diciembre de 2024 - VIII Año

El Museo de Arte ‘Doña Pakyta’, un espacio almeriense que merece la pena explorar

Y ahora volver, forzar la resistencia
con que secreto encierra su semilla
el corazón del fruto.
José Ángel Valente

Fotografías: Pilar Guerrero

pakita 1Es curioso y admirable observar de qué forma se van construyendo las ciudades, cómo se van articulando, adquiriendo su perfil, su personalidad y dejando su impronta en el espacio y en el tiempo. Cada ciudad naturalmente tiene su historia. En ella figuran cicatrices del pasado… pero también su vocación de proyectarse al futuro.

Almería es la luminosidad mediterránea. Posee rincones emblemáticos llenos de contrastes entre una alegría que entra por los ojos y una tristeza, una melancolía que se observa en otros rincones.

Almería quizás, como otras ciudades, está en periodo de transformación. Se está construyendo y va configurando la imagen de una ciudad moderna del siglo XXI cada vez más abierta al mar.

Al igual que otros veranos he hecho incursiones por la Alpujarra almeriense, Fondón, Canjayar… y he dedicado algunas horas a patear esa Almería que todavía conserva su esencia árabe, su azul mediterráneo, pero que va adquiriendo ese perfil que la aleja de lo que fue no hace muchos años.

Quizás sea exagerado, quizás no esté en lo cierto pero un hecho que contribuye a dar personalidad a una ciudad son los nuevos museos que ven la luz. José Ángel Valente eligió Almería para pasar largas temporadas y su casa, la casa que hoy lleva el nombre del poeta, actualmente es un recinto poético dedicado a su memoria.

pakita 2No es el único museo que se ha abierto al público en los últimos años. En esta ocasión pasamos un par de horas, en el Museo de Arte ‘doña Pakyta’, sorprendidos y atraídos por lo que de original tenía lo que se ofrecía a nuestros ojos. Las siete salas, que componen las dos plantas, exponen lienzos de un atractivo singular y de mucha más importancia de la que puede parecer a simple vista.

Donde menos se espera… salta la liebre. La primera sorpresa la da el edificio, la antigua ‘Casa Montoya’ que resulta pintoresca en ese emplazamiento mediterráneo y ofrece un contraste con lo que tiene alrededor. ¿Qué hace allí este caserón de apariencia norteña, que establece con el paseo un contraste que de inmediato seduce y despierta la curiosidad?

Ese caserón entrelaza, de alguna forma, Euskadi y Andalucía y es uno de esos rincones desde los que podemos contemplar la España diversa con su belleza y su fragilidad y con su victoria sobre los tópicos mostrencos.

No hay que olvidar el pasado… y sentimos hacia lo que contemplamos una especie de imperativo estético que nos invita a saber más, a ir más allá. No hay experiencias análogas, el Museo de Arte ‘doña Pakyta’ es muy especial.

En muchos de sus lienzos se observa, sin dificultad, destreza y sensibilidad y merece la pena salvar del olvido y reunir, entre las paredes de esta casona, esas piezas cuidadas y representativas de un determinado momento histórico ofreciendo, por ejemplo, un elenco costumbrista más que apreciable.

El paso del tiempo no ha apolillado, sino todo lo contrario, el interés de estas obras. El Museo ofrece, sobre todo, una agradable sorpresa. En un periodo obscuro y donde los afanes expresivos rupturistas brillaban por su ausencia, la segunda planta supone una interesantísima experiencia de lo que se dio en llamar el Movimiento Indaliano, con pintores del interés y la talla de Jesús de Perceval, Francisco Capulino ‘Capuleto’, Miguel Cantón Checa o Miguel Rueda, por no citar más que algunos de los que configuraron el grupo inicial. Las muestras de interés hacia el Movimiento Indaliano no acaban ahí. Incluso es de justicia referirse a un auténtico museo virtual donde el visitante puede observar las pinturas de singular importancia pertenecientes a este colectivo vanguardista tan interesante como poco reivindicado.

pakita 3No exagero si afirmo que, probablemente, la colección de pintura indaliana que figura en este museo es la mayor y la de mayor alcance que puede contemplarse en espacio museístico alguno.

