diciembre de 2024 - VIII Año

El Carpio de Tajo, una piedra fuera del Camino

‘Si no seré su guardián, dejaré a los gansos ser gansos’
Proverbio flamenco

Hay realidades que se escapan a las coordenadas del espacio-tiempo. Y que, por ello, nos producen un estupor difícil de explicar. Diríase, entonces, que nos hemos adentrado en un territorio ignoto de imposible definición. Es como si pretendiéramos atrapar un dinosaurio con un cazamariposas para regalárselo a un niño. Este es el caso de las fiestas que se celebran todos los años el día del apóstol Santiago en la localidad de El Carpio de Tajo, con sus casi 2.000 almas. Si en la etimología del nombre del pueblo nos encontramos con el vocablo ‘carpía’, fortaleza cercana a un río de los antiguos iberos, el verbo homófono ‘carpir’, en definición de la RAE, nos puede sugerir, por aquellos inescrutables designios del lenguaje, lo que vamos a sentir ante los citados festejos: ‘Dejarnos pasmados, boquiabiertos y sin sentido’.

Por eso, ahora que se acerca el señalado 25 de julio puede ser pertinente hacer unas consideraciones al respecto. Si el pueblo se encuentra situado geográficamente en la provincia de Toledo, en la comarca de Torrijos cerca de La Puebla de Montalbán, lugar de nacimiento del autor de ‘La Celestina’, su patronazgo bajo la advocación del santo de Compostela y sus celebraciones parecen, sin embargo, trasladarnos al mismo Camino de Santiago, a cientos de kilómetros, y a la Edad Media, a cientos de años. Y eso que estamos a tan solo cien kilómetros escasos de Madrid; empero el viaje hasta el pueblo toledano nos puede hacer pensar que lo hemos llevado a cabo a lomos de la portentosa máquina de H.G. Wells. Pero, veamos porqué.

carpio1Diremos para situar al lector que en esta localidad, rica en olivares, vides y frutales, la festividad gira en torno al ganso como animal-víctima propiciatoria de un sacrificio que más allá de la evidente crueldad del hecho parece conectarlo con el culto que el antiguo mundo celta sentía por estas aves. Recordemos que el Camino de Santiago fue ‘creado’ por el Cristianismo, que siempre canibalizó en beneficio propio los ancestrales ritos paganos para desactivarlos, sobre una senda milenaria anterior que buscaba el Finisterre ‘en alas’ de estos simpáticos animalitos como en aquél delicioso cuento titulado ‘El maravilloso viaje de Nils Holgersson’ de la sueca Selma Lagerlöf. Precisamente así era porque el propio Camino está/estaba jalonado de topónimos vinculados a la oca/ánade/ganso/ánsar, animales todos ellos que se mueven por cielo, agua y tierra y que, por lo tanto, a los ojos de los conspicuos druidas eran convertidos en fetiches como no podía ser de otro modo tratándose de un animal-calendario. Esto ha provocado que algunos exégetas del tema hayan especulado con la hipótesis de que el popular ‘Juego de la Oca’ está fuertemente relacionado con este viaje iniciático. Para acabar de cerrar el círculo esotérico en el que nos estamos internando, los Templarios también proyectan su inquietante sombra sobre el ritual de estas misteriosas fiestas. Artífices del mencionado juego de nuestra niñez, si seguimos las mismas fuentes aunque con otra intencionalidad, y con El Carpio bajo la Encomienda de Montalbán, entonces en su poder, mantuvieron una encarnizada guerra abierta contra los Caballeros de Calatrava para quedarse con el control de la cercana Ermita de Ronda, lugar en el que se encontró el tesoro de la necrópolis visigoda que actualmente se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional. Incluso llegaron a aliarse con los temidos musulmanes para domeñar a tan fastidiosos oponentes. Pero volviendo a la fiesta que, como decíamos más arriba, rinde tributo al ganso debemos incorporar asimismo al caballo como coprotagonista de tan curioso casting. No es tan sorprendente si pensamos que el mito del caballo blanco del Santiago Matamoros justiciero de la célebre y ficticia batalla de Clavijo ha alentado durante generaciones en el alma popular de un país que fue durante siglos tierra de frontera y que hizo del apóstol su santo y seña.

