Los científicos españoles son reconocidos en España solo cuando lo son internacionalmente y después de fallecidos, como en el caso de Ángeles Alvariño. La Enciclopedia de los científicos mundiales recoge los 1000 más influyentes de la historia, entre los cuales están solo cuatro españoles. Junto con los premios Nobel Santiago Ramón y Cajal y Severo Ochoa, solo hay una mujer, Ángeles Alvariño, gallega nacionalizada norteamericana, pero que mantuvo la española.
Estudiar el Plancton, así como su movimiento y abundancia, es esencial para el trabajo de nuestros pescadores ya que éste es el alimento microscópico de los peces. Hay que recordar que España es la segunda potencia mundial en consumo de pescado, después de Japón, y que nuestros barcos recorren medio mundo para traerlos a nuestros mercados.
Nuestra científica nació en Serantes, una parroquia cercana a El Ferrol, donde llevó a cabo los estudios secundarios y estudió Ciencias y Letras en Santiago; luego se traslada a Madrid en 1934 a la Residencia de Señoritas (Institución Libre de Enseñanza) para estudiar Ciencias Naturales en la Universidad Central. En 1936, el conflicto civil interrumpe sus estudios superiores, y se traslada a Galicia donde se dedica a estudiar idiomas y el litoral gallego, cerca de su localidad de nacimiento; finalizada la guerra, volvió a Madrid para terminar su carrera universitaria.
Ángeles Alvariño se dedicó a la enseñanza secundaria durante siete años en Galicia hasta 1948; entonces se traslada a Madrid como becaria del Instituto Español de Oceanografía (IEO), especializándose en el estudio de las incrustaciones marinas en los barcos y en el zooplacton; en 1951 se doctora en Madrid, y obtiene plaza en el laboratorio de Vigo del Instituto Español de Oceanografía.
Realizó varias estancias en centros de investigación europeos con una beca del Consejo Británico para estudiar el zooplancton en el laboratorio de Plymouth, Inglaterra, bajo la dirección de Frederick Russell; y participó en varias expediciones y cruceros científicos en el Atlántico y Pacífico a bordo de buques oceanográficos de Inglaterra, Estados Unidos, España y México.
En 1955 regresó a su laboratorio en Vigo, para seguir estudiando el plancton. Avanzó en el diseño de redes para filtrar el plancton en las expediciones marinas y de la flota pesquera. Continuó sus estudios sobre zooplancton en el Atlántico, Mediterráneo y especialmente, relacionado con el estudio del bacalao, en Terranova.
En 1957 consiguió una beca Fulbright para desarrollar su labor en EE.UU en el Instituto Oceanográfico Woods Hole de Massachusetts, hasta 1970, bajo la supervisión de la experta zooplanctóloga Mary Sears, y obtuvo el doctorado en 1967. Siguió posteriormente estudios en el Instituto Oceanográfico Scripps en La Jolla, San Diego, California, donde hizo su carrera científica hasta su jubilación en 1987. Investigó sobre plancton, corrientes y dinámica oceánica, consiguiendo múltiples líneas de financiación de los departamentos federales del sector naval o de pesca de los Estados Unidos. Emérita hasta 1993, falleció en California el año 2005.
Alvariño escribió más de 100 artículos científicos y descubrió veintidós nuevas especies marinas y revisó la morfología en varias fases de desarrollo o de ciclo sexual del zooplancton, empleando ilustraciones y notas. Se dedicó a diversas especies de medusas, sifonóforos, quetognatos e hidromedusas. Está reconocida como una autoridad mundial en determinados tipos de zooplancton, esos diminutos organismos animales que sirven de alimento a especies más grandes en el océano. Sus trabajos fueron especialmente destacados sobre el plancton que le sirve de alimento de la sardina y la anchoa, así como de la albacora o bonito del norte, especie de gran valor comercial.
Su último trabajo en 2003 se centró en el estudio de las aves y animales marinos descubiertos en la expedición de Alejandro Malaespina (1789-1794), el marino italiano al servicio del gobierno español que recorrió los vastos territorios del imperio en una expedición político-científica. Es un libro que combina ciencia, divulgación y una cierta autobiografía.
En reconocimiento a su carrera, dos especies fueron honradas con su apellido, el quetognato Aidanosagitta alvarinoae y la medusa Lizzia alvarinoae. Uno de los más modernos buques oceanográficos del IEO también lleva su nombre, verdadera inspiración para las jóvenes generaciones de científicos. En 2016 el IEO le hizo un libro homenaje. Recientemente, el 1 de junio 2021, la Academia Gallega de las Ciencias le dedicó un merecido homenaje el Día de la Ciencia.