marzo de 2025

ALBRICIAS / Solidaridad

¿Quién no la ha oído últimamente? La RAE establece para esta palabra como primera acepción la de adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.

Y su etimología proviene del latín soliditas que expresa la realidad homogénea de algo físicamente entero, unido, compacto, cuyas partes integrantes son de igual naturaleza.

Últimamente, la mencionada palabra es muy usada para no sin cierto artificial malabarismo ideológico desde su acepción como participación, fraternidad o ayuda, con base en la trilera persecución de un supuesto bien común, no siempre claramente identificado, justificar el sin más obligado desprendimiento por parte de unos en beneficio de otros.

En conclusión, se utiliza intencionadamente para fundamentar en la consecución del aumento de una forzada igualdad (o en la reducción de una natural desigualdad) un arbitrario reparto con base en una impostada superioridad moral.

Para establecer una desigualdad o diferencia podemos, cuando los elementos comparables se pueden cuantificar, recurrir a dos operaciones aritméticas que son: bien, hacer uso de la resta o, bien, utilizar la división. Así podemos establecer que la diferencia entre el patrimonio de dos personas asciende a tantas unidades monetarias, o que el patrimonio de uno sobre el otro es del doble, el triple, etc.

Volviendo al asunto del reparto, impuesto con base en la supuesta manida solidaridad, la primera cuestión a solucionar es conceptual y así se debe atender, respecto al reparto, a cómo diablos lo hacemos, siguiendo qué pauta: según sus méritos, según sus necesidades, según sus contribuciones, según sus capacidades, según qué [Si lo sé, lo supuestamente progresista es afrontarlo según la vulnerabilidad]. La segunda cuestión a la que prestar atención, es la de dilucidar qué operaciones utilizar para su equitativa, que no necesariamente justa, cuantificación.

Y así planteo a continuación una supuesta situación (ya sabida de antaño), para que cada cual establezca según su particular y subjetiva forma de solidaridad el reparto que se solicita realizar.

Dos amigos quedan para merendar y uno de ellos trae tres bocadillos y el otro dos. En eso que aparece un tercer amigo, con las manos en los bolsillos delanteros, pregunta qué hacen, y tras saberlo propone quedarse a participar del banquete. Le dicen que no puede hacerlo al no traer bocadillos; y propone aportar para que se las repartan entre los proveedores del condumio cinco monedas de plata que tiene en sus bolsillos traseros. Los dos primeros aceptan y entre los tres, partiendo cada uno de los cinco bocadillos en tres trozos, lo que hace un total de quince trozos, se los zampan tan ricamente a partes iguales de cinco trozos cada uno de los tres amigos.

Ilustración de Eugenio Rivera

¿Cómo se debería por tanto proceder al reparto de las monedas? Una opción podría ser que se quedara con las cinco monedas uno cualquiera de los dos que pusieron sus bocadillos y el otro ninguna, seguramente esta solución no la propondría mucha gente de los que se autoetiquetan de perfectos solidarios. Les parecería a todas luces injusta y escandalosa por incrementar la desigualdad.

Otra posibilidad sería, esta probablemente adoptada por la inmensa mayoría de los justicieros solidarios, los del corto, fácil, inmediato y poco elaborado pensamiento: la de darle tres monedas al que compartió sus tres bocadillos y las otras dos monedas al que compartió sus dos bocadillos. Y satisfechos todos por construir tan justa división de las monedas, simultáneamente decirse, con sonrisa ñoña y música de flauta como acompañamiento de fondo, qué bonito es compartir y construir un justo happy flowers world.

Pero queda una última elección, muy conocida desde hace muchos años por cierto en determinados ambientes donde impera una elaboración mental más compleja y por ende no popular, para hacer el reparto de las cinco monedas y es: dado que, al partir en tres trozos el que tenía tres bocadillos, ofreció nueve trozos al festín y al comer solo cinco trozos cedió cuatro, y el que tenía dos bocadillos ofreció seis trozos al festín y al comer sus cinco trozos cedió solo uno, el reparto se hace sobre la base de lo que realmente cada uno se desprende y así cuatro monedas deben ser para el que puso tres bocadillos y una moneda para el que puso dos bocadillos.

Y este reparto para mí es el que resulta más acorde con la primera acepción de la RAE para la palabra solidaridad, pues no puede ponerse en duda que más se adhiere uno a la causa o empresa de otro cuanto más se desprende de lo que es suyo en beneficio de esa que le es ajena, y por tanto para respetar la equidad le debe ser correspondido su generoso sacrificio en la misma proporción.

Y adelantándome a la más que evidente esperable objeción del progresista de salón, diré que muy distinto sería lo acertado o errado de tal disquisición si hubiera abordado la solidaridad desde el enfoque de la tradición cristiana, que es la que por primera vez lo hace en el sentido de la ayuda al necesitado a cambio de la espera de nada, tema también tratado en alguna ocasión por la sociología. Pero ello dada la profundidad del asunto lo dejo para otra ocasión.

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Archivo Entreletras

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