Sin duda, uno de los atractivos más importantes para el viajero actual por las rutas de España, es la visita de sus catedrales. Desde Santiago a Granada, desde Barcelona a Cuenca o Toledo, las catedrales son el símbolo del crecimiento de las ciudades y el asentamiento de la burguesía. Transcurrida la fecha mágica del año mil, señalada como la del temido apocalipsis, la cultura comienza a salir de los monasterios y el avance de los reinos cristianos frente al Islam propicia la aparición de nuevas repoblaciones en las ciudades de gentes venidas a menudo de la Borgoña o de Normandía y con ellas de sus obispos que gobiernan diócesis como las de Sigüenza, Toledo y Cuenca.
La catedral de Cuenca es una de las joyas patrimoniales de la cultura religiosa que mantiene vivos y actualizados sus tesoros, convirtiéndola en un hito imprescindible a la hora de visitar esa encantada y encantadora ciudad castellano-manchega alzada entre los cursos rumorosos de los ríos Júcar y Huécar. Fue de la mano de una reina extranjera, Leonor Plantagenet, apenas seis años después de la conquista de la ciudad por Alfonso VIII, cuando la catedral comienza a tomar forma allá por el 1183 y desde entonces es un ser vivo que a lo largo de los siglos ha modificado y engrandecido su exterior e interior, forzada a veces por los fenómenos de la naturaleza (incendios, derrumbamientos) y embellecida las más por la mano del hombre ya que recordemos que durante siglos fue el centro del poder de la nobleza y el clero que rivalizaron por hacerla el espejo más rutilante de su grandeza.
No se trata en este artículo de proporcionar al lector una guía del recorrido por las naves, el presbiterio y la girola del monumental templo, sino de poner de manifiesto la singularidad de esta catedral, alzada como tantas otras en lo alto de la ciudad como si desde allí el fiel cristiano pudiera ascender a través de la escalera de Jacob hasta el mismo centro del paraíso.
Si bien su fachada es notable aunque sufrió los avatares del tiempo y sucesos de la historia, es en el interior donde sentiremos la emoción de encontrarnos en un templo singular lleno de lugares y matices que nos harán partícipes de una belleza y un tesoro monumental que ha sido también guía inspiradora de la cultura local desde el siglo XX, ya que la Semana de Música Religiosa de Cuenca, ahora por su 58º edición, que se celebra anualmente por Semana Santa es un acontecimiento de rango internacional y sirve de complemento extraordinario a los actos procesionales tan brillantes y peculiares que recorren la ciudad.
Uno de los atractivos catedralicios es el de sus vidrieras en las que se han actualizado las escasas existentes del siglo XIV con la aportación contemporánea de artistas conquenses destacados como Dechanet, Rueda, Torner y Bonifacio. Ellos han depurado el elemento didáctico de las más antiguas con sus figuras o elementos bíblicos para centrar en la luz y el color del arte conceptual un hermoso y sugerente símbolo de espiritualidad.
A lo largo del recorrido por su planta de cruz latina, su profundo presbiterio y sus tres naves, a las que se une la espléndida girola, uno se va encontrando con rejerías magníficas obra de Sancho Muñoz o Hernando de Arenas, canterías de la mano de Hannequin de Bruselas y Cueman y obras de artistas como Flórez, Vandelvira, Jamete, Yáñez, Tiedra que propiciaron el conjunto de capillas, salas, arcos y naves donde junto a su arte evocamos también el recuerdo de las familias nobles que contribuyeron con su patrocinio a hacerlas realidad como la de los Albornoz que tuvieron en el Obispo de Toledo Gil de Albornos uno de sus miembros más notorios.
Paso a paso nos detendremos con más detalle en el presbiterio y en la girola que lo circunda donde encontraremos magníficas capillas entre la que contiene los restos del patrón de Cuenca, San Julián, emerge como emblema del culto religioso y profano de los conquenses. La Sacristía Mayor, la Sala Capitular, la capilla de los Apóstoles, el Coro, la Capilla Mayor, la de los Caballeros o el impresionante arco de Jamete o puerta de acceso al claustro son hitos imprescindibles a la hora de emocionarse y conmoverse con esta muestra viva por el recorrido histórico del centro donde confluyó el poder religioso y civil de Cuenca para dotarla de un lugar donde su valor e idiosincrasia se ponen de manifiesto.
Ahí, presidiendo la Plaza Mayor con su escalinata donde generaciones y generaciones ascienden a su entrada o incluso descansan unos instantes en sus escalones, la catedral se alza orgullosa y magnífica. Nos llama a su interior nimbada de leyendas y plena de realidades donde la belleza y el arte ornan la religiosidad del templo, el significado del mismo como hogar del cristiano, la casa de Dios, aunque ahora por mor de estos tiempos, haya que sacudirse la bolsa y pagar el estipendio fijado para admirar sus dones.