noviembre de 2024 - VIII Año

ALBRICIAS / Movimiento

«Para que las cosas cambien, no se puede seguir haciendo lo mismo”.

Nadie ni nada permanece siempre igual, salvo el concepto y a mayores cuanto más complejo este lo es; y el ser humano, siendo susceptible de ser definido con más o menos acierto, no es un concepto; aunque sea capaz de acaparar el conjunto de todas las contradicciones que actualmente pueda haber y las que en un futuro se lleguen a inventar y, es importante ser consciente de ello, como sustantividad real no hay otra: cambias o te cambian.

En la noche al acostarte no eres el mismo que eras al despertar por la mañana con el amanecer, aunque solo sea porque tienes un día menos para aprovechar y disfrutar. Y si lo has exprimido vale, pero si lo has dejado pasar sin más, a saber por culpa de tu desidia qué oportunidad futura ya no se presentará.

La búsqueda del confort, como si fuere un fresco oasis frente a la dureza del desierto, y el esfuerzo para lograrlo obliga a moverse y crecer, conseguirlo satisface por un rato más o menos largo dependiendo de la frivolidad y la falta de hondura del afortunado, y afianzarlo como circunstancia básica de la vida es una trampa para estúpidos.

Para valer y tener valor hay que ser dinámico, moverse y facilitar el movimiento. Como todo el mundo sabe un reloj parado parece acertar dos veces al día la hora correcta, pero no olvidemos que lo hace solo durante un efímero segundo; y al no moverse él, y ser el tiempo el que avanza, no cumple su función; su valor de uso es cero pues de lo que debería indicar para tener alguna utilidad, no indica nada.

Al cambio no se le combate, al cambio se le acompaña con técnicas de judo usando la fuerza del oponente en beneficio propio —estirar cuando nos empuja y empujar cuando nos estira— y así al [cambio] que te viene impuesto más vale acompasarlo con otro en la misma dirección y sentido que nazca de tu voluntad, lo que se hace con un movimiento de bamboleo constante basado en un suave deslizarse en círculos afianzado los pies lo mínimo al suelo para no trastabillar, es muy importante hacerlo sin levantar mucho aire y bajo un método y con un orden cambiando de sitio solo los objetos imprescindibles; partiendo siempre del punto que te acerca a la toma de la propia conciencia y te permite asumir la responsabilidad del coeficiente de adversidad con el que arbitrariamente va a castigarte el mundo, por haber osado sacar para la primera fila de la función boleta no numerada de presencia en él.

Da igual el número de cosas u objetos que te rodeen o a los que tengas acceso si permaneces estático y estás quieto, pues solo si te mueves los tornarás en bienes; la diferencia entre estos y aquellos estriba en que solo los bienes proporcionan utilidad y ventajas; una piedra en el suelo del camino que toca o has elegido andar es un mero objeto, pero al agacharte y recogerla, lo que implica movimiento, la has convertido en una potencial herramienta o arma arrojadiza que en un momento dado puede sacarte de un apuro.

No importa el momento ni el lugar siempre hay un motivo para optar por el movimiento y si no lo tienes, o sientes que es imposible hacerlo, entonces recurre a la música que en tanto que sistema subjetivo de sonido es el lenguaje universal que hace posible expresar emociones, formas de pensar y sentimientos, que construye mensajes expresivos con paisajes sonoros e invade de alegría para cambiar el estado anímico al cerebro embargado por un pesado silencio melancólico; y sin necesidad de exigirte un gran sentido del ritmo generosamente te invita al baile y si la escuchas libre y sin recelos oirás que te aclama para mover con ella el esqueleto y, si en la ocasión te dejas acompañar por la persona adecuada, facilita mucho para luego si se tercia mover todo lo demás.

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Archivo Entreletras

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