Por Laura Ladrón de Guevara Cabrera.-
Pertenece a la triada indispensable de Laos, no solo por ser uno de los destinos turísticos estrella del país sino por lo que supone una experiencia histórica, cultural y espiritual de 360º. Pocas ciudades mantienen su esencia como lo hace Luang Prabang, declarada además Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995, pero también en pocos lugares nos sentiremos tan cómodos e integrados como aquí. A pesar de ser una de los puntos más visitados del país, su atmósfera pacífica y su ritmo pausado permiten que los paseos por las calles sean extensos y relajados, invitándonos a adentrarnos en callejones o perdernos en su entramado urbanístico, descubriendo sorpresas arquitectónicas y espacios escondidos donde sentarnos a pasar las horas tomando té o esperando el atardecer a orillas del río. Un lugar donde los deseos del viajero promedio (deleitarse con una nueva cultura, desconectar y divertirse a la vez) serán concedidos.
Luang Prabang se sitúa en el noroeste de Laos, sumida entre montañas y rodeada por el paso de los ríos Mekong y Nam Khan. La separan unos 425 kilómetros de Vientián, la capital del país. Para quienes no tengan intención de visitar otros destinos en el camino, como la también famosa villa de Vang Vieng, será mucho más recomendable tomar un avión que solo tardará unos 45 minutos y nos ahorrará horas de travesía por la extensa, serpenteante e inacabada carretera que une ambas ciudades. No obstante, el paisaje de las montañas en el trayecto por tierra será la recompensa para los más aventureros.
La ciudad Real, que había sido la anterior capital laosiana, es la tercera más grande del país, con unos 77.000 habitantes, y alberga el antiguo Palacio Real convertido en el Museo Nacional de Luang Prabang. Hoy sigue siendo un importante centro religioso donde las ceremonias budistas son protagonistas en la vida diaria y donde la presencia de monjes con túnicas naranja (algunos incluso de corta edad) nos acompañará en calles y templos durante todo el día. Son muchos los visitantes que madrugan para presenciar el ritual de entrega de limosna, en el que los habitantes de Luang Prabang entregan a los monjes una ofrenda de comida como recompensa por su dedicación y como forma de atraer la buena suerte. Desafortunadamente esta práctica se ha ido convirtiendo en un atractivo turístico al que acuden cada vez más curiosos en detrimento de su autenticidad y sacralidad.
El mapa de la ciudad dibuja una pequeña península definida por los ríos que la rodean. Su extensión nos permite caminar o pedalear con facilidad de punta a punta sus calles, invadidas de árboles florales y casas con ventanas y balcones de madera siguiendo el estilo colonial francés. Entre los numerosos templos repartidos por la ciudad encontraremos hacia el noreste el majestuoso templo de Wat Xieng Thong, con sus tejados a dos aguas que casi rozan al suelo, el recubrimiento dorado de sus paredes y los detalles de su base y mosaicos en tonos turquesa que lo hacen más llamativo y único; una visita indispensable. En el mismo patio de este templo encontramos otro edificio que guarda el Carruaje Funerario Real que porta las cenizas de los últimos reyes de Laos, acompañado de infini-dad de esculturas de Buda y otras reliquias en medio de cuatro paredes coloridas y decoradas con dibujos cargados de detalles; un conjunto perfecto para estudiar las bellezas arquitectónicas y arte-sanales del país.
En el centro de Luang Prabang se alza la colina de Phou Si, una montaña de poco más de 100 metros de altura rodeada de casas en su base y diferentes altares y esculturas a lo largo del tramo de escaleras que conducen a la cima. Arriba encontraremos en pequeño templo que corona esta montaña, acompañado de una vista panorámica de toda la ciudad que hace que el ascenso merezca la pena. Si bajamos por la cara norte, hacia el corazón de la villa, llegaremos nuevamente al Palacio Real frente al cual cada noche se despliega el extenso mercado nocturno de artesanías y souvenirs, punto de encuentro para los viajeros y un lugar excelente para los amantes del regateo. En un pequeño y extenso callejón, situado al comienzo de la hilera de puestos y tiendas, se esconde el mejor y más barato mercado de comida de toda la ciudad, en donde por menos de 2 euros disfrutaremos de bufé vegetariano y todo tipo de especialidades laosianas (también carnes y pescados a la brasa). Frutas, batidos y dulces también están disponibles casi en cualquier esquina. Pasar las noches caminando a lo largo del mercado y cenando en la calle se puede convertir fácilmente en el pasatiempo favorito de quienes hacemos de Luang Prabang nuestra estancia por varios días.
Si después de visitar templos, monumentos y museos queremos adentrarnos en la naturaleza de Laos no debemos dejar pasar la oportunidad de visitar las Cataratas de Kuang Si. Situadas a unos 25 kilómetros de Luang Prabang, este parque está compuesto por una sucesión de cascadas de agua turquesa que forma piscinas naturales en las que podemos nadar y escaparnos del calor en mitad del bosque.
Junto a estas podemos
visitar la pequeña reserva de osos, el Tat Kuang Si Rescue Centre, el cual protege a varias especies que peligran en esta zona a causa del contrabando y la caza furtiva. Para los amantes del trekking el paseo continúa al subir los casi 60 metros hasta lo alto de la cascada mayor, donde también podemos bañarnos y hacer picnic o continuar la caminata para explorar otras lagunas formadas a lo largo del río. Una alternativa al turismo cultural y una pequeña muestra de las increíbles bellezas naturales de Laos.
Después de visitar Luang Prabang no debemos dar por finalizado nuestro viaje por este maravilloso país. Tanto el norte, con sus montañas, bosques tropicales y poblados casi desconocidos, como las 4.000 islas que se plantan en mitad del paso del río Mekong al sur, Laos conserva la belleza de una época anterior, con su tierra casi intacta, su naturaleza salvaje y su cultura y tradiciones conservadas hasta hoy.