Tiempo en el tiempo
Pepa Nieto
Vitruvio, 2024
A estas alturas del viaje en el que estamos, pasadas las estaciones ya leídas, “Vencida por Setiembre”, “Como ceniza”, “Antes y después, el mar”, “La mano del ángel” y “Tiempo inhabitable”, con el sol caído de la tarde, hacemos una pausa, una parada, apenas sin tiempo que perder, pues no nos dejan tregua los relojes.
Con sus manos y la tinta, Pepa Nieto modela sus versos como el barro, mientras juega con conceptos absolutos: muerte, amor, ausencia, dolor, tensión, el mar y el fuego, la luz.
Porque “Después de aquellas muertes, / creo que aquí no duerme nadie, / no sueña nadie”.
Han corrido los relojes, ya es pasado, un pasado pesimista, un tiempo a olvidar, pero no puede, porque cerca la oímos decir: “Es todo como ambiguo / como si aquí el sol / ya no amara a los cuerpos / e invisible nos juzgara la vida”.
Y poco después: “Agotada de ver que frente a ti / se desparrama todo / que todo en ti es muerte”.
La autora dice, tal vez envuelta en la morriña, que ahora anda más despacio, son los años y el peso de la tierra con los que pinta los recuerdos.
Ya hacia el final, pese a la niebla, la duda y las preguntas, la luz se abre paso despacio mientras siguen andando los relojes, llega la luz:
“La luz que llega /con la dulzura de las hadas / a iluminarlos rostros”.
Afortunadamente la luz.
“No sé si esto es soñar / o tener en la piel los días felices”.
Pasear por estos versos se nos antoja como acariciar la textura de la estatua de una diosa, que modela versos, mientras escribe el barro, para disfrute de sus lectores.