marzo de 2025

‘Vado permanente’, de Francisco Barrionuevo

Vado permanente
Francisco Barrionuevo
Prólogo de Gabriele Morelli
Editorial Mahalta, Colección Poesía
Ciudad Real, 2025

LOS OJOS HACIA DENTRO

Con intensidad, la entrega Vado permanente (Mahalta, 2025)) marca la madurez de la cosmovisión poética de Francisco Barrionuevo (Sevilla, 1943). El escritor realizó estudios de Arquitectura y desempeñó, durante décadas, una larga actividad profesional relacionada con el urbanismo y el diseño constructivo de su ciudad natal. Sus primeros trabajos líricos aparecen en 2012 en Tres poetas sevillanos, quehacer compartido con María Ruiz y Lola Terol. Dos años después, ya en solitario, publica Celebración de la huella (2014) y prosigue travesía literaria. Completa trazos con la escritura de relatos y la traducción de autores como Fernando Pessoa.

El preámbulo de Gabriele Morelli “La sal de la memoria” tiene la profunda comprensión de un ensayo breve. Concreta los rasgos singulares del libro a través de detalladas exploraciones. Resalta el carácter unitario y el meditado orden poético de Vado permanente como un camino interior, un tránsito continuo de etapas vitales que desvela la razón existencial. El voluminoso poemario está compuesto por cinco secciones en las que impera la conexión entre el sujeto poético y el yo biográfico y donde se advierte un claro predominio formal del verso libre, a través de poemas cortos y aforísticos, de textura meditativa. Para Morelli: “Toda la poesía de Vado permanente es una reflexión continua sobre una serie infinita de pasajes y mutaciones que caracterizan nuestra existencia. Más que verdaderas metamorfosis, son intercambios recíprocos con la realidad del mundo en la que el poeta observa la presencia y la vida del hombre y su desarrollo”.

Francisco Barrionuevo abre el libro con un poema clarificador sobre la semántica general de las composiciones. Tras las citas de amanecida de Carl Jung y Meister Eckhart, algunos versos adquieren fuerte densidad conceptual en la percepción del yo poético. El pensamiento se hace campo abierto de representación y asume la conciencia de la realidad que enhebra lo imaginario y lo posible. Como exploración intelectiva, la escritura convierte el discurrir en un territorio de inmersión y búsqueda, de rescate del tiempo y retorno a la claridad de la memoria. La materia es cambio y posibilidad de un mundo en formación continua. Respirar es asumir una aleatoria transformación, abrir las manos para recibir la representación de la realidad dentro y fuera.

Los poemas del primer tramo, “Mirar un árbol para ver el viento” cobijan la geografía sensorial de lo que mengua y crece, ese patrimonio de huellas que siembra emociones y pensamientos. El sujeto percibe un entorno próximo donde se guardan asimetrías y ausencias. Preserva el balance de palabras y sueños que busca lo que todavía no se ha perdido porque “En cada instante hay / fragmentos de eternidad”.

La sección “Ventanas de la casa” reitera la disposición enunciativa y el despojamiento metafórico. Clara y precisa, la dicción del poema impulsa un sugerente cuaderno autobiográfico, repleto de emoción. La evocación recupera el despertar sentimental con las balizas del camino hacia el otro. También los impulsos del entorno natural y sus lecciones de ciclos renovados. La conciencia nunca despeja la sensación de finitud y soledad; la travesía vital parece la sombra de un sueño que pasa y busca sitio en el olvido. Cada sujeto dispone de su vado permanente, ese espacio reservado de uso exclusivo que nadie más puede ocupar, que garantiza una zona singular. Tan hermoso símbolo sirve a Francisco Barrionuevo para adentrarse en el lugar finito y sin límites del sujeto concreto. El relato vital siembra fragmentos en el poema; la escritura mantiene el soplo encendido de la permanencia.

Dos hermosas citas de Joan Vinyoli y Efi Cubero, signadas por un tono existencial, abren el fluir del apartado “Yo era tan solo un niño y el mar no tenía edad”, solo compuesto por un largo poema fragmentado donde el mar, cercano y entrañable, es punto de partida de un laberinto de imágenes simbólicas e instantáneas biográficas. Está ahí, enmarcando la escritura evocativa del yo lírico, desplegando sensaciones de belleza desde la infancia, como un espejo limpio en cuya superficie se reflejan las sombras interiores y la respiración pausada de la memoria.

Con apertura del mundo clásico de Homero, el apartado “En compañía de otros” deja en la mirada del lector una hermosa poética: “El poema comienza / cuando alguien reúne los fragmentos / de un jarrón que se ha roto y los transforma / en las alas de un pájaro”. En este tramo son frecuentes las composiciones metaliterarias. Inspiran varias tramas argumentales. La escritura es un camino de imágenes y símbolos, una expresión concisa de belleza y verdad. No es el único registro; otros poemas se inspiran en referencias culturales o se inspiran en el arte, como creación humana, o en personajes de la mitología.

La amplitud del libro Vado permanente ratifica un prolongado tiempo de gestación y la autonomía de las secciones integradas. Pero todas comparten la lógica transparente del pensamiento en vuelo y el empeño de la escritura en convertirse en reflejo interior. Cada poema es un punto de encuentro, una arquitectura verbal cuyos muros sostienen un tránsito de luz, el exacto plan de obra de quien se construye.

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