Me parece de justicia señalar algunas muestras originales vinculadas a la pintura vanguardista de almerienses que triunfaron lejos de su tierra. Los casos más destacados pueden ser los de Ginés Parra o Federico Castellón. Son, también, dignos de mención los cuadros de algunas pintoras, que no por menos conocidas, dejan de despertar nuestra atención. Es el caso de Paquita Soriano o de Carmen Pinteño. Otro motivo por el que no está demás detenerse en las salas, de este pequeño pero interesante espacio, por su propuesta museística, son las esculturas que en varias salas alternan con los cuadros.

Naturalmente existen tipologías muy diversas de museos, los dedicados a un solo autor, a una época o a un movimiento pictórico. El Museo de Arte ‘doña Pakyta’ tiene, también aquí, elementos diferenciales que incrementan su atractivo. Recoge obras de pintores almerienses o que residieron largo tiempo en Almería, abarcando un espacio temporal comprendido entre 1880 y 1970. La propuesta, desde luego, es singular y sorprendente.

¿Quién fue doña Paquita? Una mujer generosa y nada extravagante, que perteneció a una adinerada familia. No son pocos los aspectos en los que se adelantó a su tiempo. Tuvo preocupaciones sociales, se interesó por aspectos vinculados a la ecología, cuando nadie lo hacía, y cuidó mucho la biodiversidad de sus hectáreas próximas al Cabo de Gata. Al inicio de la Transición en 1980, donó al Ayuntamiento de Almería la conocida ‘Casa Montoya’ o ‘Casa vasca’, para que a su muerte fuese destinada a fines culturales y expositivos. Francisca Díaz Torres fue una mujer longeva, murió en 2014 habiendo superado el siglo de vida.

Una vez finalizadas las obras de adaptación, el Museo abrió sus puertas en la primavera del 2015, por lo que estamos hablando de un espacio reciente que mezcla tradición y modernidad, pasado y futuro y que, desde luego, merece la pena visitar.

Si tienen la oportunidad de dedicar una o dos horas a este museo no lo lamentarán. Se dice que como muestra vale un botón. Encontramos en sus salas una mezcla de distintos estilos que ofrece constantes contrastes entre tradición y modernidad, academicismo y vanguardia y donde pueden admirarse algunas joyas del arte almeriense.

Quizás una de las figuras históricas de mayor relieve, nacido en la Alpujarra almeriense es, sin duda, Nicolás Salmerón, el tercer Presidente de la I República Española que como es bien sabido, dimitió por negarse a firmar una sentencia de muerte.

pakita 5En la planta baja del edificio tenemos un retrato de Salmerón de notables proporciones, obra del almeriense José Díaz Molina, un hombre hecho a sí mismo, que aunque residió muchos periodos fuera de Almería nunca olvidó sus raíces.

Igualmente, es de lo más conveniente echar una ojeada al cuadro de Antonio Bedmar que lleva por título El oso y que se puede considerar una de las pinturas de pequeño formato más atrayente del museo. Reproduce a unos gitanos feriantes con un oso al que utilizan como atracción.

No es posible, por cuestión de espacio, detenerme en otras obras que merecerían un comentario más amplio y pormenorizado. Quisiera llamar la atención, sin embargo, sobre el lienzo de ‘Capuleto’ Etrusco y loba de fuerte expresividad y que tiene un algo de desasosegante.

También me referiré fugazmente al retrato del poeta y dramaturgo Francisco Villaespesa de Perceval, donde pueden distinguirse los rasgos más característicos de su estilo.

Abundan los cuadros de pequeñas dimensiones sobre paisajes. Me referiré solo a uno que confieso me impactó. Vista general de Mojacar de Miguel Cantón Checa, reproduce este pequeño pueblo morisco almeriense enclavado en la roca, por su expresividad y contraste de colores.

Son muchas más las joyas y cuadros que merece la pena descubrir y contemplar… más, para eso hace falta programar la visita y disponerse a conocer este original museo almeriense.

Muchas veces el encanto de una ciudad está en sus rincones… y hay que saber descubrirlos.

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Escrito por

Archivo Entreletras

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