sitúe en una línea si su ideología se acerca más a la izquierda o la derecha…

Las dentelladas a la intimidad de la persona no pueden ser más lesivas y destructoras. Pero, sobre todo, este entramado invasor desconoce absolutamente lo que es el proceso de convertirse en persona y los avatares que transcurren por la pubertad, la adolescencia y la juventud.

Así, y pese a que el ejercicio está destinado a fomentar la interculturalidad, Caperucita devoradora incluye con estas fichas un componente estratégico de carácter político  al obligar a los estudiantes a posicionarseDesde ahí, es fácil inferir la posición política de los padres y se pueden trazar nuevas tácticas para seguir catequizando adeptos, fuera del aula y, a largo plazo, dentro de la misma. Por descontado, el ejercicio vulnera el derecho al anonimato de los menores, ya que en las fichas han de poner su nombre.

¡Qué lejos queda el concepto de educar como arte de sacar de dentro afuera, mediante la mayéutica, la esencia y el porvenir de cada ser humano!, ¡Qué abismo se abre entre este maestro “sacamantecas”, invasor y manipulador y aquel facilitador de la integración del saber, que actuaba como mediador de un ideal de autonomía y autenticidad!

El magister, es decir, el que es más que un minister…, —observen los prefijos— sabe que su oficio nada tiene que ver con el de minero psicológico, que, martillo neumático en ristre, destripa los interiores para sacer escoria; que incluso es más que un mero instructor, que suministra conocimientos y va llenando el vacío con datos. El magister sabe que es el diálogo el que educa, recíprocamente, porque al hacer crecer, el facilitador también crece.

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