noviembre de 2024 - VIII Año

¡Asco!

Ilustración de Eugenio Rivera

Da asco el espectáculo circense de la aparición y desaparición de Puigdemont, burlándose de las fuerzas del orden nacionales y autonómicas. Asco vomitivo.

Da saco pagar la mofa con unos impuestos, a veces confiscatorios y siempre onerosos, que deberían servir para lo contrario de lo que ocurre.

Da asco ver que el Gobierno de la Nación es víctima del chantaje continuado de un saltimbanqui, prófugo de la Justicia, que se ríe a mandíbula batiente de cada concesión que alcanza.

Da asco el silencio cómplice de los magistrados sentados en el banco azul, siguiendo la consigna de aguantar el chaparrón y esperar que escampe. Tantos años preparando una oposición para terminar calladitos, como un misacantano ante su obispo…

Da asco tener que soportar negociaciones opacas, hechas ante relator internacional y de espaldas de la ciudadanía, de las que emanan recochineos como el indicado.

Da asco ver cómo, paso a paso, sin alharacas estruendosas para no dar el queo,  se va deshaciendo la estructura del Estado de las Autonomías, haciendo dejación de funciones en ciertos territorios, para crear un hipotético Estado Federal de repúblicas mal avenidas, ¿o serán taifas?

Da asco ser humillado, como ciudadano de la Nación, impotente y sin opción alternativa.

Da asco tener que soportar la política de las desigualdades que inauguró Francisco Franco cuando, para calmar los ánimos separatistas, a través del INI, orientaba las inversiones a Bilbao y Barcelona, obligando a emigrar hacia esos polos a los pobres del resto del país. Ahora los ricos, no quieren saber nada de los pobres.

Da asco comprobar que, al sentirse fuertes económicamente, los políticos separatistas han incrementado su tendencia centrífuga, desentendiéndose de valores como la solidaridad y la justicia.

Da asco tanta artimaña verbal, trufada de eufemismos y mentiras para ocultar la realidad.

Da asco que un gobierno ejerza sin más presupuesto que salir del paso, como sea: a trompicones, haciendo malabarismos en el trapecio, engañando a la concurrencia y haciendo ley de las apariencias.

Da asco la vileza de echar sobre cuatro agentes la responsabilidad de una táctica, pensada y atornillada en la mesa de negociaciones.

El pitorreo en las alturas es de tal desfachatez que, no sólo da asco, sino que roza lo ilícito, porque el titiritero pretende ahora renegociar el pacto (pacta sunt servanda, dijo Pablo Iglesias Turrión cuando descubrió que lo había engañado) por el que ha sido investido Illa. Por cierto, un prohombre grandioso que demostró su calibre como ministro de Sanidad durante la pandemia… ¡Apañados van los catalanes con el genio!

Las ocurrencias de un brainstorming casual, hecho para enfrentar la nueva pretensión, carecen de alcance, porque les falta estrategia, sentido del destino y sensatez; no tienen futuro, aunque sean oportunas para salvar la circunstancia presente. A base de brainstorming, no se le puede dar dirección a un país de 48 millones de personas. Hace falta Nous, más inteligencia, más espíritu crítico, mayor criterio y mejor sentido común para RESPETAR a esa sociedad.

Todo este desaguisado lo sufrimos porque el inquilino de Moncloa quiere dar tiempo a su familia para que haga caja y porque sabe, por los abucheos espontáneos, que no va ser votado. El pueblo soberano no lo quiere. Por eso, vive confinado en nuestros palacios; va del helicóptero al Falcon, y no se atreve a salir a la calle; le da vergüenza tener que escuchar lo que le gritan. Pero él sigue proclamando:  ¡vivan las caenas! . Tómese el grito como una alusión a tiempos de desgobierno similar.

La sociedad no merece ser tratada de esta manera. El asco es la emoción que nos hace repeler un cuerpo en descomposición, una comida en mal estado, un crápula inmoral y, además de emético, pretende ser catártico, liberador: hecha la limpieza de lo putrefacto, surge la rabia defensiva, destructora,  e inevitable preámbulo regenerador. Deben saberlo los abusadores para dejar de seguir tensando el arco del disparate y la cuchufleta.

España ha resurgido, después de atravesar situaciones tan execrables como la presente.

Somos la Nación más vieja de Europa. Hemos subsistido, como Nación, después de siglos de guerra civil. Sigue con nosotros el espíritu heroico de haber salvado a Europa de la islamización; de haber civilizado un continente y de las gestas de Balmis y Malaspina. Mejor que peor, nos sobrepusimos al rey felón;  superamos cinco guerras civiles en el siglo XIX y la crisis de 1898 y la de Anual, una dictadura y una dictablanda, los desbarajustes de la I y II Repúblicas, desgraciadas  ambas, y otra dictadura más. Con trabajo,  hemos conseguido ser la quinta economía de Europa, logro tanto más valioso si contemplamos el origen de 1940 del que partimos, que eran años de hambre, maletillas harapientos, olor a cuerpos sudados y maletas de cartón.

Como país, tenemos arrestos. Hasta ahora, nadie nos ha regalado más que el queso y la leche en polvo de Eisenhower, que vinieron a cambio de las bases, que aquello fue economía de trueque. Por tanto, tampoco cabe ahora soñar con ayudas de la Unión (por hacer) Europea.

La esperanza, como siempre, depende de lo que somos y de lo que hagamos, porque instalarse en el asco no es higiénico, que el asco es transitorio; sólo sirve para la catarsis.

Cada uno, en su ámbito de competencia, ha de dirimir su responsabilidad y actuar en consecuencia, en pro del bien común que merecemos todos y no unos pocos a costa de los más.

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Archivo Entreletras

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