Los festejos se articulan en dos carreras distintas pero complementarias. La más controvertida es la llamada ‘correr los gansos’. La otra es la carrera de dos caballos al unísono con sendos jinetes abrazados en su galope frenético. El mismo día del Patrón, desde las 10 de la mañana hasta las 7 de la tarde se van sucediendo estas para acabar con la última que es la de los gansos por cuanto que se considera la prueba ecuestre estelar.

La carrera en parejas, con grave riesgo de caída, se produce cuando los caballos, vistosamente enjaezados, parten cada uno de un extremo de la plaza y se encuentran en el centro en pleno galope para, en un abrazo ‘mortal’ seguido por un beso, continuar cabalgando juntos como, por cierto, también se hace en las fiestas del pueblo menorquín de Ciutadella. En Carpio bien pudieran tener su origen en las carreras de los citados Templarios que controlaron sus pagos en las que dos jinetes de la Orden compartían la misma montura como documentan los sellos que han llegado hasta nosotros. La prueba de ‘correr los gansos’, por otra parte, tiene lugar cuando en la plaza del pueblo se levantan de extremo a extremo dos palos altos como cucañas que se enlazan con un cordel por su extremo superior y del que cuelgan gansos boca abajo para que los jinetes, a lomos de los mismos caballos, se lancen a galope tendido partiendo desde la fachada gótico-mudéjar de la iglesia con el objetivo de arrancar la cabeza de las aves en el menor número de intentos posibles. Ahora los gansos se cuelgan ya muertos pero no es difícil imaginar la brutal escena del pasado en el que los pobres animales entonces vivos buscaban ocultar sus cabezas bajo el batir nervioso de las alas al sentirse amenazados.

carpio4El ‘trofeo’ es ofrecido, tras su decapitación por el ‘intrépido’ jinete a su novia o su madre y esto otorga el derecho a la afortunada de enjugar con su pañuelo el sudor de la frente al héroe de tan ‘dudosa hazaña’. El acontecimiento es una muestra más de la salvaje España profunda máxime si se piensa que se salda con un desgarramiento tal que provoca una auténtica estela de sangre que en ocasiones baña literalmente a los espectadores, muchos de ellos niños. Ya en los años 80, cuando los gansos aún se colgaban vivos, las airadas protestas de la Sociedad Protectora de Animales consiguieron que fueran sustituidos por cintas de colores arrolladas a una argolla metálica que permitía que el jinete las desplegara a su paso. Sin embargo, a pesar del colorido espectáculo y el mantenimiento de las carreras, la ausencia de los gansos no gustaba a los ultramontanos del lugar y regresaron los animales si bien ya sacrificados previamente para la ocasión. No siendo tan espeluznante ahora, la crueldad se sigue manteniendo y esto es lo que viene denunciando año tras año también el Partido Animalista (PACMA) que condena esta tradición ‘medieval’ reclamando una Ley Estatal de Protección Animal. El argumento del Consistorio siempre es el mismo, que la fiesta tiene ya 430 años y que es una celebración única en la comarca y que, por tanto, hay que conservarla como acervo cultural.

Para remontarse al inicio de esta tradición hay que irse al lejano año 1584, cuando el pueblo fue arrasado por unas terribles tormentas de granizo, que arruinaron las cosechas. A sus habitantes, presas de la superstición de la época y creyéndose ante una plaga digna del Apocalipsis, no se les ocurrió mejor remedio que el que uno de los niños del municipio tomara el misal que le ofrecieron para que sus manos inocentes lo abrieran por dos veces y así la providencia decidiera qué santo iba a ser en lo sucesivo el protector de la localidad. Santo que resultó ser el Santiago Apóstol. Ante procedimiento tan peregrino no podía ser otro más que el patrón de la peregrinación a Compostela. Grotesco como aquel encuentro en el Cabaret Voltaire de Zúrich en vísperas de la Guerra del 14 cuando unos excéntricos vanguardistas exilados conjuraron el peligro bélico abriendo un diccionario al azar para autodenominarse en lo sucesivo ‘dadaístas’. El ‘nonsense’ como motor de nuestras vidas y, quizá, por qué no, como gesto poético… Una vez más los extremos se tocan; es el discreto encanto que tienen las religiones…

