“La guerra de los mundos” de H. G. Wells, contiene referencias que no suelen destacarse: los invasores que se nutren de la sangre humana, la derrota de los extraterrestres por la gente común más que por medio de la tecnología institucional y el sentido de superioridad de los invasores que creyéndose inmunes a todo no tomaron en cuenta su incapacidad para soportar la atmósfera terrestre.
Se pretende que el invasor nos parezca la analogía del imperialismo de uno u otro de las visibles ideologías que una u otra de las ideologías “enemigas” plasmaron en su propaganda una y otra vez. Sin duda, el expansionismo practicado por las indudables camarillas imperialistas, que nunca fueron dos y hoy menos, ha incluido, incluye y promete seguir incluyendo injerencias, más allá de sus fronteras, transgresiones de las mismas, agresiones, conquistas territoriales, redefinición y fijación arbitraria de los límites ajenos, etc. Y con ello también la vocación vampírica por chuparle la sangre a los habitantes sojuzgados, así como de hacer de los nacionales la carne de cañón necesaria para la conquista e incluso para la vida más cómoda posible en tiempos de paz… es decir de equilibrio inestable.
Wells, al margen su vocación idílica, fue como todo individuo inteligente y sensible más allá, rozando y atravesando el velo del engaño y el autoengaño, llevado como todo novelista a desvelar lo que ya Fielding considerará propio de la narrativa: establecer una “provincia” donde se diera cuenta de la profundidad más o menos oculta o disfrazada de “el alma humana”, como nos cuenta Kundera en uno de sus ensayos sobre el tema.
Es evidente, como en el texto de Wells, que la guerra existente en los términos señalados, ya existente y explicada en tiempo de los griegos (Imperio ateniense / Texto de Tucídides sobre “La guerra del Peloponeso”), es fundamentalmente entre las sucesivas y cambiantes alianzas entre camarillas en disputa a costa de las poblaciones que las sostienen o que respectivamente creen combatirlas poniéndose de hecho o de derecho al servicio de los competidores… en ambos casos confundidos por su propaganda.
En cualquier caso, la sangre fluye hacia los estómagos de los vampiros, analogía equivalente a la de los extraterrestres. Sangre impura para los que entregan la propia. Aunque sin duda en muchos casos sin alternativa, empujados a dejarse someter y vivir como esclavos de tercera clase. Es más que comprensible. Y también que entre unas cosas y otras creo indispensable apoyar a los esclavos en su utópica lucha por la libertad.
A veces, por otra parte, la prepotencia de los dirigentes nacionales y de sus aliados circunstanciales (políticos, empresariales, mafiosos) y la seguridad en sí mismos y su más o menos largo o justificada potencialidad ganada (como la omnipotencia de los extraterrestres de la novela) lleva todo tan lejos que al final las poblaciones se rebelan y con la inevitable ayuda interesada de la banda contraria hacen caer tales imperios, sus mundos, sus políticas explotadoras y opresoras.
Tenemos de unas cosas y otras muchísimos ejemplos sucedidos a lo largo de la Historia. Y hoy se puede ver, y verían los que sean capaces de verlo y no estén cegados por ideologías, dogmas, sueños utópicos, intereses directos, que se quieren conservar, o “previsibles” (es decir: prometidos), alzarse a ucranianos contra el visible agresor, a turcos contra su gobierno tiránico, a palestinos de Gaza contra los torturadores, genocidas y opresores de Hamas… etcétera, etcétera, etcétera.
En fin. No parece que la marcha de la humanidad pueda cambiar las cosas y por obra de una varita mágica cambie de rumbo y de sentido.
Creo firmemente que “Ecce homo”…