Situada en lo que fue territorio apache, la mina de Naica guarda en su interior el mayor tesoro mineral conocido hasta ahora
Ignoramos aún muchas de las maravillas que esconde nuestro planeta bajo la corteza terrestre. La espectacular supergeoda de la mina de Naica, situada en el estado mexicano de Chihuahua, es uno de esos tesoros que había permanecido oculto hasta hace poco tiempo. Un lugar que pareciera sacado de las páginas de una novela de Julio Verne.
Descubierta en el año 2000, la denominada Capilla Sixtina de los Cristales es, sin duda, una formación geológica espectacular. Descendiendo en dirección al centro de la Tierra, a unos 300 metros de profundidad, hallaremos los cristales de yeso más grandes descubiertos hasta la fecha. Enormes bloques de selenita pura que configuran un fascinante y singular paisaje subterráneo, un prodigio de la naturaleza que tan solo unos pocos han podido contemplar ‘in situ’.
El tamaño de estas vigas de cristal es impresionante, pudiendo alcanzar hasta 13 metros de largo, un metro de ancho y 55 toneladas de peso. La cápsula geológica del tiempo donde se han ido originando es igualmente grandiosa, con 33 metros de largo por 20 de ancho y 8 metros de altura. En su interior los colosales cristales se entrecruzan desde el suelo hasta el techo. Su intenso color blanquecino recuerda al brillo de la luna llena. Un mundo escondido que solo podemos observar a través de videos o fotografías, ya que, por cuestiones de seguridad, únicamente los mineros e ingenieros que trabajan en la mina y los científicos que la estudian pueden acceder, con el equipo adecuado, a este extraordinario lugar. La temperatura de la cueva es de 45º centígrados y registra un 90% de humedad. En estas condiciones extremas la respiración se hace imposible y la pérdida del conocimiento está asegurada si se permanece en este ambiente más de diez minutos.
La montaña de Naica se localiza en la inhóspita región por donde transcurre el río Conchos, cuyo caudal desemboca en el río Bravo o río Grande (según estemos en México o en Estados Unidos). En el siglo XIX los valles bañados por este río y las sierras que le circundan eran territorio apache. Naica contiene algunos de los yacimientos más grandes que se conocen de plomo, zinc y plata. La supergeoda fue hallada por los hermanos Eloy y Javier Delgado cuando se realizaban nuevas prospecciones. Aunque para adentrarse en la Cueva de los Cristales hubo que excavar una galería a 600 metros de profundidad por debajo de esta gruta.
Con anterioridad a este hallazgo se había encontrado la llamada Cueva de las Espadas, situada a 120 metros de profundidad. Se trata de un magnifico corredor con las paredes repletas de cristales de yeso que parecen dagas o sables y conforman una especie de ramilletes cuando surgen del suelo.
El motivo de la formación de estos sorprendentes cristales hay que buscarlo hace 26 millones de años. Entonces la actividad volcánica creó una montaña sin nombre que muchos siglos después los indios tarahumara llamarían Naica (cuyo significado es ‘que da sombra al desierto’). Naica se llenó de anhidrita a una temperatura de 250º o incluso más elevada. Cuando el magma existente debajo de la montaña se enfrío y la temperatura cayó por debajo de los 58º centígrados, la anhidrita empezó a disolverse. Como resultado, las aguas de la formidable cavidad se enriquecieron con sulfato de calcio.
De esta forma, a lo largo de millones de años, se fueron desarrollando muy lentamente estas imponentes estructuras cristalinas de yeso selenita halladas en nuestros días. Los cristales se generaron, así, en una oquedad donde el agua era muy rica en minerales y la temperatura se mantuvo constante a unos 56º, hasta que fue abierta por la mano del hombre hace dos décadas.
Los cristales de yeso de Naica no tienen una utilidad práctica o industrial. Sin embargo, su importancia es esencial para la cristalografía. Configuran un escenario que posee un valor excepcional para la ciencia y, hasta el momento, es el mayor exponente de lo que puede ser capaz de generar el mundo mineral. Por ello es considerado un monumento natural de inestimable valor que debería ser preservado como Patrimonio de la Humanidad. Como explican diversos científicos, los cristales que contiene este lugar mágico estarían muertos en las vitrinas de un museo.
El problema es que para explotar la mina se drenó el subsuelo de Naica. Al quedar la cueva expuesta al aire los cristales han dejado de crecer y, lo que es más inquietante, corren el peligro de deteriorarse. Según las conclusiones de algunos investigadores, la solución en un futuro próximo sería no continuar drenando el agua, dejar que las corrientes subterráneas vuelvan a inundar las galerías y la cueva, para que el ciclo de crecimiento de los cristales pudiera rehacerse y continuar su evolución. En todo caso, los científicos sospechan que, ocultas en el recóndito universo subterráneo de Naica, deben existir otras cavernas cristalinas las cuales aún no han revelado sus secretos. Quizá sea mejor así.