octubre de 2024 - VIII Año

‘Michael Cimino’, de Pilar Carrera

Michael Cimino
Pilar Carrera
Editorial Cátedra, 2018
Colección Signo e Imagen

El universo poético de Michael Cimino

Navegar por las aguas de este libro es un inmenso placer porque Pilar Carrera ha sabido transmitir la fuerza del cine de uno de los directores más malditos del cine americano. Lo digo porque siempre recibió críticas duras sin ver el mundo poético que tiene su cine, donde las imágenes expresan toda una experiencia vital, los protagonistas de sus películas, como muy bien señala la investigadora y profesora Pilar Carrera están en el otro lado, no pertenecen al mundo que les rodea, son seres extraños que viven su otredad como un misterio. Hay una luz que les ilumina y que les hace sobrevivir mientras otros caen irremisiblemente (no hay que olvidar la célebre El cazador donde De Niro, en un gran papel, se convierte en el demiurgo que lleva a todos los personajes a un lugar que ya no volverá a ser el mismo que conocían). Los seres humanos de sus películas van dejando su impronta, su rostro a veces absorto ante la realidad para ir gestando un universo donde solo viven los que son diferentes.

En la introducción al libro (publicado por Cátedra, signo e imagen) Pilar Carrera sostiene que Cimino es un cineasta de genio:

“Michael Cimino es un cineasta de genio. No podría ser de otra manera en alguien que ha enseñado a vivir juntos lo delicado y decadente con lo recio y crudo. Su mundo es duro y estilizado al mismo tiempo, inocente y bárbaro, tierno y brutal, y de ese desequilibrio no desiste”.

Indudablemente, Cimino es un superviviente porque conoce ese lado oscuro del ser humano pero también la ternura que llevan dentro sus personajes. En La puerta del cielo, una película denostada por muchos y, sin embargo, de una gran belleza escénica y donde el paisaje emocional de los personajes lo cubre todo, vemos a un James Averill (un inolvidable Kris Kristofferson) lleno de luz y tristeza, el mundo que lo rodea ya está declinando y él se mantiene firme ante el paso del tiempo, aún cree en algo que es invisible pero que existió alguna vez. Lo mismo ocurre con Michael en El cazador, un hombre que se siente distinto, que solo encuentra el placer en la caza del ciervo en un solo disparo. Cuando vuelve de Vietnam, ya no regresa al mismo lugar, es un outsider, no pertenece ni perteneció a ninguna parte. Magnífica escena cuando llega en el taxi y no quiere incorporarse a la fiesta que le han preparado, sabe que su lugar ya no es ese, se halla en un tiempo que no existe.

Como muy bien señala en el libro Pilar Carrera, los protagonistas de las películas de Cimino escuchan, observan, permanecen al acecho, son seres lejanos que alguna vez sintieron su arraigo al mundo pero que ya no pertenecen a él.

Pilar Carrera ha ido deteniéndose en su cine, en las escenas, para ir creando un mapa donde brilla la luz de un director insólito, distinto, incomprendido. Antes de pasar a analizar cada película, se detiene en aspectos de su cine y nos da la impresión que la autora filma una nueva cinta, la que va creando a través de su foco, cuando mira y escruta a los personajes, cuando se detiene en las escenas más señaladas de sus películas.

Y el destino que está presente y que late en su cine, como bien señala Pilar Carrera, los presagios son muchos, hablan desde esa mirada intangible de un realizador que está más allá de lo convencional, que se convierte en un poeta de la imagen:

“Cimino hace proliferar los augurios. Suspende negras sombras sobre el metraje con total precisión, creando un clima de tragedia, de fatalidad de secano, sin concesiones al lacrimal, pero al mismo tiempo revestido de delicadeza”.

Por ello, Michael ya no matará al ciervo, Averill ya no sentirá el paisaje del lejano Oeste como antes, algo ha cambiado, somos nosotros, los espectadores, los que interpretamos esos silencios, esos rasgos de ternura, somos actantes porque al entrar en la imagen de la película nos convertimos ya en seres frágiles como los que aparecen en el cine de Cimino.

Pilar Carrera nos ilumina en este libro y nos hace ver que Michael Cimino no era un mal narrador, ni un director sobrepasado, sino un hombre tierno que supo dejar un rayo de luz en personajes inolvidables, tan parecidos a todos nosotros en realidad.

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