Desde hace más de cuatro siglos, los primeros reglamentos de la Hermandad de Santiago Apóstol recogen de manera oficial, este ritual. En medio de un ambiente desenfadado y jaranero, jaleado por dulzainas y atabales, la costumbre indica que los jinetes deben dar tres vueltas a la plaza para poder dar comienzo a las carreras y una vez que se ha cumplido con tan cabalístico guarismo, los corredores pueden ya ubicarse en la parte trasera de la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel, punto desde el que tendrán que ir haciendo sus carreras en parejas hasta la última que, como ya dijimos, será la fatídica de ‘correr los gansos’.

Cierto es que, como argumentan las autoridades municipales, no hay fiesta parecida no solo en los alrededores sino incluso bastante más lejos de aquí. Habrá que saltar al País Vasco, nada menos, para encontrar algo parecido; es el festejo también centenario que tiene lugar en la localidad de Lequeitio el 5 de septiembre, día de San Antolín, con el ‘Antzar Eguna’ o ‘día de los gansos’ aunque en este caso los actos tienen el mar como escenario.

gansoeeuuCarrera de gansos en EE.UUY, ya fuera de nuestro país, tenemos que trasladarnos a Alemania y los Países Bajos (donde se llaman ‘Grevenbicht’) para tropezarnos con desenfreno semejante. Y como en nuestro país, el Partido para los Animales de Holanda (PvdD) viene exigiendo su inmediata prohibición desde el año 2008 pero hasta el momento no ha conseguido sus objetivos tampoco. Que nos encontremos con la misma celebración tan lejos solo se puede entender si, más allá del aparente exotismo, seguimos la historia común de países tan distintos y tan distantes. Esta nos remite a un militar carpeño que viajó allí con los Tercios de Flandes donde utilizaba como entrenamiento este ‘deporte’ y al llevarse consigo la carrera de gansos, actualmente existe un pueblo germano, Höntrop, donde se llevan a cabo unos festejos similares. Hoy día tanto españoles como alemanes se desplazan a la localidad hermana para participar en tan esperado acontecimiento.

En algunas regiones de Inglaterra y América del Norte (‘Goose pulling’) también se han celebrado estas carreras desde el siglo XVII hasta finales del XIX pero siempre asociadas a las fiestas de Carnaval. Después de la Guerra de Secesión desaparecieron en gran parte de los EE.UU., excepto en algunos lugares del Sur profundo hasta la década de 1870. La práctica se extendió también a la América del Sur, concretamente a Nicaragua, donde los gansos son sustituidos por patos vivos y, para mayor escarnio, los jinetes hacen la galopada en un estado de ostensible ebriedad. Como vemos la realidad puede llegar a ser más rocambolesca si cabe. Desde luego, el Realismo Mágico no podía haber nacido en otras latitudes.

Eso sí, en El Carpio de Tajo es en el único lugar donde la fiesta se celebra el día del Apóstol. Así que parece que en un momento remoto al albur de truculentos oráculos o cumpliendo precisas fórmulas matemáticas a mayor gloria de la entropía galáctica, el pueblo se escapó de la órbita del Camino de Santiago, como un furibundo asteroide, para caer inexplicablemente, en un terreno montañoso de la margen derecha del río Tajo. Algo parecido a lo que sucedía en aquella delirante película sudafricana en la que una tribu de bosquimanos del desierto de Kalahari se encuentra un día con una botella de Coca-Cola caída desde una avioneta de la ‘Civilización’. Fenómeno tan extraordinario como el que nos refiere aquella fantasmal leyenda en la que el cadáver del propio Santiago, custodiado por sus discípulos Atanasio y Teodoro, llegó en una balsa de piedra a las costas gallegas donde fue enterrado en la antigua Iria Flavia. Decididamente, queridos lectores, una piedra fuera del Camino.

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